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Mitos y Leyendas de la ciudad de El Tigre, Edo. Anzoátegui


Enviado por   •  29 de Febrero de 2020  •  Tutoriales  •  2.025 Palabras (9 Páginas)  •  4.721 Visitas

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Narradora: A inicios de la década pasada, en algún lugar cercano a la ciudad de El Tigre, dos chicas pasaban las tardes irónicamente frías de agosto con su abuela, a la cual visitaban anualmente. Su estadía familiar había sido corta, pero duró lo suficiente para intrigarlas. Una noche, tras un apagón, las chicas se reunieron con la abuela en la sala principal de la casa, y a la luz de las velas se entretuvieron observando viejas fotos del pasado de la mayor. Pasando las imágenes, se encontraron el rostro joven de un hombre que les transmitió cierta calidez. Sin embargo, no lograron entender nada, así que ambas se acercaron a la mujer mayor con genuina curiosidad.

Chica 1 : ¿Quién es éste hombre, abuela?

Abuela: ¿No le reconocen? Es su abuelo.

Chica 2 : ¿Nuestro abuelo?

Abuela: —sonríe con melancolía—. Sí, solíamos vivir muy cerca de aquí.

Chica 1: ¿Y por qué se mudaron?

Abuela: —su rostro se torna sombrío— Me mudé yo sola. Él nunca salió de allá.

Chica 2: ¿Está vivo?

Abuela: No creo que sea momento para esa historia, reinas.

Chica 2: Anda, abuelita. Por favor.

Abuela: Mañana.

Chica1: Siempre dice que mañana. No tenemos nada que hacer, abuela. Cuéntanos.

Chica 2: ¿Por cuánto tiempo viviste allá?

Abuela: Por un tiempo.

Chica 1: ¡Abuela! Vamos, es para una tarea.

Abuela: ¿Tarea?

Narradora: No era para una tarea. Cultura general, dirían, porque a estas chicas les encantaba saber todo acerca de todo.

Abuela: Está bien, pero prometan que no le dirán a nadie nada sobre esto.

Chicas: Prometido.

Abuela: Sucedió hace mucho tiempo. Nunca suelo guiarme de historias generales, así que no van a escuchar esto en ningún otro sitio a menos que lo investiguen. Esto no es muy agradable de oír o decir, mis niñas.

—Las Chicas la miran y asienten con fascinación—

Chica 1: Está bien, Abuela. Solo, ¿Puedes contarnos?

—se sientan para escucharla hablar—

Abuela: —Procesa sus palabras antes de comenzar— Yo solía vivir en un sitio llamado “Las magnolias”, justo en frente de una alfarería. Cuando era joven, aquella alfarería era productiva y justa, y su abuelo trabajaba allí. Una vez escuché lamentos, susurros, y observé algo moverse entre la neblina. Nadie nunca supo de esto; ni siquiera mi propio esposo, quien me preguntó al día siguiente, muy explícitamente, si había oído o visto algo extraño. Por supuesto, negué en silencio, pero sé que él no me creyó.

Chica 2: —¿Y qué le respondió él?—intervino impaciente.

Abuela: —Comenzó a contarme el suceso más escalofriante de su vida. Ax tenía turno hasta tarde con uno de sus compañeros. Todo iba bien, hasta que de pronto la neblina surgió y con ella un hilo de voces que poco a poco fueron en aumento. Le siguieron siluetas moviéndose entre aquella bruma y, según me dijo, parecía que flotaban y se arrastraban. —hizo una pausa, digiriendo sus palabras— Sus voces estaban perdidas en algún sitio, en algún tiempo, murmurando para siempre aquellos lamentos. Me asusté, me dijo, me asusté a tal punto que me encerré dentro de los baños y no salí hasta el amanecer. Después de eso, nunca más hablamos de lo ocurrido. Su abuelo murió poco después.

las chicas se miraron, asustadas y apenadas justo cuando observaron que su abuela había comenzado a llorar.

Narradora: Luego de aquella tan inusual conversación, la curiosidad que cernía en ambas chicas creció. Ninguna de las dos tenía planeado quedarse en Venezuela después de aquella noche, pero así sucedió. Al día siguiente, ambas chicas fueron a la biblioteca y preguntaron por la sección de libros de cultura general de Venezuela. Una bibliotecaria les ofreció un libro tan gordo que podría servir de almohada.

Chica2: Disculpe, ¿usted sabe de alguien a quien le haya ocurrido algo paranormal en la ciudad de El Tigre?

Bibliotecaria: —Asiente— Estás hablando con ella ahora mismo.

Chica 1: ¿De veras?

Bibliotecaria: —Desafortunadamente, sí.

Chica 2: —¿Podría hablarnos de ello?

Bibliotecaria: —Yo, no lo sé...

Chica 1: —Es importante, por favor.

Bibliotecaria: —suspira y contesta— Ocurrió hace mucho tiempo, muy lejos. Yo estaba con dos de mis amigos, y para pasar el rato, fuimos a la famosa Poza del Temblador, que es una leyenda que podrán encontrar acá—señala el libro—. El problema en realidad no comenzó cuando ellos entraron en aquellas aguas, sino cuando yo entré. No sé si sufría de atelofobia para entonces, pero ahora la sufro.

—La bibliotecaria se muestra un poco reacia a seguir, así que la chica dos interviene—

Chica 2: ¿Enonces, qué sucedió para que comenzara a sufrir de tal fobia?

Bibliotecaria: —evita la mirada de las chicas— Mis amigos y yo nos pusimos a jugar esa tontería de quién aguantaba la respiración por más tiempo. Luego de cinco veces haciendo lo mismo, salí de primera y yo —hace una pausa larga y traga pesado — no los vi salir a ninguno de los dos. A veces ellos tardaban demasiado en salir, pero siempre salían. Sin embargo, esa vez, nunca salieron. Sin embargo, esa vez, nunca salieron. Quizá pasaron, no lo sé, tres minutos hasta que comencé a desesperarme, a gritar, a buscarlos. Cuando de pronto sentí que algo me rozaba los tobillos, mis nervios se dispararon y salí de ahí lo más rápido posible. Casi comencé a rezar el padre nuestro antes de echarme a gritar y a llorar. El hecho de que esté viva ahora siempre ha sido un misterio para mí.

Chica1: ¿Y qué hizo después?

Bibliotecaria: Me largué y en la vida volví allá.

Chica2: ¿Y tus amigos?

Bibliotecaria: —la miró de manera penetrante, afectada— Nunca más volví a verlos.

El silencio formó parte de la conversación por unos segundos.

Bibliotecaria: —Si van a leerse todo eso, les sugiero que lo hagan de a poco, porque suele resultar abrumador. Yo conozco tres historias, pero en particular me gusta la de la princesa It Che Me. Me sé su mensaje de memoria.

Las chicas la miran con atención y curiosas.

Bibliotecaria: este dice: "Dormirá en esta tierra durante muchos siglos y su carne se desintegrará y sus huesos desaparecerán, hasta que llegue el día que hombre extraños, venidos de tierras lejanas rompan el corazón de la tierra de donde saltará la sangre negra de las venas de la princesa. Y sus descendientes transformarán en tesoro inapreciable las extensas tierras donde sus restos descansan." Es una profecía en realidad, una que se cumplió tiempo después, en el siglo pasado. La primera historia que van a encontrar en estos libros es la de las ánimas de la Magnolia, y es bastante escalofriante en realidad. Pueden sentarse por allá, si desean.


Narradora: Así lo hicieron. Agradecieron y se retiraron. Entre las leyendas más populares, la leyenda de las ánimas era la que más resaltaba.

Chica1: Sí, concuerda mucho con lo que dijo la abuela. En sí, frente de la alfarería de El Tigre en la carretera con cantaura, hay un puente que suele recibir el nombre “Puente de las ánimas”, pues supuestamente en las tardes o en las madrugadas, cuando hay neblina, se ve gente pasar por ahí, así como se oyen voces, gritos y lamentos. Dicen que son almas que avisan cuando algo malo está a punto de ocurrir.

Chica2: Quizá era la muerte de su esposo.

Chica 1: Puede ser.

Chica2: Escucha esto: La leyenda de la poza del Temblado. Dice que esta poza queda entre El caris y la Aventazón, en el balneario La Caldera. Dice que ahí han muerto varias personas ahogadas, pues esa poza es como una aspiradora humana. Es de gran profundidad y además ahí es donde habitan los tembladores o anguilas de río. En épocas de lluvia, el temblador madre hunde a todos los bañistas que se acerquen. Esta cosa es una locura.

Chica 1: ¿Habrá sido tiempos de lluvia cuando aquella chica y sus amigos fueron al aquella poza?

Chica 2: ¿Lo que vio nuestra abuela fue un aviso de que su esposo estaba a punto de morir?

Narradora: A la bibliotecaria nunca más la volvieron a ver. Las dos chicas decidieron buscar la manera para visitar aquella ciudad, y consiguieron alquilar en una casa ubicada muy cerca de la Alfarería de la ciudad de El Tigre. Allí, una mujer las recibió y les brindó hospedaje en una de sus habitaciones. Esa misma noche, la mujer preguntó a las chicas si querían cenar con ella, y las dos asintieron con gusto. La casa olía a antiguallas y polvo, y también a quemado, pero estaba bien, tampoco iban a quedarse por mucho tiempo. En la cena, la mujer preguntó de pronto:

Mujer: ¿Qué las trae por aquí, chicas?

Chica 2: Tarea.

Mujer: ¿Qué clase de tarea?

Chica 1: investigamos sobre los mitos y las leyendas. Sólo cultura general.

Mujer: ¿Saben sobre el mito del hijo del Cacique que derrotó a la serpiente con ayuda de los dioses?

Chica 1: Algo leímos sobre eso.

Mujer: ¿Y sobre la princesa It Che me?

Chica 2: También. Una bibliotecaria nos contó sobre ello.

Mujer: ¿Y la leyenda de aquí, de la alfarería? Apuesto a que no la han escuchado.

Chica 2: De hecho, sí. Nuestra abuela nos contó acerca de ello. Investigamos bastante sobre ese tema.

Chica 1: Y sobre el tema de La poza del Temblado. Ya averiguamos bastante sobre ello.

Narradora: Sí, básicamente habían leído mucho sobre ello y sobre la profecía de la princesa It Che Me, una leyenda que se cumplió el 23 de febrero de 1933 cuando se perforó el primer pozo de petróleo en los suelos de la mesa de Guanipa. Pero las chicas querían saber más acera de los espíritus, de las muertes, de algo emocionante.

Chica 2: ¿Sabe usted sobre los muertos y aparecidos en El Tigre?

Mujer: es de lo que más se habla por aquí. Yo no creo en eso, pero sé que todas esas historias relatan acontecimientos trágicos que han dejado muerte tras muerte, y que estas muertes se convierten en almas en pena que deambulan sus lechos hasta encontrar la paz —queda en silencio, dudando—.

Chica1: —¿Y qué más?

Mujer: —Suspira un poco y las ve— En el antiguo edificio de la policía, por ejemplo, dicen que se escuchan lamentos, discusiones y gritos, se ven figuras pasar por la ventana y se sienten vientos fríos. Se cree que esto se trata de las almas de los presos que fueron condenados. Hay almas que van a descasar a la plaza Simón Rodríguez, y arrastran cadenas, y se torturan eternamente. Hace tiempo, en 1954, en el monumento del Vea ocurrió un accidente automovilístico, y dicen que aún se escucha el rechinar de los cauchos, los gritos, los lamentos. En la avenida Francisco de miranda, en las señales de la parada, se ven figuras con cascos, brazas y viandas. La gente asegura que son las almas de los obreros que fueron arrollados por un autobús. Entre otras leyendas más. La que más me agrada es la de El Come Yuca, porque me resulta gracioso su nombre. Es el espíritu de un hombre alto y delgado que cruza el puente que comunica el edificio de la Esquina con la calle Miguel Otero Silva.

Chica 1: vaya, usted sí que sabe.

Narradora: Aquellas dos chicas tuvieron una hermosa estadía en aquella casa, y se fueron a sus hogares pocos días después. Aprendieron sobre las leyendas de El Tigre y se fueron algo aterrorizadas, pero nunca tuvieron un avistamiento cercano con alguna aparición. Claro, ellas nunca lo supieron, no hasta una década después, cuando decidieron emprender el mismo viaje con ansias de saber, y se dirigieron a la misma casa en busca de hospedaje. No obstante, antes de entrar, una anciana encorvada salió por la puerta principal y se quedó observando detenidamente a ambas chicas. Fue inevitable que una de ellas preguntara:

Chica2: ¿Vino a pasar unos días por aquí?

Narradora: De pronto, el gesto de la anciana decayó, y miró a ambas chicas a los ojos antes de decir:

Anciana: Vine a visitar a mi hija.

Chica 1: ¿La mujer que vive aquí es su hija? Tiene una casa preciosa.

Anciana: Sí, es preciosa, ¿no lo creen? Incluso después de todo lo que ha pasado y los años que han transcurrido, ella sigue aquí, igual de hermosa como siempre.

Chica 2: ¿Y está aquí ahora su hija?

Anciana: ¿Mi hija? Mi hija murió hace más de treinta años. Esta misma casa se incendió con ella dentro.

Narradora: Fin.

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