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Vertientes De La Filosofía Humanista


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2014  •  4.515 Palabras (19 Páginas)  •  1.525 Visitas

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INTRODUCCIÓN

En este ensayo daremos un recorrido desde el inicio de las cuatro vertientes de la filosofía humanista, tomando en cuenta los diversos orígenes y características, que los definen como vertientes.

Iniciaremos con vertientes de la filosofía humanística:

El humanismo cristiano: es la interpretación del cristianismo en clave humanista.

El humanismo marxista: después de la segunda guerra mundial, “el modelo” de marxismo que Lenin había instaurado en la unión soviética.

El humanismo existencialista: el panorama cultural francés se ve dominado por la figura de Sartre y por el existencialista.

Por último veremos el personalismo psicológico: que es una corriente filosófica que pone el énfasis en la persona.

En el personalismo psicológico veremos tres diferentes precursores:

Emmanuel Kant: a Kant se le consideraba precursor del personalismo.

Jacques Maritain: Maritain es considerado generalmente como uno de los representantes contemporáneos del tomismo y personalismo comunitario.

Emmanuel Mounier: Mounier afirma que el individuo es la dispersión de la persona en la materia, dispersión y avaricia.

Una vez entendido todo este proceso de vertientes de la filosofía humanista: seremos capaces de entender lo que en verdad quiere darnos a entender.

DESARROLLO

EL HUMANISMO CRISTIANO

Es la interpretación del cristianismo en la clave humanista se desarrolla en la primer mitad de este siglo.

A partir del renacimiento, la autoridad espiritual de la iglesia, que por mil años había sido la depositaria de la visión cristiana en occidente, fue declinado cada vez más en un crescendo de eventos apócales: la cultura del humanismo invierte la imagen que el cristianismo medieval había construido del hombre, la naturaleza y la historia; luego de la reforma protestante divide a los cristianos de Europa; en el seiscientos y sobre todo en el setecientos, las filosofías racionalistas, que se habían difundido entre las clases cultas, ponen en discusión la esencia misma del cristianismo.

En el tortuoso acercamiento de la iglesia al mundo moderno, la encíclica Rerum Novarum de león XIII de 1891 constituye un hito fundamental. Con esta encíclica la iglesia se dio una doctrina social que pudiera contraponerse al liberalismo y al socialismo.

Después de la tragedia de la primera guerra mundial, en el clima de desilusión general frente a las ideas de progreso sostenidas por el socialismo y el liberalismo. La iglesia pasó decididamente al contraataque.

En este intento de reponerse al mundo moderno los valores cristianos, debidamente actualizados, que se encuadra el humanismo cristiano, cuyo iniciador puede ser considerado el francés Jacques maritain.

Maritain había sido primero alumno de Bergson y después había adherido al socialismo revolucionario. Insatisfecho de ambas filosofías, en 1906 se convirtió al catolicismo. Fue uno de los exponentes más notables del así llamado “neotomismo”, es decir, de aquella corriente de pensamiento católico moderno que se remite directamente a santo tomas de Aquino y, a través de él, a Aristóteles, cuya filosofía santo tomas había tratado de conciliar con los dogmas cristianos.

Maritain, con una posición que se contrapone radicalmente a la tendencia más general del pensamiento moderno, de un salto hacia atrás, sobrevolando el renacimiento y reconectándose con el pensamiento medieval.

En su libro humanista integral, examina la evolución del pensamiento moderno desde crisis de la cristiandad medieval al individualismo burgués del siglo XIX y al totalitarismo del siglo XX.

Así, que el hombre moderno que surge en el renacimiento, lleva consigo este pecado de soberbia.

He aquí las etapas de esta decadencia progresiva del hombre moderno que, como Prometeo, se rebela ante dios y, como Fausto, está dispuesto a todo con tal de arrebatar los secretos de la naturaleza: con respecto al hombre, se puede notar que durante el primer periodo de la época moderna, ante todo con descartes y luego con Rousseau y Kant, el racionalismo había construido de la personalidad del hombre una imagen soberbia y espléndida, indestructible, celosa de su inmanencia y autonomía y, finalmente, buena por esencia.

Al humanismo antropocéntrico así descrito, Maritain contrapone un humanismo cristiano, que define como integral o teocéntrico.

La base sobre la que se apoya el humanismo teocéntrico es una concepción del hombre.

Aquí vemos que la concepción que Maritain tiene del hombre es la concepción clásica de Aristóteles (“el hombre es un animal racional”) interpretada en clave cristiana por Santo Tomás.

Maritian distingue en la persona humana dos tipos de aspiraciones, las connaturales y las transnaturales. Mediante las primeras el hombre tiende a realizar ciertas cualidades específicas que hacen de él un individuo particular.

Al humanismo teocéntrico así entendiendo, Maritain le confía la tarea de reconstruir una “nueva cristiandad” que sepa reconducir la sociedad profana a los valores y al espíritu del evangelio.

La interpretación cristiana que Maritain dio del humanismo fue acogida en forma entusiasta en algunos sectores de la iglesia y entre varios grupos laicos.

EL HUMANISMO MARXISTA

Después de la segunda guerra mundial, el “modelo” de marxismo que Lenin había instaurado en la unión soviética estaba sufriendo una dramática y profunda crisis, mostrando con Stalin el rostro de una despiadada dictadura. Es en este contexto que se desarrolla una nueva interpretación del pensamiento Marx- en oposición y como alternativa a la “oficial” del régimen soviético- que se conoce como “humanismo marxista”.

Y es así que, a partir de los años cincuenta. Con el desafío a nivel de interpretación teórica que el humanismo marxista lanza a la doctrina “ortodoxa” del régimen soviético.

En los años inmediatamente posteriores a la muerte de su fundador (1883), o sea en el tiempo de la segunda internacional (1889), el marxismo era interpretado prevalentemente como “materialismo histórico”, al que se entienda como una doctrina “científica” de las sociedades humanas y de sus trasformaciones, fundada en hechos económicos y encuadrada en el contexto más amplio de una filosofía de la evolución de la naturaleza desarrollada por Engels.

En el siglo XX, la victoria de la revolución proletaria en Rusia y su fracaso en Alemania y en el resto de Europa occidental impusieron la interpretación del marxismo elaborada primero por plejanov y Lenin, y más tarde por Stalin. Esta interpretación entiende al marxismo fundamentalmente como “materialismo dialéctico”, es decir como una doctrina filosófica materialista.

Con Stalin, el “materialismo dialéctico” se transforma en la doctrina oficial del partido marxista-leninista soviético y de los partidos comunistas que dependen de e él.

El término “materialismo histórico” comienza a aparecer en las últimas obras de Engels quien, sin embargo, prefiere utilizar en general la expresión “concepción materialista de la historia”.

El hecho histórico primario consiste, para Marx, en la producción de bienes materiales que permiten la supervivencia de los individuos y de la especie.

Son estas necesidades primarias las que estimulan al ser humano a buscar, en el mundo natural, los objetos y los medios que le permitan satisfacerlas.

La medición entre estos dos polos opuestos, la necesidad y su satisfacción, y, por lo tanto, entre hombre y naturaleza- está constituida, para Marx, por el trabajo.

Toda época histórica se caracteriza por un determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas, expresión que define simultáneamente el conjunto de las necesidades y de los medios de producción (técnicas, conocimientos, hombres, etc.) empleados para satisfacerlas.

Marx ha llamado modo de producción al conjunto dado por las relaciones de producción y las fuerzas productivas. El modo de producción es el verdadero fundamento de la sociedad, lo que determina su ordenamiento en las distintas articulaciones: jurídica, política, institucional, etc.

He aquí cómo Marx expresa este concepto fundamental en el prefacio de la Crítica de la Economía Política (1859) que contiene una exposición sintética del materialismo histórico: «En la producción social de su existencia los hombres se encuentran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad, es decir, en relaciones de producción, que corresponden a un determinado nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.

En base a estos principios, Marx reconstruye la historia de las sociedades humanas a partir de las comunidades primitivas hasta la sociedad burguesa de su tiempo.

En ese momento se verifica una transformación revolucionaria y se establece un nuevo modo de producción.

Este es el destino histórico de la sociedad burguesa fundada en el trabajo industrial, la propiedad privada de los medios de producción, la hegemonía del capital.

El campo de acción del capitalismo se extiende ya al mundo entero: extrae las materias primas de los lugares más remotos y penetra con sus productos en todos los países, por aislados que éstos sean. Pero el capitalismo está minado por una contradicción insanable entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción.

La fuerza que pondrá fin al dominio de la burguesía capitalista es la negación dialéctica, el espejo en negativo de todas las características de la burguesía: el proletariado.

Sin embargo, también la desaparición de la burguesía y la victoria del proletariado están determinadas por las condiciones materiales de la sociedad y no por un impulso revolucionario puramente voluntario.

De todas maneras, la victoria de la revolución proletaria está asegurada porque se inscribe necesariamente en la dinámica de la evolución histórica: ella instaurará un modo de producción el comunismo más avanzado que el capitalismo.

El marxismo comenzó siendo una teoría de la lucha de las clases basada en las relaciones sociales específicas de la producción capitalista. El marxismo no quiere ser una teoría filosófica solamente, sino que quiere unir teoría y práctica para transformar la sociedad.

EL HUMANISMO EXISTENCIALISTA

Inmediatamente después de la segunda guerra mundial, el panorama cultural francés se ve dominado por la figura de Sartre y por el existencialismo, la corriente de pensamiento que él contribuyó a difundir a través de su obra de filósofo y escritor, y de su engagement o compromiso político-cultural.

La formación filosófica de Sartre recibe principalmente la influencia de la escuela fenomenológica. Becado en Alemania en los años 1933-34, Sartre entra en contacto directo con el pensamiento de Husserl y Heiddeger.

La búsqueda de Sartre parte del campo de la sicología. Sartre se siente profundamente insatisfecho con la sicología moderna, con su planteo positivista y su pretensión de tratar a los fenómenos síquicos como si fueran fenómenos naturales, aislándolos, separándolos de la conciencia que los ha constituido.

La aplicación del método fenomenológico a temas de sicología se formaliza en tres ensayos: La imaginación (1936), Esbozo de una teoría de las emociones (1939) y Lo imaginario (1940). Para Sartre no se trata de estudiar esta o aquella emoción, o de recoger datos sobre particulares comportamientos emotivos –como lo haría un sicólogo tradicional–, sino de ir a las estructuras fundamentales de la conciencia que permiten y explican el fenómeno emotivo. La emoción y la imaginación son tipos organizados de conciencia, modos particulares de relacionarse con el mundo, de atribuir un significado a las situaciones que se viven.

Pero Sartre no tarda en alejarse de Husserl por la importancia central que éste asigna a los aspectos lógicos y gnoseológicos en su investigación. Para Sartre, es fundamental el estudio de la relación entre la conciencia humana real, existente, y el mundo de las cosas al que la conciencia, por su misma constitución, hace siempre referencia, pero por el que se siente limitada y oprimida.

Sartre reformula el concepto fundamental de la fenomenología –la intencionalidad de la conciencia– como trascendencia hacia el mundo: la conciencia trasciende a sí misma, se supera continuamente hacia el mundo de las cosas. Pero el mundo, a pesar de ser el soporte de la actividad intencional de la conciencia, no es reductible a ésta: es lo otro para la conciencia, es la realidad de las cosas y los hechos, realidad maciza y opaca, dada, gratuita.

Lo mismo vale para el ser humano: es contingente, está destinado a morir, podría no estar, pero no obstante existe, está allí, arrojando en el mundo sin haberlo elegido, en situación, en un tiempo dado y en un lugar dado, con ese determinado cuerpo y en esa determinada sociedad, interrogándose “bajo un cielo vacio”.

La conciencia, que es la libertad absoluta de crear los significados de las cosas, de las situaciones particulares y del mundo en general, está siempre obligada a elegir, a discriminar la realidad. En esta tarea de incesante proyección y de auto-proyección que anula y reconstruye el mundo, el hombre es, por esencia, sus propias posibilidades; su existencia está de continuo puesta en juego por sus elecciones, proyectos y actos. Pero es justamente la libertad de elegir, esta libertad absoluta que es la esencia misma de la conciencia, la que genera angustia. En el ser y la nada, siguiendo tanto a kierkegaard y como Heidegger, Sartre define a la angustia como la sensación de vértigo que invade al hombre cuando éste descubre su libertad y se da cuenta de ser el único responsable de las propias decisiones y acciones. A diferencia del miedo, que se refiere siempre a un objeto, la angustia no tiene referencia precisa, sino que es más bien “miedo a tener miedo” o, como decía kierkeggard, es “temor y temblor”.

Pero la conciencia, que es el fundamento de todo, por su propia contingencia no puede encontrar justificación para sí ni en el mundo ni en sí misma. En la conclusión de El ser y la nada se dice: <<…él para-si es efectivamente perpetuo proyecto de fundar en cuanto ser y perpetua derrota de este proyecto>>. En síntesis, para el Sartre de El ser y la nada la esencia de la conciencia humana está en el intento permanentemente frustrado de auto fundarse, de anclarse. En efecto, El ser y la nada no presenta ninguna propuesta positiva, no indica ninguna dirección para superar el jaque, el sin-sentido de la existencia. Sartre, que había participado sólo marginalmente en la resistencia contra los nazis, “llevando alguna valija” como el mismo dirá se encontró dominando la escena político-filosófica francesa, junto al marxismo y al humanismo cristiano.

El existencialismo se formula como doctrina humanista, en cuyo centro están el hombre y su libertad, pero además invoca el compromiso militante en la sociedad y la lucha contra toda forma de opresión y alienación. Una doctrina así estructurada debía servir como base para la construcción de una nueva fuerza política, para la apertura de una “tercera vía” entre el partido católico y el comunista.

Es entonces con esta intención que Sartre público, en el año 1946, El existencialismo es un humanismo.

La conferencia había tenido el objetivo inmediato de responder a las acusaciones y a los malentendidos que circulaban con respecto, al existencialismo en los ambientes de derecha y de izquierda:

Los adversarios de derecha lo calificaban como una doctrina del absurdo y de la nada, ateo, materialista, que mostraba los aspectos más crudos y sórdidos del ser humano.

Los adversarios de la izquierda lo describían como una teoría decadente, un típico producto del idealismo pequeño-burgués que conducía al inmovilismo y a la resignación.

Después de estos comentarios, necesarios para entender el cuadro filosófico-político en que Sartre se movía, veamos cómo él mismo presenta y defiende la tesis de que el existencialismo es un humanismo: <<trataré hoy de responder a todas estas críticas dispares y es por ello que he titulado esta breve exposición “El existencialismo es un humanismo”. Y más adelante precisa: <<nuestro punto de partida es, en efecto, la subjetividad del individuo, y esto por razones estrictamente filosóficas… no puede haber, en principio, otra verdad que ésta: yo pienso, por lo tanto soy.

Pero a diferencia de lo que ocurre en la filosofía cartesiana, para Sartre el yo pienso remite directamente al mundo, a los otros seres humanos. Continúa Sartre: «De esta manera, el hombre que se aprehende a sí mismo directamente con el “cógito” descubre también a todos los demás, y los descubre como condición de su propia existencia. Luego Sartre pasa a definir lo que es el hombre para el existencialismo. Todos los existencialistas de distinta extracción, ya sea cristiana o atea, incluso Heidegger, para Sartre concuerdan en esto: que en el ser humano la existencia precede a la esencia. El artesano se ha referido al concepto de cortapapel y, al mismo tiempo, a una técnica de producción preliminar que es parte del concepto mismo y que en el fondo es una “receta”. Así, dice Sartre, en la religión cristiana, sobre la cual se ha formado el pensamiento europeo, el Dios creador es concebido como un zumo artesano, que crea al hombre inspirándose en una determinada concepción, la esencia del hombre, tal como el artesano común fabrica el cortapapel. Pero «el existencialismo ateo que yo represento» –prosigue Sartre– «es más coherente. Éste afirma que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el cual la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de ser definido por algún concepto: este ser es el hombre, o como dice Heidegger, la realidad humana. Y más adelante precisa: «...el hombre no es de otro modo más que como él mismo se hace. Este es el primer principio del existencialismo. Y es también aquello que se llama subjetividad y que se nos reprocha con este mismo término. Por lo tanto, el hombre no tiene una esencia determinada; su esencia se construye en la existencia, primero como proyecto y después a través de sus acciones.

Refiriéndose a uno de los inspiradores del existencialismo, Dostoievski, Sartre afirma: «Dostoievski ha escrito: 'Si Dios no existe, todo está permitido'. He aquí el punto de partida del existencialismo. Entonces, según lo que Heidegger había enseñado, el hombre está solo, abandonado en el mundo; además está obligado a elegir y a construirse en la elección. El abandono y la elección van junto con la angustia. Hay que decir que Sartre, en el intento de recalificar al existencialismo como un humanismo, se ha visto obligado a revisar este punto, dándole una distinta función al concepto de angustia, que tanta importancia tenía en su filosofía precedente.

Sobre estas bases Sartre construye su ética social de la libertad: «...Cuando en un plano de total autenticidad, yo he reconocido que el hombre es un ser en el cual la esencia está precedida por la existencia, que es un ser libre que sólo puede querer, en circunstancias diversas, la propia libertad, he reconocido al mismo tiempo que yo sólo puedo querer la libertad de los otros».

Esta ética de Sartre no se funda sobre el objeto elegido, sino sobre la autenticidad de la elección. A diferencia de cuanto afirmaba en El ser y la nada, ahora, para Sartre no todos los comportamientos son igualmente carentes de sentido. No obstante él reafirme que para actuar no es necesario tener esperanza, la acción no es necesariamente gratuita, absurda o infundada. Esta conexión entre la trascendencia como constitutiva del hombre (no en el sentido que se da a la palabra cuando se dice que Dios es trascendente, sino en el sentido del ir más allá) y la subjetividad (en el sentido de que el hombre no está encerrado en sí mismo, sino que está siempre presente en un universo humano) es lo que nosotros llamamos humanismo existencialista. Éstas son entonces las ideas fundamentales del humanismo existencialista, según Sartre las formulara en 1945-46. Pero el pensamiento de Sartre sufrió, en los años sucesivos, continuos reajustes y, a veces, mutaciones profundas en un difícil itinerario que llevó al filósofo primero a ser un “compañero de camino” del Partido Comunista francés y luego a asumir una posición de abierta ruptura con éste, después de la invasión de Hungría en 1956.

Aun con esta definición más restringida, Sartre no abandonaba el tema central de toda su filosofía: que la libertad es constitutiva de la conciencia humana.

EL PERSONALISMO PSICOLÓGICO

El personalismo es una corriente filosófica que pone el énfasis en la persona. Considera al hombre como un ser subsistente y autónomo, esencialmente social y comunitario, un ser libre, trascendente y con un valor en sí mismo que le impide convertirse en un mero objeto.

Orígenes del personalismo psicológico

El personalismo como corriente de pensamiento tiene lugar dentro de un medio rodeado por diversas ideologías propias de la situación política que el mundo atravesaba durante la primera mitad del siglo XX.

El capitalismo por su parte proclamaba la libertad del individuo y su derecho a la propiedad privada pero después no establecía mecanismos solidarios entre los sujetos, sino que cada uno debía resolver sus problemas con sus propias fuerzas y recursos.

En respuesta al capitalismo, el marxismo como ideología de gran popularidad en el viejo mundo ofrecía un enfrentamiento con el opresor a través de la lucha de clases para reapropiarse de los medios de producción que habían usurpado los explotadores.

Junto al marxismo aparecieron dos movimientos totalitarios. El nazismo por un lado, propugnaba la supremacía de la raza aria sobre todas las demás y de ahí deducía su derecho a dominar sobre todos los pueblos. El fascismo por otro lado, definía al hombre como un momento o manifestación concreta que adopta un Espíritu absoluto que permanece y al que tiene que ponerse a su servicio.

EMMANUEL KANT

A Kant se le considera precursor del Personalismo por sus aportes en torno a la concepción de persona como valor absoluto, distinguiéndola radicalmente de las cosas u objetos.

Para Kant (1724-1804), a finales del s. XVIII y después de la Revolución francesa, la jerarquía epistemológica se ha invertido.

Está claro que el individualismo de la antropología kantiana o la de J.S.Mill (1806-1873) no es posesivo, como el de Hobbes o Locke. Mas en el momento en que superan el afán posesivo, se aproximan al Personalismo, como ocurre con la segunda formulación del imperativo kantiano: “considera a tu propia persona y a la de los demás siempre como un fin, nunca sólo como un medio”.

. A través de esta fórmula del imperativo categórico, Kant no hace otra cosa, que colocar a la persona como centro de la reflexión, como un valor absoluto, radicalmente distinto de las cosas y como criterio de juicio determinante para adecuar el obrar del hombre, evitando los subjetivismos.

JACQUES MARITAIN

Maritain es considerado generalmente como uno de los representantes contemporáneos del tomismo y personalismo comunitario, pues fue el primero que desarrollo técnicamente algunos temas personalistas, además de inventar parte de la terminología e influir de este modo en Emmanuel Mounier, y éste es sin duda la fuente principal de su pensamiento. Su idea central parece ser la consideración del ser humano: "el más desprotegido de todos los animales". No es una idea enteramente suya, pues con distintos matices se encuentra en buena parte de la antropología contemporánea.

EMMANUEL MOUNIER

La filosofía de Mounier afirma que el individuo es la dispersión de la persona en la materia, dispersión y avaricia. Afirma que la persona no crece más que purificándose del individuo que hay en ella. En plena posesión de una dialéctica existencial, el personalismo aislado como unidad teniendo en cuenta la humanidad como referencia máxima con la cual cotejar, centra sus esperanzas en el término lingüístico personal.

Sobre la persona:

“Una persona es un ser espiritual constituido como tal por una manera de subsistencia; mantiene esta subsistencia por su adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una conversión constante.

El hombre es todo cuerpo, pero también, es todo espíritu. El hombre no puede existir sin el cuerpo, ciertamente, pero es el reconocimiento de su espíritu el que completa la antropología que Marx rechaza.

"No puedo pensar sin ser, y no puedo ser sin mi cuerpo, el cual es mi exposición a mí mismo, al mundo, a todos los demás. A través de él solamente puedo escapar la soledad de un pensamiento que sería solamente un pensamiento acerca del pensamiento”.

CONCLUSIÓN

Para concluir este trabajo, sobre vertientes de la filosofía humanista, es necesario darnos cuenta que cada una de la vertientes tienen diferente conceptos, pero cada una de ellas nos interpreta diferentes maneras de pensar y de expresar la ideas.

Como por ejemplo:

Para el humanismo cristiano: es la interpretación del cristianismo, el humanismo marxista: es la unión soviética, lanza la doctrina “ortodoxa” del régimen soviético, el humanismo existencialista: es fundamental el estudio de la relación entre la conciencia humana real, existente, y el mundo de la cosas al que la conciencia, por su misma constitución, hace siempre referencia, pero por el que se siente limitada y oprimida.

Para el personalismo psicológico: es una corriente filosófica, sus orígenes del personalismo psicológico: es la corriente de pensamiento.

Pero el personalismo psicológico tiene tres diferentes precursores: uno de ellos es Emmanuel Kant, a quien se le considera el precursor del personalismo por sus aportes en torno a la concepción de persona.

Otro de esos tres precursores, es Jacques Maritain, a quien se le considera generalmente como uno de los representantes contemporáneos del tomismo y personalismo comunitario.

Por último tenemos, a Emmanuel Mounier, su filosofía afirma que el individuo es la dispersión de la persona en la materia, dispersión y avaricia.

Espero que este ensayo ayude a entender todo sobre este proceso, sobre las vertientes de la filosofía humanista.

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