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Tres son las transformaciones por las que debe pasar el espíritu: camello, león, niño


Enviado por   •  14 de Marzo de 2015  •  Ensayos  •  974 Palabras (4 Páginas)  •  429 Visitas

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Tres son las transformaciones por las que debe pasar el espíritu: camello, león, niño. Esta idea tan cara al pensamiento de Estanislao Zuleta quisiera tomarla como eje para tratar de perfilar el tipo o la propuesta de lectura formula por Nietzsche.

Primero camello: idea de trabajo, de respeto, de pesadez, de ponerle la “espalda” al texto. El camello que es también paciencia, parsimonia, “rumia” . Detenimiento. Cuando un lector asume el avatar del camello lo que está haciendo es dejarse hacer por el texto, si me presta la expresión, es una actitud o una actividad pasiva, digestiva, lenta. O, en palabras de Zuleta, es un “habitar el texto”.

Segundo el león: idea de irreverencia, de desapego al texto. De pelea. De confrontación permanente. Ahora es el lector que “azota” el texto, lo oprime, lo retuerce, lo hace suyo. Es el lector que “interroga al texto", que lo subraya, lo abre, lo desmenuza. Leer como león es no aceptar con facilidad cualquier interpretación; es sospechar del texto .

Tercero el niño: idea de inocencia, por supuesto, pero también de renovación, de creación genuina. Invitación a convertir la lectura en producto, en escritura. El lector niño ya no tiene la piel del camello que aguanta pasivamente el texto, ni tampoco las garras del un lector presuroso por imponer su subjetividad. Es más bien una invitación a recomenzar, a formular un decir autentico. La lectura recreativa.

En otras palabras: en un principio hay que “cargar” con el texto, volverlo familiar, rumiarlo, digerirlo, permitirle hibernar en nuestra conciencia; luego hay que enfrentarse a él, desconfiar, ponerlo entre paréntesis, discutirlo; finalmente debemos tratar de producir un texto nuevo, diferente, generar otros textos. El proceso de lectura Nietzscheano va de la aceptación cuidadosa, meticulosa del texto a la desconfianza mayúscula, al análisis concienzudo y pormenorizado, al lector atento. Más el proceso no termina ahí. Nietzsche avanza otro paso: hay que convertir esa confianza y esa sospecha en olvido, para que así pueda emerger, la posibilidad de crear. La lectura, entonces, es sí “que se afirma más allá de la deuda y de la venganza”. Más allá del “tú debes” o el “yo quiero”.

Nietzsche “odia a los ociosos que leen”. La lectura es un encuentro para el cual hay que prepararse psicológica y físicamente; por eso pide lectores especiales, lectores que no se dejen vencer por la primera dificultad; por eso habla en varios de sus escritos de que aún no ha llegado ese tipo de lector. El lector que Nietzsche pide es un lector “total”; un lector dedicado. Con demasiada paciencia de filólogo, que se detenga en cada signo, en cada palabra. Nietzsche, escritor de aforismos, solicita no un deletreador o un decodificador, pide otra cosa, un lector que apenas termine la última palabra de un texto esté próximo a comenzar de nuevo con la primera. De uno a otro estómago. Los lectores nietzscheanos no son lectores de la prisa o el afán. A Nietzsche le gustan lo lectores rumiantes.

Otro punto que me parece interesante es el papel del olvido en la lectura. Leer, según Nietzsche, es convivir con el texto hasta el entrañamiento. Mejor aún: cuando leemos en verdad, cuando nos entregamos como Don Quijote a la lectura “hasta que se nos seque el seso”, es cuando aparece o nace el sentido, la comprensión de lo

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