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Pensadores De La Filosofia


Enviado por   •  19 de Junio de 2013  •  13.081 Palabras (53 Páginas)  •  372 Visitas

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Aristóteles

"La excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía”. Aristóteles

El más grande de los filósofos paganos, nació en Estagira, una colonia griega en la península tracia Calcídica, en el 384 a.C. Murió en Calcis, en Eubea, en el 322 a.C.

Su padre, Nicómaco, era médico de la corte del rey Amintas de Macedonia. Existen razones para creer que este puesto fue desempeñado por los antepasados de Aristóteles bajo el reinado de varios predecesores de Amintas, de modo que la profesión de médico era, en cierto sentido, hereditaria en la familia. Cualquiera que fuese la formación que Aristóteles recibió en un principio, probablemente estuvo influida por esta circunstancia. Así, cuando marchó a Atenas a la edad de dieciocho años, su mente estaba ya orientada en la dirección que tomaría posteriormente, la investigación de los fenómenos de la Naturaleza.

Permaneció en Atenas como discípulo de Platón desde los dieciocho hasta los treinta y siete años, y se dice que destacaba entre los que acudían a instruirse a la arboleda de Academo, contigua a la casa de Platón. Las relaciones entre el famoso profesor y su ilustre discípulo han dado pie a varias leyendas, muchas de las cuales presentan a Aristóteles de forma no muy favorable. No cabe duda de que existieron diferencias de opinión entre el maestro, que tomó partido por los principios sublimes e idealistas, y el alumno, que, incluso en aquel entonces, mostraba ya una predilección por la investigación de los hechos y leyes del mundo físico.

Es probable que Platón afirmara que Aristóteles necesitaba unas riendas más que una espuela, pero no hay razón para creer que ello abriera una brecha en su amistad.

De hecho, el comportamiento de Aristóteles tras la muerte de Platón, su continuada asociación con Xenócrates y otros platónicos y sus alusiones en sus escritos a las doctrinas de Platón prueban que, aunque hubo discrepancias de opinión entre maestro y discípulo, no faltaba una estima cordial o ese mutuo dominio de sí mismos que podría esperarse de hombres de carácter noble. Además de todo esto, en la medida en que presentan a Aristóteles bajo un prisma desfavorable, se puede rastrear el origen de las leyendas hasta los epicúreos, que desde antiguo fueron conocidos como profesionales de la calumnia, y si escritores patrísticos como Justino Mártir y Gregorio Nacianceno proporcionaron amplia circulación a tales leyendas, debe buscarse la razón no en una tradición histórica bien fundamentada, sino en la desproporcionada estima en que los herejes de las primeras épocas del Cristianismo tenían a Aristóteles.

Después de la muerte de Platón (347 a.C.) Aristóteles marchó, en compañía de Xenócrates, a la corte de Hermias, gobernador de Atarneus en Asia Menor, y allí se casó con la sobrina e hija adoptiva de éste, Pythias. En el 344, dado que Hermias había sido asesinado por sus súbditos en una rebelión, Aristóteles marchó con su familia a Mitilene, y desde allí, uno o dos años más tarde, fue llamado a su Esta gira natal por el rey Filipo de Macedonia, para que se convirtiera en el tutor de Alejandro, que por entonces contaba trece años. Tanto si creemos o no a Plutarco, cuando afirma que Aristóteles no sólo impartió al futuro conquistador del mundo conocimientos de ética y política, sino que también le inició en los más profundos secretos de la filosofía, tenemos pruebas tangibles de que, por una parte, el discípulo real se benefició del trato con el filósofo, y por otra, de que el maestro hizo un uso prudente y provechoso de su influencia sobre la mente del joven príncipe. Gracias a dicha influencia, Alejandro puso a disposición de su maestro amplios medios para la adquisición de libros y la prosecución de su investigación científica, y la historia no se equivoca cuando atribuye a este trato con Aristóteles aquellos dones singulares de la mente y el corazón que distinguieron a Alejandro, casi hasta el fin, entre los pocos que han sabido cómo utilizar las victorias de manera inteligente y moderada. Alrededor del año 335 Alejandro emprendió la campaña de Asia; en consecuencia, Aristóteles, que había desempeñado el puesto de consejero más o menos informal desde que su alumno accediera al trono, regresó a Atenas e inició allí una escuela de filosofía.

Aristóteles escribió la mayoría de sus obras a lo largo de los trece años (335-322) que permaneció como profesor en el Liceo.

A imitación del ejemplo de su maestro, puso en las manos de sus alumnos "Diálogos" en los que las enseñanzas eran expuestas en un lenguaje un tanto popular. Asimismo, compuso numerosos tratados (que se mencionarán más adelante) sobre física, metafísica y demás, en las que la exposición es más didáctica y el lenguaje más técnico que en los "Diálogos". Estas obras dan cuenta del buen uso que dio a los medios que Alejandro puso a su disposición. En particular, muestran cómo consiguió reunir las obras de los filósofos griegos que le precedieron, y cómo no reparó en esfuerzos ni gastos a la hora de proseguir sus investigaciones en el campo de los fenómenos naturales, bien personalmente bien a través de aceptar la afirmación de Es trabón de que fue el primero en reunir una gran biblioteca.

Durante los últimos años de la vida de Aristóteles las relaciones entre éste y su antiguo alumno real se enrarecieron considerablemente, debido a la caída en desgracia y consiguiente castigo de Calistenes, a quien él había recomendado ante el rey. Sin embargo, en Atenas él continuó siendo considerado un amigo de Alejandro y un representante del dominio macedonio. Por consiguiente, cuando llegaron las noticias de la muerte de Alejandro a Atenas y se produjo la declaración que llevó a la guerra lamia, Aristóteles sufrió forzosamente la hostilidad general hacia los macedonios. La acusación de impiedad, que se había esgrimido contra Anaxágoras y Sócrates, fue ahora, con menor razón aún, lanzada contra él. Abandonó la ciudad mientras afirmaba (según muchas autoridades de la antigüedad) que no permitiría que los atenienses pecaran por tercera vez contra la filosofía. Estableció su residencia en su patria, en Calcis, Eubea, y allí murió al año siguiente, en el 322 a.C. Su muerte se debió a una enfermedad que le había aquejado desde hacía largo tiempo. La versión de que su fallecimiento fue ocasionado por un envenenamiento con cicuta, y la leyenda en la que se arrojó al mar "porque no podía explicar las mareas" carecen de todo fundamento histórico.

Se conoce muy

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