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Un analisis del concepto de perdon desarrollado a partir de la doctrina de las virtudes de Aristóteles en la Etica nicomaquea

MauricioMorales0Ensayo16 de Agosto de 2016

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UN ANÁLISIS DEL CONCEPTO DE PERDÓN DESARROLLADO A PARTIR DE LA DOCTRINA DE LAS VIRTUDES DE ARISTÓTELES EN LA ÉTICA NICOMAQUEA

DOCENTE: RUBEN ALBERTO DUARTE CUADROS

NESTOR MAURICIO MORALES ALBARRACIN

UNIVERSIDAD LIBRE DE COLOMBIA

MAESTRIA EN FILOSOFÍA DEL DERECHO Y TEORÍA POLÍTICA

FACULTAD DE FILOSOFÍA

SEMINARIO DE ÉTICA, MORAL Y DERECHO

BOGOTÁ

2015

Un análisis del concepto de perdón desarrollado a partir de la doctrina de las virtudes de Aristóteles en la Ética Nicomaquea

Con el siguiente texto busco hacer un estudio del concepto de perdón aplicado a la justicia transicional bajo los postulados que desarrolla Aristóteles al referirse a las virtudes en la Ética Nicomaquea. Pretendo a la luz de la visión aristotélica de las virtudes hacer una adaptación que permita dilucidar las diferentes aristas de este concepto. Para llevar a cabo dicho análisis dividiré el texto en dos partes: en la primera hare una descripción de lo que entiende Aristóteles por virtud y el método que usa para identificarla, para proceder en la segunda parte a realizar una adaptación del concepto del perdón como virtud, bajo los parámetros de la descripción inicial.

Introducción

Una de las constantes preocupaciones de los filósofos del derecho ha consistido fundamentalmente en determinar si existen parámetros básicos que permitan hacer de las sociedades en las que viven lugares más justos. Y fue esta una constante en la filosofía de los pensadores antiguos, especialmente en Aristóteles, quien dedicó algunos de sus estudios a determinar lo que para él eran las virtudes necesarias que debían cumplir los miembros de esa sociedad, no obstante, en la modernidad nos enfrentamos a sociedades más complejas de las que visualizaron los pensadores clásicos, en donde el conflicto se presenta como una constante y, cada vez se hace más necesario encontrar fórmulas innovadoras que nos permitan sortear los estados de guerra y avanzar hacia una sociedad más justa y preparada a afrontar los cambios con respeto e inclusión para con todos sus miembros.

Las frecuentes guerras que enfrentan los Estados modernos dejan profundas heridas en la memoria colectiva que impiden a la población recuperarse de manera idónea y pronta para continuar en la construcción constante de la sociedad. Sin duda dentro de esta perspectiva torna especial importancia el valor del perdón, como mecanismo necesario para curar las heridas y reconciliar a la sociedad.

Pensar en los valores necesarios de los que debe estar dotada una sociedad que ha sufrido una guerra y que pretende recuperarse de las heridas que produjo esta en el alma de su población, es pensar en el perdón como virtud políticamente deseable en un escenario de posconflicto.

Pese a que los antiguos griegos no concebían el perdón tal como lo hacemos en la sociedad moderna, si podemos acoger algunos de los métodos con los que pretendían describir la sociedad ideal, para intentar aplicarlos en el análisis de los problemas actuales de la moral. Y este es el caso de la doctrina de los medios que desarrolla Aristóteles en la Ética Nicomaquea y con la cual describe las virtudes.

Si entendemos al perdón como la acción interna de redimir de la responsabilidad de sus actos a quien ha cometido una falta, se hace preciso diferenciar entre los conceptos de «perdón» y «reconciliación», entendiendo que el perdón es una facultad personal y subjetiva, producto de una decisión individual, mientras que la reconciliación alude a una acción colectiva, ósea que se presenta en relación con el otro, y vincula al ofendido con su agresor. Se pensaría entonces, que si hablamos de una virtud política lo correcto sería referirnos a la reconciliación, pero es necesario entender que para que pueda existir un acto colectivo de reconciliación, el individuo primero debemos ahondar en el estudio del perdón como acto individual.

Bajo esta perspectiva intentaré hacer una análisis del concepto de perdón teniendo como referente el estudio que hace Aristóteles de las virtudes morales, en el Libro II, de la Ética Nicomaquea, titulado, De la Virtud en General.

La virtud en Aristóteles, desde el capítulo II de Ética Nicomaquea

Considera Aristóteles que el fin de la política es el bien supremo que no supone otra cosa que la felicidad de sus ciudadanos. La felicidad es deseable porque se convierte en un fin, pues es apetecible siempre por sí misma y jamás por otra cosa; nadie escoge la felicidad para conseguir el honor, el placer o la intelección[1] , sino a la inversa, se buscan los demás bienes para asegurar la felicidad. Tal felicidad solo se puede conseguir obrando conforme a la recta razón, y vivir de acuerdo a la razón requiere vivir conforme a la virtud.

Define la virtud como una disposición adquirida de la voluntad, consistente en un justo medio relativo a nosotros, el cual está determinado por la regulación recta y tal como lo determinaría el hombre prudente.

 Sostiene que la virtud se divide en dos: llama a unas virtudes intelectuales y a otras morales, al grupo de las primeras pertenecen la sabiduría, la comprensión y la prudencia, mientras que a las segundas la liberalidad y la templanza, y dado que por virtud humana entendemos la del alma y no la del cuerpo, es de las virtudes del alma que debe ocuparse el verdadero hombre de Estado, en la medida en que quiere hacer de sus conciudadanos hombres de bien. Las virtudes intelectuales se deben al magisterio, es decir, a experiencia y tiempo, mientras que las virtudes morales se deben a la costumbre.

Aristóteles sostiene que como todo lo que se da en el alma son pasiones, potencias y hábitos, la virtud deberá ser una de estas tres cosas. Llamó pasiones a todas las afecciones a las que son concomitantes el placer o la pena, tales como la alegría, la pena, el odio, la amistad y otros de su tipo; Potencias a las facultades que nos hacen susceptibles de estos estados y hábitos a las disposiciones que nos hacen conducirnos bien o mal en lo que respecta a las pasiones. Así, por ejemplo cuando al enfadarnos lo hacemos con vehemencia o remisamente, estaremos mal dispuestos y bien dispuestos cuando lo hagamos con medida.

Sabiendo que las virtudes son elecciones y, como quiera que, de un lado, no se nos declara virtuosos o viciosos por tener pasiones, así como tampoco se nos podría alabar o censurar  por airarnos o temer,  pues no depende de nosotros, así pues las virtudes no son ni pasiones ni potencias, lo que solo querría decir que son hábitos.

Agrega que, como quiera que no basta con decir que la virtud es un hábito, sino que es preciso decir cuál, se hace necesario sostener que toda virtud perfecciona la buena disposición de aquello cuya virtud es, y produce adecuadamente su obra propia. Así pues, la virtud del hombre será entonces aquel hábito por el cual el hombre se hace bueno y gracia al cual realizara bien la obra que le es propia.

Asevera que la virtud tiene por materia pasiones y acciones en las cuales se peca por exceso y se incurre en censura por defecto, mientras que el término medio obtiene la alabanza y el éxito. En consecuencia, la virtud es una posición intermedia, puesto que apunta al término medio.

Afirma que los actos humanos son de tal naturaleza que se malogran tanto por defecto como por exceso, y pone como ejemplo la gimnasia diciendo que tanto la gimnasia exagerada como la insuficiente debilitan el vigor, y otro tanto pasa con la comida y la bebida que tanto en exceso como en defecto malogran la salud, en cambio cuando se suministra en la medida adecuada desarrolla una buena salud. De igual forma sucede con la templanza, la valentía y las demás virtudes. Así pues, la virtud del hombre valiente se malogra en su exceso cuando se convierte en un hombre osado y por defecto cuando es un cobarde.

Al asegurar que tanto el exceso como el defecto malogran las virtudes, en tanto que estas se conservan por la medida, Aristóteles define su doctrina del término medio, en donde cada virtud es un medio entre dos vicios. Agrega que estas tres disposiciones, de las cuales dos son vicios, una por exceso otra por defecto y una la que está en el medio, la virtud, se oponen todas a todas de cierta manera; los extremos son opuestos al medio y entre sí, y el medio a los extremos, pero para el defecto y el medio son opuestos el exceso como lo es para el exceso y el medio el defecto.

Finalmente, asegura que así como el mal pertenece al infinito y el bien a lo finito y de una sola forma es el acierto, de la misma manera es fácil fallar y difícil acertar; la virtud es un hábito selectivo, y es propio del vicio el exceso y el defecto. Lo difícil resulta obrar conforme a la virtud, es decir en el término medio.

 Pese a lo anterior, Aristóteles afirma que, no toda acción permite una posición intermedia, pues es absurdo pretender que en la injusticia, en la cobardía y el desenfreno pudiese haber un medio, un exceso y un defecto, porque entonces habría un medio del exceso y del defecto, y un exceso del exceso y un defecto del defecto.

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