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Primero Sueño - Sor Juana

edgaragni23 de Noviembre de 2014

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Sor Juana Inés de la Cruz (Juana de Asbaje y Ramírez; ¿1648?-1695)

Primero Sueño - Sor Juana Inés de la Cruz

Piramidal, funesta de la tierra

nacida sombra, al cielo encaminaba

de vanos obeliscos punta altiva,

escalar pretendiendo las estrellas;

si bien sus luces bellas

exentas siempre, siempre rutilantes,

la tenebrosa guerra

que con negros vapores le intimaba

la vaporosa sombra fugitiva

burlaban tan distantes,

que su atezado ceño

al superior convexo aún no llegaba

del orbe de la diosa

que tres veces hermosa

con tres hermosos rostros ser ostenta;

quedando sólo dueño

del aire que empañaba

con el aliento denso que exhalaba.

Y en la quietud contenta

de impero silencioso,

sumisas sólo voces consentía

de las nocturnas aves

tan oscuras tan graves,

que aún el silencio no se interrumpía.

Con tardo vuelo, y canto, de él oído

mal, y aún peor del ánimo admitido,

la avergonzada Nictímene acecha

de las sagradas puertas los resquicios

o de las claraboyas eminentes

los huecos más propicios,

que capaz a su intento le abren la brecha,

y sacrílega llega a los lucientes

faroles sacros de perenne llama,

que extingue, sino inflama

en licor claro la materia crasa

consumiendo; que el árbol de Minerva

de su fruto, de prensas agravado,

congojoso sudó y rindió forzado.

Y aquellas que su casa

campo vieron volver, sus telas yerba,

a la deidad de Baco inobedientes

ya no historias contando diferentes,

en forma si afrentosa transformadas

segunda forman niebla,

ser vistas, aun temiendo en la tiniebla,

aves sin pluma aladas:

aquellas tres oficiosas, digo,

atrevidas hermanas,

que el tremendo castigo

de desnudas les dio pardas membranas

alas, tan mal dispuestas

que escarnio son aun de las más funestas:

éstas con el parlero

ministro de Plutón un tiempo, ahora

supersticioso indicio agorero,

solos la no canora

componían capilla pavorosa,

máximas negras, longas entonando

y pausas, más que voces, esperando

a la torpe mensura perezosa

de mayor proporción tal vez que el viento

con flemático echaba movimiento

de tan tardo compás, tan detenido,

que en medio se quedó tal vez dormido.

Este. pues, triste son intercadente

de la asombrosa turba temerosa,

menos a la atención solicitaba

que al suelo persuadía;

antes si, lentamente,

si su obtusa consonancia espaciosa

al sosiego inducía

y al reposo los miembros convidaba,

el silencio intimando a los vivientes,

uno y otro sellando labio obscuro

con indicante dedo, Harpócrates la noche silenciosa;

a cuyo, aunque no duro, si bien imperioso

precepto, todos fueron obedientes.

El viento sosegado, el can dormido:

éste yace, aquél quedo, los átomos no mueve

con el susurro hacer temiendo leve,

aunque poco sacrílego ruido,

violador del silencio sosegado.

El mar, no ya alterado,

ni aún la instable mecía

cerúlea cuna donde el sol dormía;

y los dormidos siempre mudos peces,

en los lechos 1amosos

de sus obscuros senos cavernosos,

mudos eran dos veces.

Y entre ellos la engañosa encantadora

Almone, a los que antes

en peces transformó simples amantes,

transformada también vengaba ahora.

En los del monte senos escondidos

cóncavos de peñascos mal formados,

de su esperanza menos defendidos

que de su obscuridad asegurados,

cuya mansión sombría

ser puede noche en la mitad del día,

incógnita aún al cierto

montaraz pie del cazador experto,

depuesta la fiereza

de unos, y de otros el temor depuesto,

yacía e1 vulgo bruto,

a la naturaleza

el de su potestad vagando impuesto,

universal tributo.

Y el rey -que vigilancias afectaba-

aun con abiertos ojos no velaba.

El de sus mismos perros acosado,

monarca en otro tiempo esclarecido,

tímido ya venado,

con vigilante oído,

del sosegado ambiente,

al menor perceptible movimiento

que los átomos muda,

la oreja alterna aguda

y el leve rumor siente

que aun le altera dormido. Y en 1a quietud del nido,

que de brozas y lodo instable hamaca

formó en la más opaca

parte del árbol, duerme recogida

la leve turba, descansando el viento

del que le corta alado movimiento.

De Júpiter el ave generosa

(como el fin reina) por no darse entera

al descanso, que vicio considera

si de preciso pasa, cuidadosa

de no incurrir de omisa en el exceso,

a un sólo pie librada fía el peso

y en otro guarda el cálculo pequeño,

despertador reloj del leve sueño,

porque si necesario fue admitido

no pueda dilatarse continuado,

antes interrumpido

del regio sea pastoral cuidado.

¡Oh de la majestad pensión gravosa,

que aun el menor descuido no perdona!

Causa quizá que ha hecho misteriosa,

circular denotando la corona

en círculo dorado,

que el afán es no menos continuado.

El sueño todo, en fin, lo poseía:

todo. en fin, el silencio lo ocupaba;

aun el ladrón dormía:

aun el amante no se desvelaba:

El conticinio casi ya pasando

iba y la sombra dimidiaba, cuando

de las diurnas tareas fatigados

y no sólo oprimidos

del afán ponderosos

del corporal trabajo, más cansados

del deleite también; que también cansa

objeto continuado a 1os sentidos

aún siendo deleitoso;

que la naturaleza siempre alterna

ya una, ya otra balanza,

distribuyendo varios ejercicios,

ya al ocio, ya al trabajo destinados, en el fiel infiel con que gobierna

la aparatosa máquina del mundo;

así pues, del profundo

sueño dulce los miembros ocupados,

quedaron los sentidos

del que ejercicio tiene ordinario

trabajo, en fin, pero trabajo amado

-si hay amable trabajo-

si privados no, al menos suspendidos.

Y cediendo al retrato del contrario

de la vida que lentamente armado

cobarde embiste y vence perezoso

con armas soñolientas,

desde el cayado humilde al cetro altivo

sin que haya distintivo

que el sayal de la púrpura discierna;

pues su nivel, en todo poderoso,

gradúa por exentas

a ningunas personas,

desde la de a quien tres forman coronas

soberana tiara

hasta la que pajiza vive choza;

desde la que el Danubio undoso dora,

a la que junco humilde, humilde mora;

y con siempre igual vara

(como, en efecto, imagen poderosa

de la muerte) Morfeo

el sayal mide igual con el brocado.

El alma, pues, suspensa

del exterior gobierno en que ocupada

en material empleo,

o bien o mal da el día por gastado,

solamente dispensa,

remota, si del todo separada

no, a los de muerte temporal opresos,

lánguidos miembros, sosegados huesos,

los gajes del calor vegetativo,

el cuerpo siendo, en sosegada calma,

un cadáver con alma,

muerto a la vida y a la muerte vivo,

de lo segundo dando tardas señas el de reloj humano

vital volante que, sino con mano,

con arterial concierto, unas pequeñas

muestras, pulsando, manifiesta lento

de su bien regulado movimiento.

Este, pues, miembro rey y centro vivo

de espíritus vitales,

con su asociado respirante fuelle

pulmón, que imán del viento es atractivo,

que en movimientos nunca desiguales

o comprimiendo yo o ya dilatando

el musculoso, claro, arcaduz blando,

hace que en él resuelle

el que le circunscribe fresco ambiente

que impele ya caliente

y él venga su expulsión haciendo activo

pequeños robos al calor nativo,

algún tiempo llorados,

nunca recuperados,

si ahora no sentidos de su dueño,

que repetido no hay robo pequeño.

Estos, pues, de mayor, como ya digo,

excepción, uno y otro fiel testigo,

la vida aseguraban,

mientras con mudas voces impugnaban

la información, callados los sentidos

con no replicar sólo defendidos;

y la lengua, torpe, enmudecía,

con no poder hablar los desmentía.

Y aquella del calor más competente

científica oficina

próvida de los miembros despensera,

que avara nunca v siempre diligente,

ni a la parte prefiere más vecina

ni olvida a la remota,

y, en ajustado natural cuadrante,

las cuantidades nota

que a cada cual

...

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