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Novela


Enviado por   •  22 de Abril de 2013  •  Trabajos  •  8.239 Palabras (33 Páginas)  •  351 Visitas

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INTRODUCCIÓN.

Sacaba buenas calificaciones, era una excelente hermana mayor y no me metía en problemas. Mi vida no era perfecta, pero nunca tuve motivos para quejarme de ella. Mamá siempre estuvo orgullosa de mí y Reagan no dudaba en contarme todos sus secretos. Yo era, por así decirlo, una chica buena. Era feliz. Con mamá y mi hermana...eso me bastaba, sólo nosotras. Nada podría ser mejor.

Entonces apareció el novio de mi madre y me arruinó la existencia. Para rematar, no estaba solo, tenía un hijo, de mi edad...

Y lo odiaba.

Vivían en Inglaterra, mamá había conocido al tipo en uno de sus tantos viajes de trabajo. Charlaron, salieron y se enamoraron. Luego se casaron y nos mudamos de Carolina del Norte. Tuvimos que irnos a vivir a Holmes Chapel en Cheshire, Inglaterra. Tuvimos que irnos a vivir a su casa, compartir el mismo techo.

Mierda.

Pero con el tiempo, me di cuenta de que Des Styles era un buen hombre y sobre todo, nos respetaba. El problema era su hijo, Harry. Ese grandísimo patán que tenía la secundaria entera bajo sus pies, mientras que a mí apenas me tomaban en cuenta. El chico era un cretino y un pervertido, un niño mimado. El hijo de papi. No lo soportaba, y se terminó de ganar todo mi odio y desprecio cuando lo encontré desnudo sobre mi cama.

Estaba más que convencida de que ese muchacho tenía problemas.

Reagan me decía que él era muy simpático y agradable, y que si le daba una oportunidad empezaría a gustarme. Mamá pensaba lo mismo y lo adoraba como si fuese un dios u otro ser sobrenatural. Yo me exasperaba y pensaba que definitivamente Harry les había hecho alguna magia negra para que dijeran ese tipo de cosas. No me tragaba tan fácil ese cuento de que Harry era un chico bueno y responsable.

No, no y no. Me resignaba a verlo como una persona agradable que no mataba ni a una mosca y me oponía rotundamente a ceder a sus encantos. Mis institntos decían que él era una pandora de problemas y yo confiaba en ellos.

Hasta que un día en que menos lo esperaba, Harry Styles descubrió mi punto débil, me lo restregó en la cara y lo utilizó a su favor.

Entonces yo caí.

Capítulo 1.

El indicio de mis problemas.

"This is how the story went, I met someone by accident..."

Mientras miraba a través de la ventanilla del avión que nos llevaba directo a Inglaterra, me preguntaba si mi vida en Holmes Chapel sería tan miserable y desdichada cómo me la había imaginado dos días antes de partir de casa.

Giré la cabeza hacia el asiento de al lado y vi a mi hermana menor, Reagan, dormir con la boca abierta, mientras un fino hilillo de baba se escurría por su boca y pendía en su barbilla. Por un instante la envidié, yo no pude conciliar el sueño desde que abordamos el avión y durante estas ocho horas de vuelo, me la he pasado despierta con un terrible dolor taladrarme los tímpanos.

Miré a mamá por encima de mi hermana, ella se encontraba en la fila de asientos que estaba al otro lado del pasillo. Me sonrió y gesticuló un "falta poco" que logró aumentar las esperanzas de que pronto me desharía de este insufrible dolor en los oídos.

Era la segunda vez que me subía a un avión. La primera fue para ir a California a visitar a papá, no duramos tanto y los oídos sólo me molestaron por unos minutos. Ahora quería arrancarme las orejas y tirarme por una ventana. Tenía el trasero tieso de estar sentada durante tanto tiempo y propablemente tenga menos glúteos que antes.

Volví a observar a mi hermana y deseé estar en su lugar. Ser perezosa al parecer tenía sus ventajas después de todo.

Dos horas después, aterrizamos en el aeropuerto estatal de Cheshire y esperamos al nuevo esposo de mamá en la parada de autobús que se encargaba de transportar a turistas y extranjeros. Hacía frío y no veía el sol asomarse por ningún lado. Las personas llevaban puesto tres abrigos como mínimo y apenas estabamos a principios de Agosto. Mamá nos puso a Reagan y a mí los gorritos de lana que nos hizo la abuela en la Navidad de hace un año y unos guantes para que no se nos congelaran los dedos.

—¿Inglaterra es así todo el año, ma?—masculló mi hermana sin parar de frotarse las manos para propinarse calor. Mamá alargó el cuello y barrió el aeropuerto con la vista antes de girarse hacia ella y responderle.

—Tengo entendido que puede durar ocho meses—cuando Reagan y yo nos empezamos a quejar, mi madre añadió entre risas—: es broma, chicas. Con suerte, estaremos así la mitad del año.

Puse los ojos en blanco y me crucé de brazos para ver si así dejaba de temblar y me calentaba un poco. ¿Se suponía que eso que dijo mamá nos ayudaría en algo? No teníamos ni cinco minutos en Cheshire y ya comenzaba a extrañar Carolina del Norte. El hecho de saber que ya no viviríamos cerca de la playa bastaba para deprimirme el resto de la vida, sin contar los meses sin sol y el clima detestablemente frío.

Fue una sorpresa haber recibido la noticia de que mamá se había casado en secreto mientras realizaba uno de sus viajes de negocio. Reagan había soltado un chillido de felicidad cuando se enteró y yo apenas podía creermelo. Aunque esa no fue la verdadera bomba ni lo que me motivó a encerrarme una semana en mi cuarto. Nos mudaríamos a Inglaterra. Fue como echarme un balde de agua ardiendo en la cara. No me lo esperaba, tampoco me agradaba la idea. Pero mamá estaba feliz. Y al parecer, igual Reagan. Mamá había estado sola por mucho tiempo y mi hermana necesitaba una figura paterna presente, no como papá. Aunque aceptar a un nuevo hombre en nuestras vidas sería una de las tareas más difíciles que he tenido que realizar desde entonces.

No tenía ni un segundo sentada en la banca cuando una camioneta negra se estacionó en frente de nosotras. Vi un hombre gordo y de cara amable salir del vehículo, en una mano sostenía tres abrigos enormes y la otra al parecer se la tendía a mi mamá, ella la tomó y besó al extraño en la boca. Instintivamente, Reagan y yo apartamos la mirada y nos limitamos a observar a un niño de algunos cinco o seis años que le tocaba el trasero a una pobre anciana. No pude decidir cual de las dos escenas era peor.

—Chicas...—nos llamó mi madre

...

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