Para Que Los Filosofos
holaholahola1233 de Octubre de 2013
616 Palabras (3 Páginas)288 Visitas
PARA QUÉ FILÓSOFOS?
Aunque nos interesa, sobre todo, la filosofía actual, no podemos ofrecer un catalogo de filósofos o de sus principales ideas. Se trata, más bien, de encontrar el sentido de los planteamientos filosóficos, desde el recuerdo de un viejo problema olvidado en las exposiciones usuales y, con ello, hacer que la filosofía contemporánea recobre, por el recuerdo rápido de ese pasado, el vigor que en el presente le corresponde y la función que todavía puede desempeñar al colaborar en la interpretación y organización de nuestro mundo. De lo contrario, podría plantearse una vez más la pregunta de << ¿para qué filósofos? >>, a la que no es fácil contestar; pero la respuesta no es más que una concreción de una cuestión más amplia, sin sentido tal vez, pero que puede ¿por qué no? Formularse: “¿Para qué todo?”.
La filosofía, lo que creemos que es filosofía, no puede definirse desde una perspectiva libresca y meramente culturalista. La filosofía es una actividad que se ha dado en la historia humana. El hecho de su existencia ya es suficiente como para no precisar una justificación radical. Sobre todo si descubrimos que esa existencia respondía a una actividad del cerebro humano que necesitaba, para su desarrollo y afirmación, plantearse muchos de los temas llamados filosóficos y, en este planteamiento, luchar por encontrar el puesto que, en la sociedad y en la Naturaleza, corresponde al hombre.
Para ello tenía que entenderse la actividad filosófica como una lucha, como la aceptación de un reto. Ese reto sólo podía venir de los dos grandes dominios en los que se desarrolla la vida humana: la Naturaleza y la sociedad. Precisamente, mientras más acuciante ha sido la necesidad de instalarse racionalmente en esos ámbitos, más creadora y necesaria ha sido esa lucha. Los momentos de más intensidad filosófica, es decir, los de mayor riqueza para el pensamiento y la praxis humana, han sido aquellos en que la Naturaleza y la sociedad han intentado independizarse, alejarse o esconderse de la mano del hombre. Esta pérdida de control se manifiesta, respecto a la Naturaleza, en la aniquilación de sus posibilidades de compañía para la vida humana, y, en cuanto a la sociedad, en su sometimiento a la tiranía de la sinrazón, del absurdo y de la injusticia. La filosofía tendrá que decir alguna palabra ante las amenazas del obscurecimiento del mundo. Ponerla en juego para que esa palabra no sea la última, será una manera de rescatarla del academicismo en el que puede haber caído por parte de alguno de sus pontífices profesionales, de los “filósofos” más o menos oficiales que enseñan filosofía como las guías de turismo que, desinteresada y monótonamente, nos muestran las almenas semiderruidas de algún castillo, o nos dicen el número de pliegues del manto de una escultura amarillenta. Rescatar también la filosofía de aquellos que decretan su anacronismo o, incluso, su muerte desde las filas de un cientificismo huero en el que, bajo la capa de rigor, se oculta –en estos profesionales de la claridad- la vaciedad y la inutilidad más absolutas.
El puesto de la filosofía está asegurado, porque siempre que la sociedad ha necesitado efectuar una parada en el camino, ha surgido la filosofía para tomar aliento y señalar posibilidades, aunque muchas no pudieran realizarse. Su función ha sido, pues dinámica, un menester itinerante, una compañía imprescindible. Cuando ha faltado la filosofía, o cuando el pensamiento filosófico se ha anquilosado en el dogmatismo y en las terminologizaciones pseudocientíficas, la sociedad ha estado más expuesta al oscurantismo o a la barbarie.
Por ello, y no sólo como un deseo imposible, la filosofía tendrá que encontrar hoy, si sabe descubrir su verdadera misión, la justificación que se le debe y la vigencia que necesita.
...