PATOLOGÍAS DEL RECONOCIMIENTO Y FILOSOFÍA SOCIAL: ROUSSEAU, HEGEL Y HONNETH
AnaC1Reseña16 de Abril de 2018
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PATOLOGÍAS DEL RECONOCIMIENTO Y FILOSOFÍA SOCIAL: ROUSSEAU, HEGEL Y HONNETH
Por: Ana María Salazar Canaval
Código: 1802621 (Maestría en Filosofía)
El salvaje vive en sí mismo; el hombre sociable, siempre fuera de sí, no sabe vivir más que en la opinión de los demás, y, por así decir, es del solo juicio ajeno de d onde saca el sentimiento de su propia existencia: Rousseau.
Introducción
En esta reseña me propongo presentar y analizar los argumentos del profesor norteamericano Frederick Neuhouser en su artículo “Hegel y Rousseau sobre las patologías del reconocimiento” (2017). No obstante, este escrito no pretende solamente reconstruir lo dicho por el neoyorkino, sino que además tiene como tarea vincular sus argumentos con lo que Axel Honneth presenta en su texto “Patologías de lo social: Tradición y actualidad de la Filosofía Social” (2011)[1]. Esto con el objetivo de mostrar de manera clara el vínculo que existe entre el ‘reconocimiento’ y el estudio sobre ‘las patologías sociales’, conceptos entroncados en una manera específica de investigación y diagnóstico, como lo es filosofía social.
La filosofía social es la piedra angular en el pensamiento teórico-crítico de Honneth. Nuestro pensador alemán encuentra en ella potencialidades que permiten identificar y discutir “aquellos procesos de desarrollo de la sociedad que se pueden entender como desarrollos deficientes o perturbaciones, es decir, como <
Dos filósofos sociales que diagnosticaron las patologías: Rousseau y Hegel
Para Honneth los cimientos de la filosofía social se ubican a mediados del siglo XVIII con la publicación del Discurso sobre la desigualdad del filósofo francés Jean-Jacques Rousseau. Asimismo, para el siglo XIX los escritos del joven Hegel fueron angulares para dar inicio al estudio patológico de la sociedad. El eje central en la presentación de Neuhouser es esclarecer, por medio de Rousseau y Hegel, que la patología es lo que infecta a la sociedad y la lleva a un estadio de no-reconocimiento. Sin embargo, este eje es desarrollado de manera holística ya que entrelaza las relaciones de reconocimiento con las prácticas materiales -la producción y distribución de alimento y la labor de los soldados, por ejemplo-, pues considera que lo que surge de ellas es un buen ejemplo para describir las distorsiones sociales como patologías.
Siguiendo a Hegel, Neuhouser afirma que las sociedades y los organismos biológicos:
[S]on <
Por un lado, para Rousseau la ausencia de reconocimiento es una categoría ‘dinámica’ que autoperpetúa en la dinámica social, lo que lleva a una especie de “efecto dominó” pues tal ausencia infecta los otros procesos sociales (Neuhouser, 2017). Por otro lado, para el neoyorkino, la patología social es vista por Hegel como “una disfunción sistemática en la principal tarea <
Para Rousseau el curso de socialización del sujeto humano estaba determinado por el impulso de autoconservación y por la capacidad de compasión. Neuhouser señala que la capacidad de autoconservación, o ‘amor propio’, es lo que impulsa la aspiración de compararse con los otros, condición que, en la arena social, nos lleva al “conflicto, la dominación e <
A diferencia de Honneth, que en su artículo centra la explicación de Rousseau en el texto de Discurso sobre el origen de la desigualdad -publicado en 1755-¸ Neuhouser opta por mostrar las patologías sociales del reconocimiento del filósofo francés en un texto poco conocido; Discurso sobre economía política -libro publicado un año antes al propuesto por Honneth-. Neuhouser arguye que el declive de la República romana, en el texto de Rousseau, muestra cómo una dinámica social se convierte en una patología. El declive de la antigua Roma muestra diversos problemas que, dada su consecución con otros ámbitos sociales, es tierra fértil para dinamizar la patología en la sociedad. En palabras de Neuhouser:
Pero lo que convierte a esta historia en una descripción de patologías sociales es que los problemas representados son el resultado de causas sociales interconectadas en las cuales cada uno de los malestares descritos producen problemas que a su vez producen otros, lo que resulta en una dinámica de males que se agravan mutuamente (Neuhouser, 2017, pág. 111).
Después de que esta dinámica inicia es “extremadamente difícil de romper”, pues el aumento de la desesperación; la falta de alimento; el desplazamiento de los campesinos de sus tierras, forman una cadena infinita. De ahí que la definición de patología social se explicita en la tendencia de persistir y reproducirse en la vida social (Neuhouser, 2017). La falta de reconocimiento, para Neuhouser, se autoperpetúa a partir de un sistema de reconocimiento malogrado que está ligado con el papel dominante del mercado en la vida social. El profesor norteamericano lo expresa así:
Esto podría describirse como una especie de alienación con respecto a quiénes somos y qué hacemos: valoramos nuestras cualidades no en la medida en que ellas contribuyen a un bien humano, sino porque son medios para alcanzar nuestro objetivo último: aumentar nuestro valor con arreglo al precio que recibimos en el mercado (Neuhouser, 2017, pág. 113).
De esta manera, la patología de la falta de reconocimiento en las relaciones intersubjetivas inicia con el valor distorsionado de uno mismo, que se traduce “en una correspondiente imagen distorsionada del valor de los demás” (Neuhouser, 2017, pág. 114). Con lo dicho, vale la pena mencionar que el “efecto domino” ad infinitum, a parte de la visión distorsionada de sí mismo, tiene un punto de inicio clave: el no-reconocimiento de los ciudadanos por parte del Estado como seres libres. De ahí que Neuhouser señale que las prácticas materiales de la sociedad pueden tener un significado recognoscitivo en tanto en ellas alberga la patología de falta de reconocimiento.
Dando paso a Hegel, la aspiración de ser libres, y de ser reconocidos como tales, ha pautado el progreso de las sociedades pues habría una validez transhistórica de los hechos sociales. Ahora, la patología social es vista como una distorsión sistemática de la aspiración a conciliar las prácticas materiales con la aspiración de ser libres, lo que conlleva a la necesidad de ser reconocidos en las relaciones intersubjetivas que se dan en esas prácticas materiales. La ontología hegeliana constata que “las sociedades humanas pertenecen al ámbito del espíritu (Geist), en contraste con aquel de la mera vida” (Neuhouser, 2017, págs. 115-116). Y es con esto que el pasaje del amo y el esclavo se convierte en una herramienta para explicar las patologías sociales y la prevalencia que tiene la vida por encima de la libertad.
Ya es sabido que en el constructo hegeliano del reconocimiento no es suficiente la relación del ‘yo’ con el mundo, pues la aparición de ‘otro’ impulsa la necesidad de que ambas autoconciencias se reconozcan, no de manera gnoseológica, sino intersubjetiva. La relación entre amo y esclavo es un buen ejemplo del modelo primitivo de sociedad humana y prácticas materiales patológicas. Las actividades que surgen de esta relación están ligadas a la concepción de libertad que ambos comparten. Por un lado, la decisión cobarde del siervo de preservar su vida y rendirse en la lucha a muerte por el reconocimiento y, por el otro, la autoridad normativa, el derecho a ordenar, por parte del señor. Sin embargo, es esta autoridad normativa la que determina el reconocimiento y el lugar que tiene la libertad sobre la vida. En otras palabras:
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