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Thomas Hobbes O La Paz Contra El Clero.


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2013  •  1.552 Palabras (7 Páginas)  •  1.310 Visitas

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Thomas Hobbes o la paz contra el clero.

Antes de la Revolución Francesa ya existía un esquema de lo que sería la clásica tríada política. A la derecha; pertenecen los defensores de todo lo relacionado a la idea de monarquía. En el centro; se sitúan quienes cuestionaban en base a la pequeña y mediana propiedad. Y la izquierda representaba la reivindicación de los no propietarios. La orientación de la izquierda, contraria a la noción de derecho divino, defiende la idea de reducir el poder del clero.

Existieron concepciones como la de los Moralistas, que plantearon que el alma al igual que el cuerpo, es mortal. Se pretendía eliminar la creencia en un infierno, suprimiendo la búsqueda del paraíso y el temor al castigo eterno. La meta era erradicar el miedo que se le tenía al Clero, los cuales poseían las llaves de acceso “al cielo y al infierno”. Se tomó esta idea con el objetivo claro de disminuir el poder del Clero Anglicano en función de eliminar la principal amenaza del poder estatal. Se creía que solo el Clero tenía la capacidad de ejercer presión sobre el Estado. Basándose en la idea hobbesiana de estado de naturaleza, la guerra de todos contra todos, es una respuesta a la imperante condición de igualdad que permite que prime el deseo de tener más que el otro. De la igualdad se deriva la competencia, que, ante la ausencia del poder soberano se transforma en guerra. Se presenta una naturaleza humana que no sólo es antisocial, sino que se relaciona con la desconfianza. La socialización es una contradicción de la naturaleza misma del ser humano. La opinión es la fuente de las creencias, su protagonismo resalta cuando se presenta de forma invisible, en el momento en que no es posible saber en que se cree. El manejo de las conciencias, mediante un determinado tipo de opinión, puede dirigirse contra el poder legítimo. “La casta sacerdotal”, siendo un poder oculto y opuesto al Estado, utiliza la ignorancia de los súbditos para provocar revueltas y desobediencia.

Esta desobediencia, es llamada “error”, es causada por el Clero en función de la voluntad subversiva de éste. La religión que se plantea se aleja de cualquier intención de controlar las conciencias, ya que este acto da fuerza a la iglesia. Se teme que esta fuerza se vuelva contra el Estado, lo único para lograr la salvación es fe y obediencia. Se debe seguir lo que dicte el Estado, sin prestar atención al orden del templo. Se plantea que no importa el contenido de la decisión del gobernante o religioso, al vaciar de significado gran parte de las doctrinas, se pretende remitir toda práctica, tanto civil como sacerdotal a la obediencia al Estado, en búsqueda de instaurar la paz desde éste. La idea de obediencia no se basa en el miedo inculcado en las conciencias por la religión, sino que se fundamenta en el interés de vivir a salvo del temor de la muerte violenta y al contrato como fundación del poder. El temor que existe frente al chantaje clerical era ilegítimo, mientras que el miedo al soberano es siempre legítimo, este tenía la capacidad real de castigar. Visualiza de la misma forma tanto al Clero como institución, y a la religión como doctrina, ambos debían estar bajo la primacía de un Estado. Con respecto al contrato establece que los pactos son válidos incluso antes que existiera un Estado que vigile el cumplimiento de estos. Los pactos valederos son aquellos en los cuales no existe espacio para la desconfianza. La guerra es ocasionada por una serie de factores: primero se presenta el deseo de poseer lo del otro, introduce y justifica la desconfianza la cual es el segundo factor. El no tener es identificado con el desear lo que los otros tienen, provocando temor en los poseedores suponiendo que podrían ser atacados por los que no poseen. Ante esta situación, se justifica que los primeros realicen ataques preventivos contra los que no poseen. Mientras haya razones para desconfiar, existirá el conflicto, por lo que aún sin la presencia del Estado, si no hay motivos para sospechar del otro no habría razón para que lo agredieran o fuera agredido. La desconfianza desaparece, cuando en una negociación entre dos partes una haga lo que tiene que hacer de inmediato, en tiempo presente, y la otra tenga un plazo, en el futuro, para cumplir con lo que prometió. De esta forma pueden formarse contratos sin la imperiosa necesidad de que exista un Estado. Cuando se firma el contrato definitivo, el que origina el Estado, se suprimen todas las razones para desconfiar del otro, ya que se cede el derecho a

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