Sujeto del siglo XX

1. SUJETO DEL SIGLO XX

La época moderna engendró, desde sus cimientos, una concepción nueva del sujeto individual como elemento básico para el funcionamiento y el progreso de la sociedad, que se basaba en la conciencia propia y en su autonomía frente a las tradiciones y estructuras anteriores, dando origen a una forma de individualismo cuyo centro esencial del ser era la identidad de una persona. Según Stuart Hall, de acuerdo a la trayectoria de la modernidad y los cambios que se generan dentro de ella, la identidad evolucionó tres conceptos distintos: la del sujeto en la Ilustración, la del sujeto sociológico y la del sujeto posmoderno. El primero concebía al humano como un sujeto totalmente centrado y unificado, dotado de su racionalidad, y cuyo núcleo de identidad permanecía igual durante toda su existencia; el segundo reflejaba la “complejidad creciente del mundo moderno”, y tomó en cuenta la relación del individuo con la sociedad, la recepción del sujeto de su entorno, estableciendo una conexión entre lo personal y lo público: se “estabiliza tanto a los sujetos como a los mundos culturales que ellos habitaban” en una relación de reciprocidad; el tercero se gesta como carente de una identidad fija, como un individuo que asume diferentes identidades dependiendo del momento, confrontándose con una “multiplicidad desconcertante y efímera” de posibilidades.

Este último sujeto, sin una identidad unificada, completa ni segura, se entiende como un producto tanto de la globalización que modificó las características de la existencia cotidiana, como del carácter del cambio en la modernidad tardía, comprendiendo, además, la inflexión que sufre la experiencia temporal, cuando se pierde la idea de la dirección del progreso de la modernidad, que pasa por sobre la experiencia individual. Así, el sujeto que antes poseía un vínculo con sus propios atributos, ya sean culturales o ideológicos,  ahora se des-centra, se “disloca”, se rompen los vínculos de sus atributos, se fragmenta, o mejor dicho, tiene una “pluralidad de centros de poder” (Hall 4).

Aquella dislocación de la identidad se ve reflejada, no sólo en la percepción del mundo y de los demás, sino también en avances en la teoría social, en las ciencias humanas y en las artes. Los principales movimientos que evidencian la dislocación han sido los de Marx, que manifiesta que el modo en que hemos organizado del trabajo ha terminado alienándonos en todos los sentidos; y los de Freud, que desarrolla su teoría del inconsciente, que causa estragos al concepto de sujeto racional de identidad fija. De todas formas, los trabajos de estos dos autores se presentan como un trabajo de conciencia política para volver a encontrar el centro. En la literatura el vínculo del sujeto con los atributos es débil, no se puede estar seguro de cómo es el sujeto: ya nadie, ningún atributo, es necesariamente verdadero.

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