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Naturaleza, objeto y método de la Antropología filosófica

Ronald Darwin Vargas AtencioApuntes3 de Abril de 2024

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Naturaleza, objeto y método de la Antropología filosófica

  1. LA PREGUNTA SOBRE EL HOMBRE

«Todos los hombres desean saber»1. La aspiración natural de todo hombre por alcanzar la verdad y la sabiduría se encuentra desde los orígenes mismos de la humanidad. Este saber se dirige de manera especial hacia el hombre mismo, porque la pregunta acerca de la verdad del hombre afecta a lo más íntimo de la felicidad y destino humano. «¿Quién soy yo?»; «¿qué he de hacer de mi vida para que sea una vida plena?»; «¿existe otra vida después de la muerte?». Estas preguntas son las formuladas, de manera más o menos explícita, por todo filósofo, o mejor dicho, por todo hombre y en toda cultura. Por esta razón, Juan Pablo II afirma: «Tanto en Oriente como en Occidente es posible distinguir un camino que, a lo largo de los siglos, ha llevado a la humanidad a encontrarse progresivamente con la verdad y a confrontarse con ella. Es un camino que se ha desarrollado —no podía ser de otro modo— dentro del horizonte de la autoconciencia personal: el hombre cuanto más conoce la realidad y el mundo tanto mejor se conoce a sí mismo como ser único en su género, y al mismo tiempo cada vez más se pone ante él la pregunta acerca del sentido de la realidad y de su propia existencia. Todo lo que se presenta como objeto de nuestro conocimiento se convierte por ello en parte de nuestra vida. La exhortación “Conócete a ti mismo” estaba esculpida sobre el dintel del templo de Delfos, para testimoniar una verdad fundamental que debe ser asumida como la regla mínima por todo hombre deseoso de distinguirse, en medio de toda la creación, calificándose como “hombre” precisamente en cuanto “conocedor de sí mismo”»2.

  1. ARISTÓTELES, Metafísica, I,1.
  2. JUAN PABLO II, Fides et ratio, n. 1. He adoptado la significativa observación a la traducción castellana de este punto recogida en KAROL, M., «Fides et ratio, n.º 1. ¿Cuál es el texto correcto?», en Anuario Filosófico, 32 (1999) 689-696. Del oráculo de Delfos recogió Sócrates el célebre precepto: «conócete a tí mismo» (Jenofonte, Memorables, IV, 2, 24-25).

Este ideal filosófico del hombre griego continúa perviviendo en el hombre contemporáneo, incluso de manera más urgente3. Sin embargo, a pesar del empeño por conocerse más a sí mismo, el hombre sigue siendo en gran medida un misterio para el hombre. Así se entienden las palabras de Sófocles «muchas son las cosas misteriosas, pero nada tan misterioso como el hombre»4. Y San Agustín mismo afirmaba: «Ni yo mismo comprendo todo lo que soy»5.  Ezra Pound decía que «cuando observo con cuidado los curiosos hábitos de los perros, me veo obligado a concluir que el hombre es un animal superior. Cuando observo los curiosos hábitos del hombre, le confieso, amigo mío, que me quedo intrigado»6. Pascal, por su parte, reconocía: «Ciertamente nada nos choca más rudamente que esa doctrina; y no obstante, sin este misterio, el más incomprensible de todos, somos incomprensibles a nosotros mismos»7.

Estas afirmaciones no deben hacernos caer en el escepticismo, como si la cuestión acerca del hombre fuera una pregunta sin respuesta. A lo largo de la historia el hombre ha ido ampliando los conocimientos sobre sí mismo, pero la respuesta a la pregunta sobre su ser más profundo será siempre parcial, aunque no por ello menos verdadera. En la indagación del hombre sobre sí mismo habrá aspectos de oscuridad y de «misterio». En este sentido se ha hecho tradicional la distinción entre «misterio» y «problema». Según Marcel, el hombre es un misterio, y no un problema, puesto que éste último es un asunto a responder de modo extrínseco (como puedo resolver un problema de matemáticas); pero un misterio es un asunto a resolver «desde dentro», puesto que el hombre es uno de los elementos que forman parte del problema.

Por otro lado, la pregunta sobre el hombre ha llegado a ser para algunos autores la «pregunta fundamental», la clave interpretativa de todo saber. Con frecuencia se suelen citar unas palabras de Kant donde mantiene que las tres preguntas fundamentales de la filosofía, es decir, ¿Qué puedo conocer? (metafísica), ¿Qué debo hacer? (ética) y ¿Qué puedo esperar? (religión), remiten todas a la pregunta ¿Qué es el hombre? «En el fondo se podrían todas contestar por la antropología, puesto que las tres primeras cuestiones se reducen a la última»8. De este modo, la Antropología vendría a ser la ciencia primera, es decir como una nueva metafísica9. «Pero dicha pretensión de ultimidad o de totalidad desvirtúa la filosofía y la Antropología filosófica misma. A pesar de la radicación antropoló-

  1. «En ninguna época se ha sabido tanto y tan diverso con respecto al hombre como en la nuestra (...) Y, sin embargo, en ningún tiempo se ha sabido menos acerca de lo que el hombre es. En ninguna época ha sido el hombre tan problemático como en la actual». HEIDEGGER, M., Kant y el problema de la metafísica, Fondo de Cultura Económica, México 1993, p. 177.
  2. SÓFOCLES, Antígona, vv. 332-333.
  3. SAN AGUSTÍN, Confesiones, n. 434, Libro X, c. 8, n. 15.
  4. Citado por AYLLÓN, J.R., en En torno al hombre, Rialp, Madrid 1992, p. 55.
  5. PASCAL, B., Pensamientos, Orbis, Barcelona 1985, p. 147.
  6. Cfr. KANT, I., Lógica, El Cid Editor, Santa Fe 2004, p. 34.
  7. Cfr. TUGENDHAT, E., «Antropología como filosofía primera», en Antropología en vez de metafísica, Gedisa, Barcelona 2008, pp. 17-36.

gica de cualquier cuestión, cabe no olvidar que el hombre no es el fundamento último, sino que él mismo se debe a otros y remite a otros: al ser, el bien, la verdad, Dios, de modo que él mismo ha de ser entendido desde estos otros planteamientos»10.

En todo caso, el hombre es el único ser de la naturaleza que se cuestiona acerca de sí: «Preguntar por su propia esencia sólo el hombre puede hacerlo. Aquí es válida justamente la afirmación de que ninguna otra cosa, ningún otro ser vivo del mundo es capaz de hacerlo. Todos los demás seres tienen una existencia o presencia inconsciente y, por ende, ajena a cualquier problematicidad»11.

  1. DELIMITACIÓN DEL TÉRMINO «ANTROPOLOGÍA»

La etimología de la palabra «Antropología» proviene del griego anthropos (hombre) y logos (tratado o ciencia): así pues, nos encontramos frente a una ciencia o disciplina acerca del hombre. La utilización de este término aplicado a la ciencia del hombre es relativamente reciente12. Kant, por ejemplo, define la Antropología como «una ciencia del conocimiento del hombre sistemáticamente desarrollada»13. La definición apenas citada resulta lo suficientemente amplia como para acoger lo que ahora entendemos por Antropología filosófica, pero tiene el inconveniente de ser excesivamente vaga e imprecisa. De hecho, el término «Antropología» encierra cierta ambigüedad semántica, puesto que son muy diversas las ciencias que tienen por objeto al hombre. En efecto, «lo primero que evoca hoy el nombre de antropología es un conjunto de conocimientos empíricos o positivos (...) que se preocupan de la especie humana, de su origen, de la prehistoria, de las razas y costumbres primitivas, etc. (paleoantropología). En un sentido más amplio, “antropología” puede designar todos aquellos conocimientos de orden histórico, psicológico, sociológico, lingüístico, etc., que aborden desde distintas perspectivas el “fenómeno humano” (“ciencias humanas”). Pero el término admite todavía un significado distinto y más radical: aquella reflexión última sobre el ser del hombre y su constitución ontológica, que forma parte de la filosofía (...) y posee como tal una dimensión metafísica»14.

  1. AMENGUAL, G., Antropología filosófica, BAC, Madrid 2007, pp. xxi-xxii.
  2. CORETH, E., ¿Qué es el hombre? Esquema de una antropología filosófica, 6.ª edición, Herder, Barcelona 1991, p. 30.
  3. Clásicamente el estudio filosófico del hombre se incluía en los tratados De anima («Acerca del alma»); con el tiempo, pasó a denominarse Psicología: Psiqué (alma) y logos (ciencia). Este término de Psicología era todavía el empleado para referirse al tratado sobre el hombre hasta el siglo XX. En la actualidad se prefiere la denominación de Antropología filosófica para subrayar la especificidad del hombre frente a otros seres vivos dotados también de psiqué.
  4. KANT, I., Antropología en sentido pragmático, Alianza, Madrid 2004, p. 17.
  5. IBÁÑEZ LANGLOIS, J.M., Introducción a la antropología filosófica, 5.ª edición, EUNSA, Pamplona 1999, pp. 11-12.

Así pues, a la hora de sistematizar los distintos saberes sobre el hombre se pueden distinguir, al menos, tres tipos de disciplinas15:

  1. Antropología física o natural (etnografía). Es el estudio del hombre desde el punto de vista físico; es decir, estudia los rasgos corporales, morfológicos y fisiológicos de los individuos o grupos humanos, según las diversas localizaciones geográficas y climáticas. En otras palabras, realiza el tratamiento sistemático de las razas humanas y el origen de las mismas. Esta disciplina aporta datos muy reveladores sobre la dimensión corpórea del hombre, pero resulta insuficiente porque metodológicamente no puede acceder a los aspectos espirituales del mismo. Se debe evitar el peligro de una visión reductivista del hombre que pretende agotar la realidad humana reduciéndola a un aspecto de la misma. Este reductivismo sólo es posible desde unos presupuestos cientificistas.
  2. Antropología cultural o social (etnología). Esta disciplina se centra en el análisis de la historia, estructura y desarrollo de las diversas culturas humanas. «Es la ciencia que estudia los modelos típicos de comportamiento de un grupo humano para descubrir los códigos o reglas de hábitos o tendencias, tanto en el lenguaje, en las acciones, en las técnicas y en las creaciones como en sus normas socio-políticas, su filosofía, su arte y su religión»16. El objeto de estudio de la antropología cultural son los efectos y obras «objetivadas» del espíritu humano, pero no estudia directamente la naturaleza y esencia del ser humano. No obstante, proporciona datos muy valiosos que corresponde a la Antropología filosófica tratarlos desde la perspectiva metafísica.
  3. Antropología filosófica o Filosofía del hombre17. Es un estudio sistemático del hombre por sus causas últimas y principios esenciales del ser y obrar humanos18. Éste es el centro de nuestra reflexión: nos proponemos estudiar al hombre en su globalidad. De esta manera los otros dos sentidos del término son asumidos pero desde una perspectiva diversa: «Ésta es, en parte, la tarea de la “antropología filosófica”; ella podría establecer un fundamento último y unas metas unitarias a esa abigarrada serie de disciplinas especiales que hoy se ocupan del hombre: la física, la biología, la etnología, las ciencias psicológicas y sociales,
  1. A estas disciplinas cabría añadir una cuarta: la Antropología teológica, que estudia al hombre desde la fe revelada. Cfr. BLANCO, G., Curso de Antropología filosófica, EDUCA, Buenos Aires 2002, pp. 20-23.
  2. VÉLEZ CORREA, J., El hombre: un enigma. Antropología Filosófica, Consejo Episcopal Latinoamericano, México 1995, p. 33.
  3. A lo largo del libro identificaremos la Antropología filosófica con la Filosofía del hombre, aunque en realidad se suelen distinguir. La Filosofía del hombre sería un tratamiento de qué han dicho los filósofos acerca del hombre a lo largo de la Historia, mientras que con el nombre de Antropología filosófica nos queremos referir a la disciplina que supone una síntesis a nivel filosófico de las distintas ciencias que se ocupan del hombre. Cfr. AMENGUAL, G., Antropología filosófica, pp. 22-23.
  4. Cfr. MONDIN B., L’uomo: chi è? Elementi di Antropologia filosofica, Editrice Massimo, Milano 1975, p. 10; LUCAS LUCAS, R., El hombre: espíritu encarnado. Compendio de filosofía del hombre, Sociedad de Educación Atenas, Madrid 1993, p. 19.

las ciencias de la cultura, etc.»19. Para evitar la ambigüedad del término «Antropología» nos referiremos a ella también como «Filosofía del hombre» donde se aprecia de manera más explícita el carácter filosófico de la reflexión sobre el hombre.

  1. OBJETO DE ESTUDIO DE LAANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA

La definición de hombre como «conocedor de sí mismo» parece relevante desde el punto de vista antropológico. Sin embargo, la pregunta del hombre sobre sí no se limita a su propia individualidad. Es posible que la cuestión sobre el hombre se plantee en términos de «¿quién soy yo?», de modo análogo a como un niño se pregunta «¿quiénes son mis padres?», o «¿cómo soy yo?», es decir, atendiendo a la propia singularidad. Pero cuando estas cuestiones se universalizan adquieren el estatuto de filosóficas. Los términos del problema ya no se plantean dentro de los límites de la particularidad, sino de la universalidad y esencialidad: «¿qué es (esencialmente) el hombre (todo hombre)?». Evidentemente en la respuesta se encuentra también presente la propia subjetividad, pero no como un individuo particular, sino como sujeto perteneciente a la naturaleza humana.

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