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Sujeto Social

ssalashid28 de Septiembre de 2011

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El concepto de sujeto social:

En un momento marcado por grandes transformaciones, en un mundo donde lo característico es la emergencia de nuevas realidades que demandan su interpretación, resulta indispensable la recuperación de la tradición sociológica por paradójico que esto parezca. La explicación de las nuevas realidades supone no sólo la elaboración de nuevas respuestas a viejas preguntas sino también la creación de nuevas interrogantes, para construir una interpretación qud explique los cambios y el sentido que tienen. Dicho de otra manera, el construir una nueva relación con el mundo que intentamos explicar. Dos son los aspectos de esa tradición que interesa destacar aquí, a saber: 1) su continuo interés por desentrañar los problemas que implica el amplio entramado de relaciones que se tejen entre el individuo y la sociedad, y 2) la creciente preocupación de la teoría sociológica por la búsqueda de la significación de la acción e interacción individuales así como por el reconocimiento de la importancia del individuo en el contínuum social.

Del énfasis puesto en cada uno de estos aspectos derivan muchos de los supuestos analíticos más generales que cada autor hace acerca de la vida social. La disputa entre las diversas corrientes del pensamiento sociológico se encuentra precisamente en estos supuestos analíticos generales. El hincapié en lo social y lo individual nos indica cuan relativas e importantes pueden ser las actitudes y comportamientos entendidos, o como apriorísticamente socializados, esto es, como algo suplementario y adicional añadido al individuo, o, como su contraparte, es decir, como señales y respuestas individuales. Esta distinción conduce a posturas enfrentadas respecto del sentido de la acción y la determinación de los actores sociales, así como a la definición de su papel activo o inactivo en la construcción del mundo social.

Por un lado, nos encontramos con la opinión según la cual la acción tanto individual como social se encuentran determinadas por los hechos sociales objetivos. Por su modo de existir, la conducta y acción de los actores individuales se convierte en puro reflejo de las estructuras más generales de la sociedad. En el campo contrario domina la visión del actor como un agente en donde destaca la conciencia humana (razón y cultura). Para quienes adhirieron a esta visión los actores y la acción individuales representaron una especie de síntesis a priori.

Como se ve ambas posturas, aunque contrarias, participan de unos supuestos fundamentalmente comunes, En ambos casos, el sujeto de la acción se presenta como un dato dado, esto es, como un actor, aunque en uno de ellos, se le considere determinado por el exterior, y en el otro, como un artífice relativamente autónomo de una actitud social desarrollada a partir de su propia pauta personal de conducta y sensibilidad.

Identidad: entenderemos la identidad como un conjunto de bienes culturales que permiten reconocer una sociedad de otra, y cuyo origen es preferentemente histórico. Tal identidad es propia de los sujetos y no impuesta desde afuera, por tanto nace de un autorreconocimiento de la pertenencia a un grupo humano en particular y de toda la herencia que de este se hereda.

IDENTIDAD LATINOAMERICANA

A la ya mencionada disyuntiva ontológica a la cual hace mención Kusch de nuestra identidad, hay otros factores que por lo menos son necesarios nombrar, y que en definitiva (des) configuran este trabajo. Se debe tener en cuenta que "es innegable que la religión ha jugado en rol fundamental en lahistoria de la cultura en Latinoamérica en cuanto a que se ocupa de los valores supremos y que a servido para fundamentar un orden social compartido". Es decir, que la religión católica ha servido de silenciador de muestras de reivindicación radical y que se ha encargado de justificar en cuenta medida a quienes en estos momentos ostentan las esferas de poder. Bajo este aspecto cabe destacar y recordar que la separación Iglesia-Estadoes algo que fue resistido en muchos países latinos, algunos de los cuales hasta el día de hoy sienten una presión muy fuerte por parte de los poderes seculares.

También, otro problema para nuestra identidad es sin duda alguna el afán de los sectores conservadores de mantener enterrado en ethos latinoamericano por "representar un riesgo a sus intereses como grupo selecto de poder". Lo que significa que ciertos sectores de la nueva o vieja oligarquía sienten que los sectores populares, que piden a gritos el florecimiento de la identidad latinoamericana, desean el poder que ellos ostentan actualmente y que, como un fantasma, la liberación de los mecanismos de opresión existentes, romperían el marco actual.

Otro problema para nuestra identidad apunta más bien a nuestras escuelas y a la didáctica de la enseñanza de la Historia, donde prevalece un enfoque tradicionalista y positivista basado en las fechas y los datos en vez de la comprensión y problematización real de nuestro pasado. Es bien conocido el desencanto juvenil frente a los discursos políticos actuales. Según Peter McLaren, como consecuencia de la condición postmoderna de nuestra sociedad actual, los jóvenes sienten repudio frente al "compromiso con el presente o a pensar históricamente", donde el vivir no cuestionándose el pasado para la comprensión del presente; es decir, viven las identidades superficiales de las imágenes que les entregan los medios de comunicación, en las que la política de análisis interpretativo es reemplazada por la política del sentirse bien, del dejar pasar o bien del olvido de la memoria histórica. Esto atenta considerablemente en nuestros jóvenes; puesto que la forma tradicional de enseñar nuestra historia no los lleva a la contextualización y contemporalización de nuestro pasado, el cual "necesita ser remodelado por la urgencia que cada generación tiene de construir el presente desde el pasado, y de producir su propia realidad social y cultural a partir del mundo que recibe como legado... superando de paso, los problemas vitales con que ese legado carga a la nueva generación".

Pasemos entonces al cuerpo propositivo de este ensayo: la memoria en la enseñanza de a Historia como constructora de identidad.

MESTIZAJE, DIVERSIDAD E INTEGRACIÓN

La cultura es el referente de la evolución espiritual y material experimentada por un individuo, por un pueblo, por una civilización. La integración y el mestizaje vinculados al concepto de cultura representan fases de la evolución, los nutrientes dinámicos que la hacen posible. De modo que la cultura, en tanto expresión de un proceso civilizador, no se comprende sin la integración y el mestizaje.

Ahora bien, cuando se habla de integración y mestizaje el alcance de estos conceptos no expresa las partes de un proceso civilizador sino aspectos migratorios de los países pobres vistos como un problema social y demográfico por los países huéspedes, los desarrollados.

La integración y el mestizaje son fases vitales de un individuo o de un grupo de individuos trasterrado que afectan la identidad de los inmi-grados y también la identidad de los miembros de la sociedad huésped. Se da así una ineludible confrontación cultural que resulta más dolorosa en la medida que unos y otros se cierran en sus propios imaginarios históricos, políticos, religiosos y folclóricos.

Esta confrontación ha enfrentado a las demo-cracias occidentales a contradicciones que cues-tionan los principios y la legitimidad del sistema. Si se considera que éste tiene como base el reconocimiento de los derechos fundamentales del ser humano y el ejercicio de la libertad individual y de la soberanía de los pueblos como motor del progreso humano, el sistema democrático, pongamos por caso el español, no parece haber encontrado los mecanismos para contrarrestar las tendencias ideológicas conservadoras que desvir-túan los principios universalistas.

Así, del mismo modo que la negativa a reconocer el voto femenino hacía del sufragio universal una mentira que ponía en tela de juicio la legitimidad de las democracias parlamentarias hasta no hace mucho tiempo, las restricciones gubernamentales al derecho de asilo, al reco-nocimiento pleno de los derechos civiles a los inmigrados y a la libre circulación de las personas aparecen como limitaciones flagrantes del orden democrático y una conculcación de los principios políticos y éticos en los que declara sustentarse.

En el caso de la inmigración, las contradicciones se hacen más dramáticas en la medida que la clase dirigente, sin distinción de banderías ni partidos, sustenta una política a partir de la defensa de supuestos intereses nacionales en tanto que ve a las corrientes migratorias como una amenaza para la seguridad y la integridad nacionales, pero en la medida que necesita de la fuerza de trabajo de los inmigrados debilita la situación civil para usufructuar su capacidad productiva.

Se trata de una política éticamente perversa, que los partidos de derecha no disimulan y los de izquierda lo hacen bajo el enunciado de aceptación retórica de la «diversidad cultural». En uno y otro caso es una política que internaliza e institucionaliza en el cuerpo social el racismo y la xenofobia, los cuales se manifiestan en diversos grados, pero que en última instancia suponen la discriminación del inmigrado según su clase social, situación económica, procedencia étnica o creencia religiosa y permite al aparato político administrativo del Estado la clasificación jurídica de legales o ilegales. Una situación que acaba por aumentar la división social y la confrontación con los sectores económica y culturalmente más vulnerables de

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