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Sarmiento Y Agustín Álvarez: "La Creación Del Mundo Moral".-


Enviado por   •  16 de Noviembre de 2012  •  2.126 Palabras (9 Páginas)  •  551 Visitas

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D. F. SARMIENTO Y AGUSTÍN ÁLVAREZ. “LA CREACIÓN DEL MUNDO MORAL”.-

Por Guillermo R. Gagliardi.

“El remedio es la escuela, el médico, el maestro”. Sentido emersoniano de la Ética, y Sarmientino en la Educación. Moral libre, laicismo, justicia social constituyen las banderas del pensamiento de AGUSTÍN ÁLVAREZ, , mendocino, 1857-1914.

El pensador argentino consagra a la concepción del Progreso, de la aceleración de la Evolución Mental, su mejor prosa filosófica: “La creación del mundo moral”, Madrid, Victoriano Suárez, 1913, debiera haber sido leído por DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (sanjuanino, 1811-1888), debiera haber sido escrito antes cronológicamente…

Propagador de Ideas Útiles, sembrador a lo Sarmiento, pródigo y a manos llenas. La elevación espiritual de Álvarez traduce el alma sarmientina. Se constituye en una especie de “medium” celestial del maestro cuyano.

“El hada del progreso es el instrumento propio de la educación…”, sostiene, y para “la inteligencia humana”.

· La Civilización es el resultado, piensan ellos, de la aplicación de la razón a todo el quehacer humano: el desarrollo de la industria, la paz, la cortesía, el perfeccionamiento de la experiencia y la ciencia como hacedoras de “la Gimnasia del Intelecto”.

Esa Hada Benéfica de la Humanidad, el Progreso, “es la Nueva Providencia”. El “predominio del sentido moral sobre el instinto animal”.

Es “la rama de olivo que anuncia los grandes días de la humanidad”.

Los poderes nacidos del Conocimiento Racional han de desalojar a los nacidos de la Ignorancia. Se ha llegado al descubrimiento de los Derechos del Hombre, a la vigencia de las Constituciones Republicanas, de la Libertad y el Saber.

Al desaparecer el exorcismo, las “tinieblas pavorosas”, “el purgatorio de la barbarie y la brutalidad”, se han consagrado, por el esfuerzo humano, la voluntad

de “obrar para saber y de saber para obrar”.

Hemos llegado “a la región de la luz, de la belleza, de la bondad”, el Mundo Moral: indestructible, vanguardista del Derecho, las Ciudades, las Ideas y los sentimientos.

Contiene esta concepción toda la Utopía Sarmientina, desde “Facundo” hasta “Conflictos y armonía de las razas en América”. Erección del Hombre, perfeccionamiento de las relaciones humanas, en lo privado y en lo Cívico (cap. I ‘A la manera de sinfonía’).

· En sus cartas y discursos, en sus planes de gobierno, Don Domingo, inaugura con fuerza impar una civilización afirmativa “de la posibilidad de alcanzar la dicha humana con el esfuerzo humano”, en sublimes palabras de Álvarez.

Es “el sentido optimista”, la esencia de la doctrina sarmientina, su teología. El objetivo de su política de Bien Público está elaborado con los deseos y el material con que se hizo a Dios.

Así como remedando el pensamiento de Álvarez, sus enemigos de siempre están amasados “con el material que hemos hecho al Diablo”: aires infectos de “torpeza, grosería y malevolencia”, “ánimo de rencores y resentimientos”, “atmósfera de maldades”, “caldero de acritudes”, abundante en destrucción, disolución y dogmas encadenantes, y perversidades del espíritu (cap. II, ‘De la diabolidad y la divinidad a la humanidad’).

En el estado de Barbarie, el salvaje sólo concibe Dioses como Superfiestas, que exclusivamente hacen o inducen al mal: miedo, sometimiento, sacrificios, anulaciones de Dios, el resultado reflejo, del estado espiritual de los hombres que los conciben…

Dios Bueno es aquel que permite y comprende la libertad individual y social, la autorrealización, el mejoramiento, el “obrar bajo los dictados del propio entendimiento”.

El acto moral voluntario. El Dios Civilizador, el Dios sarmientino, alimenta el “discernimiento propio”, no la regla compulsiva, la acción libre y responsable, inteligente.

Sarmiento traductor y difusor activo de Catecismos y autores Cristianos, no conjuga con la posición extrema anti-religiosa alvareziana, pero contiene su alma muchas de las inquietudes metafísicas del intelectual mendocino, quien además pertenece a una generación histórica posterior al sanjuanino.

Éste es un Defensor de Cristo Jesús y su mensaje, no obstante consideraba, con otros criterios el fanatismo eclesiástico, el dogmatismo ergotista, aristotélico, excluyente.

· Para la elevación del hombre es necesario el cultivo de la sociabilidad, en su más extenso e intenso concepto.

Es la Civilización que posibilita la Humanización ilimitada.

Sarmiento se transforma en un guerrero convencido de la Cultura, contra la ignorancia, la miseria, el despotismo, la quietud y desmoralización de los pueblos. Invitación a una vida cristiana de Bondad, de Adelanto espiritual y de dicha material, de inclusión y ahondamiento en la vida social, enriquecimiento de la interioridad, cualificación ambiental, construcción de mayores posibilidad de progreso individual y social, de profundización en nuestro propia humanidad y de superación de todo salvajismo, dogmatismo o aherrojamiento de la libertad y necesidad de avance del alma de cada uno y de la comunidad que integramos.

Para el sanjuanino: “…la civilización de un pueblo solo puede caracterizarla la más extensa apropiación de todos los productos de la tierra, el uso de todos los poderes inteligentes, y de todas las fuerzas materiales, a la comodidad , placer y elevación moral del mayor número.

El áureo pensamiento alvareziano, como fundadamente señaló Juan Antonio Solari, político y educador-escritor argentino (1899-1980) en su estudio “A. Álvarez, el moralista olvidado”, agavillado en su proteico “Magisterio de escritores”, 1974, Afirmación, p. 121-156, trasunta “alcurnia sarmientina”, semejanza, influjo de ideas, en firmeza y virtud. Anteriormente, Solari en otra semblanza más breve, en 1967, “Nuevas evocaciones”, p. 37-42.

Lo que afirma el sanjuanino en su último año de vida (1-1-1888, carta a David Peña) sintetiza su epopeya completa, su hazañosa biografía americana y metaforiza asimismo, con brillantez de estilo, la labor grande que desarrolló Álvarez en su tarea de maestro y pensador: “Había vendas espesas de ignorancia y de barbarie en el pueblo y traté de arrancarlas; oí el ruido en torno mío; ruido de cadenas que no estaban aún rotas y me junté a quienes forcejeaban por quebrantarlas…”.

Sabia meditación apostólica, que retrata en gran parte el sentido prometeano de los escritos, conferencias y discursos del mendocino.

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