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Sobre La Felicidad


Enviado por   •  18 de Diciembre de 2011  •  1.755 Palabras (8 Páginas)  •  776 Visitas

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1. Introducción

La desmesura de la felicidad

a) La «eudaimonía griega»: aproximación terminológica «Todos los hombres aspiran a la felicidad». Esta frase que encontramos en la ética de Aristóteles podría ser firmada sin muchos reparos por cualquier filósofo que pretenda reconocer una de las aspiraciones más dignas de todo ser humano, la de vivir «en plenitud».

Pero los problemas comenzarán cuando empecemos a determinar en

qué consiste esta plenitud y cómo lograr que nuestra vida esté «a

rebosar», pues vivir «en plenitud» no es sólo vivir satisfecho, sino estar

a punto de desbordar los límites de nuestra propia existencia. En este

«rebosar» que supera el mero estar contento consiste la desmesura

de la felicidad. Vayamos por partes e iniciemos nuestra reflexión con

algunas precisiones. Con el término «felicidad» traducimos el vocablo

griego eudaimonía. Aristóteles lo empleaba para designar el fin (telos)

de todas las acciones, llegando a ser el bien supremo al que

aspiramos como hombres; por ello, cuando una tradición ética explica

el obrar humano como una acción orientada conforme a fines, se

llamará explicación teleológica. Al ser la felicidad ese fin que se

persigue, entonces nos hallamos ante un sistema filosófico que recibe

el nombre de eudemonismo.

Aunque el término «felicidad» sea el que más se aproxime al

significado originario, hay otras palabras como «bienaventuranza» o

«dicha» que también designan lo que Aristóteles pretendía.

Etimológicamente significa ser favorecido por un «buen» (eu) «hado»

(-daimon), participar en un buen destino. A pesar de que este matiz no

era utilizado habitualmente por el hablante coloquial de los siglos V y IV

a. C., tiene la ventaja de recoger un dato clave: la importancia de ir

siendo agraciado por la fortuna. También había otro término con el que

se acentuaba todavía más el carácter de «regalo» que tiene la

felicidad. Se trata del término makaría o makariótes, menos utilizado

por Aristóteles, pero más querído y utilizado por Platón. La razón es

sencilla: Platón incide menos en la construcción de un carácter

personal, le da menos importancia al esfuerzo y a la voluntad de

felicidad que al hecho de que sea «regalo», «donación» y «gracia» de

los dioses. Lo realmente difícil será mantener esta tensión entre una

felicidad que es preparada por el esfuerzo de la voluntad y una

felicidad que acontece independientemente de los esfuerzos que

realice la limitada voluntad humana.

El término no siempre se traduce bien, porque cualquier traducción

debería incluir, conjunta e indisociablemente, la noción de vivir bien

(dimensión subjetiva) y comportarse bien (dimensión objetiva); de ahí

que, según se incida en uno y otro aspecto, estemos ante un

eudemonismo subjetivo o ante un eudemonismo objetivo. No sin cierto

tono aristocrático, el uso aristotélico de esta palabra refleja el firme

sentimiento griego de que la virtud y la felicidad -en el sentido de

prosperidad- no pueden divorciarse por entero. Esta ambigüedad

permite conceptuarlo subjetiva u objetivamente, pudiendo ser, a la vez,

un vocablo descriptivo (estar contento, vivir agradablemente) o un

vocablo normativo (llevar una vida digna o noble). La tarea prioritaria

de la ética aristotélica será la de concretar, llenando de contenido

normativo, dicho concepto, esbozando un modo de vida apropiado

para la consecución de la felicidad.

FELICIDAD/QUE-ES: Será difícil llegar a un acuerdo sobre el modo

de lograrla, porque para cada uno es una cosa distinta. En un nivel

puramente conceptual puede existir acuerdo en que designa el bien

supremo, la aspiración máxima del hombre; pero en un nivel puramente

fáctico constatamos no sólo la dispersión en las realidades a las que

nos referimos, sino la variabilidad con la que cada uno lo entiende:

«... acerca de la naturaleza misma de la felicidad no hay acuerdo ni

unanimidad entre los sabios y la multitud» 3.

El propio Aristóteles señaló que un día feliz no hace que podamos

llamar «feliz» a un hombre. De ahí que la felicidad no pueda ser solo

un estado emocional, sólo un placer puntual, sólo una habilidad

técnica, o sólo un bienestar pasajero. No puede tener un carácter

puntual ligado a un único momento de nuestra vida, o a sólo una

faceta de la misma; es algo que afecta a su totalidad. La realización de

una buena acción puede proporcionarnos un instante de felicidad,

pero no la felicidad plena, porque, tomada en serio, atañe al conjunto

...

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