Sobre ética y política
shajkdaTesis1 de Diciembre de 2013
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Sobre ética y política
(Oanp Eutnhtices sa nadc eProcliatic ds e(N uonteas roenl aa cNióonn -lninoea-lri nReealalt)ionship)
Roberto Follari
Doctor en Psicología. Profesor de la Universidad del Cuyo, Argentina.
Correo electrónico: rfollari@gmail.com
Fecha de recepción: febrero 2010
Fecha de aceptación y versión final: marzo 2010
Resumen
Lo ético no es reductible a la eficacia política, como a veces se imagina desde la izquierda ideológica.
Ciertamente, tampoco la política podría reducirse a formas éticas, incomprensión altamente
instalada en tiempos de crisis de la representación. El “eticismo” en la interpretación de
lo político suele servir a su deslegitimación, pues impide comprender su funcionamiento intrínseco.
Hay también un “eticismo de izquierda”, que, sin comprender los factores socio-estructurales,
interpretó el fervor por el estado soviético como el abandono ético de los principios emancipatorios
del marxismo. Pero suele predominar la idea de que un pensamiento revolucionario
puede prescindir de la ética, pues la eficacia política sería la ética por sí misma, en cuanto a sus
esperados beneficios sociales. No cuesta advertir las lamentables consecuencias de legitimación
del terror o del absolutismo que se siguen de una asunción que simplemente superponga lo político
con lo ético.
Palabras clave: ética, política, Estado, izquierda, ideología.
Abstract
The ethical cannot be reduced to political efficacy, as imagined at times by the ideological left.
Clearly, it is also the case that politics cannot be reduced to being read in ethical terms, a misunderstanding
firmly entrenched in times of the crisis of representation. “Ethicism” in political
interpretation tends to delegitimize said interpretation as it prevents an understanding of its
intrinsic functioning. There is also an “ethicism of the left” which, without understanding
socio-structural factors, interpreted support for the Soviet state as simply an ethical abandonment
of the emancipating principles of Marxism. But the idea that revolutionary thought can
dispense with ethics tends to predominate, since political efficacy would be, in and of itself, ethical
as regards the social benefits hoped for. It is not hard to predict the unfortunate consequences
of the legitimatization of terror or absolutism that follow from an assumption that simply
superimposes the ethical on the political.
Key words: ethics, politics, state, left, ideology.
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 37, Quito, mayo 2010, pp. 111-119
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
ISSN: 1390-1249
Prolegómenos
Hay quienes proponen que la ideología
reemplaza a la ética. Es casi una
manera de suponer que el fin justifica
los medios: si tengo buenos fines ideológicos,
lo demás vendría por añadidura. Quienes
creen –un poco hegelianamente– que se ha
“ascendido” desde lo personal hacia lo colectivo-
social representado en lo ideológico y en el
Estado, a menudo entienden que lo ético sería
una especie de retroceso hacia el individualismo
burgués.
Pero los crímenes y deslealtades cometidos
en nombre de altos ideales van dejando claro
que no cabe una “suspensión política de la
ética” (Zizek, 2005). Si la ética encuentra cierto
espacio de realización en lo político, ello no
implica abandonar las cuestiones de la moral
cotidiana y personal, sino reabsorber éstas y
sostenerlas en el nuevo espacio práctico asumido.
Hay quienes en nombre de lo ideológicocrítico
son capaces de negar en cada uno de los
procedimientos, aquellos fines humanitarios
que propugnan. Por ello, hoy más que nunca
la llamada a la ética parece necesaria: sólo en la
asunción responsable de que es imprescindible
sostener el respeto y la solidaridad a nivel de la
convivencia diaria, es que resulta coherente
hablar de grandes relatos sobre la emancipación
de la humanidad, de los pobres del
mundo o de nuestra Latinoamérica agobiada.
Algunos sostienen testimonialmente tal
cuestión y por ello sus actos son una continuidad
de sus palabras, no hay ruptura entre ambos.
Son aquellas actitudes atravesadas por la
decisión de no cejar en tiempos de oportunismo
pragmatista, dentro de los cuales parece
más adecuado aquello que tiene éxito, que lo
que guarda consistencia valorativa.
Incluso no faltan actualmente los que hacen
una lectura utilitarista acerca de los valores
revolucionarios de la generación de los años
setentas. Algún compañero de jornadas de
aquellos tiempos agitados me preguntaba
cuando los noventas: “¿cómo no nos dimos
cuenta de que el mundo iba en sentido contrario?”.
Su afirmación –típica de los profetas al
revés, que leen el pasado desde el presente–
implicaba el supuesto de que si él hubiese sabido
que el mundo iba hacia el neoliberalismo,
no hubiera sido militante socialista. Es decir,
que él no había estado con el socialismo porque
representara sus personales valores, sino
‘porque la historia iba hacia ese lado’. Si la historia
hubiera ido para otro, él habría estado
‘del lado acertado’. Patética caricatura de lo
ético: pongámonos del lado de los vencedores.
En parecida clave está la interpretación de
algunos jóvenes neoanarquistas (en verdad,
más liberales que anarquistas) que describen
las luchas de aquellos años como las de una generación
perdida, derrotada. Generación que
se estaría aferrando a imaginarios de un pasado
lleno de inútiles ilusiones: el mundo sería
fatalmente como es, y toda imaginación subvertora
no sería más que un reservorio de utopías
vacías e imposibles.
También en esta versión se advierte el supuesto
según el cual la ética se liga a la victoria
histórica. No se advierte que lo ético no se
sostiene a partir de triunfos necesarios, sino
desde la convicción respecto a los valores sostenidos.
Y que es más valioso el sostnimiento
de tales valores precisamente en tiempos de
derrota y de dificultades. Subirse al carro de
los triunfadores es un camino fácil y elemental.
Continuar cuando la aridez de las dificultades,
del exilio, la cárcel y los riesgos, es vivir
una ética digna de ser mantenida. Cristo, el
Che o Gandhi no terminaron sus vidas entre
loas y cetros. Son ejemplos éticos –cada uno
en su nivel y estilo– precisamente desde el
martirio y la caída.
La comprensión de lo cual no lleva a una
moral puritana ni ascética. La defensa del placer
y el ataque a la “libidofobia” de la Iglesia y
de la inicial época burguesa se vuelven contra
cierta versión autoflagelante que es propia de
alguna izquierda de tinte eclesial. Se trata de la
intensidad de los placeres que no pasa por
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aquellos fomentados desde la motivación mercantil
al consumo, sino desde la corporeidad,
lo estético, lo comunicativo, las comidas, los
viajes, los amigos. Y también desde la sexualidad,
por supuesto, reivindicable contra el espiritualismo
dualista e hipócrita y a partir de la
cual cabe asumir la defensa de la despenalización
del aborto para evitar la práctica clandestina
de éste, que condena a las mujeres más
pobres a la ilegalidad, cuando no a la muerte.
Preocupaciones inscritas como testimonio,
que no necesitan de la palabra para plasmarse.
“Escribo para analfabetos” decía Antonin Artaud.
Y no faltan quienes podrían también hacerlo,
porque lo suyo no se sostiene solo en el
plano del concepto, sino que está antes puesto
en el espacio de la sensibilidad y del afecto.
Esos que hacen de la ética una forma de
vivir con naturalidad valores ya interiorizados,
en vez de sufrir la heteronomía de cumplir con
normas externas a las cuales cupiera obedecer.
Una ética que liga placer con sentido y valores,
para que estos últimos no devengan espiritualismo
anticorpóreo, y el placer no sea ciego a
los significados de lo interpersonal y lo social.
Ese placer con sentido (consentido, por ello)
que también puede lograrse de la palabra
puesta a estas experiencias, en la que se dibujan
a sí mismos los meandros de lo vivido1.
Al final de nuestro trabajo esclareceremos
en detalle nuestro concepto de la ética. Baste
por ahora señalar que la misma es universal, en
cuanto existente en cualquier trama social posible,
pero diferenciada en sus contenidos en
cada una de las sociedades –y, en algunos
casos, en cada sector de la mismas– acorde a
condiciones histórico-sociales que son siempre
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