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ÉTICA DE LAS PROFESIONES ¿QUE SIGNIFICA SER UN PROFESIONAL EXCELENTE?


Enviado por   •  12 de Agosto de 2021  •  Resúmenes  •  1.996 Palabras (8 Páginas)  •  148 Visitas

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  1. Para cumplir con el ámbito de PRODUCCIÓN (TRABAJO AUTÓNOMO) socializado en el sílabo, cada uno de los alumnos del 8vo “B”, deben ingresar a la Plataforma virtual E-Libro y leer el texto digital con el Código: 68130 desde la página 23 hasta la 54, donde analizarán los siguientes temas:

LAS PROFESIONES TIENEN SU HISTORIA

ÉTICA DE LAS PROFESIONES

¿QUE SIGNIFICA SER UN PROFESIONAL EXCELENTE?

LA PROFESIÓN COMO PROYECTO ETICO PERSONAL

LA PROFESIÓN COMO COMPROMISO DE CIUDADANÍA

EL RETO DE ACABAR CON LA DOMINACIÓN EN EL ÁMBITO DE LAS PROFESIONES

EL HORIZONTE ÉTICO DE LAS PROFESIONES

Con estas lecturas, se solicita elaborar un RESUMEN utilizando las normas APA, que deberá tener letra Arial tamaño 12 con interlineado 1,15 carátula, nombres completos, fecha), mínimo de 8 páginas y máximo de 10 tomando en cuenta la RUBRICA de evaluación subida a la plataforma virtual, donde incluirán la bibliografía proporcionada para esta tarea. Este trabajo deberán subirlo a la plataforma virtual hasta las 23:00 horas del 13 de AGOSTO de 2021, para la evaluación individual.

Las profesiones tienen su historia

Las profesiones son instituciones sociales con una larga historia. Durante siglos, el concepto de profesión estaba reservado a muy pocas actividades humanas: las que hoy podemos llamar profesiones clásicas, que incluían a los sacerdotes, a los médicos y a los juristas.

Lo demás eran oficios, pero no profesiones propiamente dichas, se reservaba la noción de profesión para las más altas responsabilidades: las que tenían encomendado el cuidado del alma, el cuidado del cuerpo y el cuidado de la comunidad. Estas tres profesiones clásicas se regían por un estatuto especial que distinguía claramente a quienes las ejercían:

En primer lugar, el acceso al ejercicio profesional estaba restringido a un pequeño número de personas, el largo proceso de aprendizaje que era exigible se regulaba por normas muy precisas que regían en mucha menor medida para los oficios; en especial, se exigía en las profesiones una especial vocación: sólo aquéllos que tuviesen acreditadas las aptitudes necesarias para ejercer de un modo excelente, podrían ser considerados candidatos al ingreso en ella.

En segundo lugar, se exigía algún tipo de juramento solemne para acceder al ejercicio profesional: un compromiso público explícito del candidato de que conduciría su vida conforme a los valores y virtudes propios de la profesión.

En tercer lugar, el ejercicio profesional no era considerado propiamente como un trabajo por el cual se percibe el pago de un salario, sino como una noble y elevada ocupación merecedora de honorarios, esto es, de unas retribuciones que pretenden pagar el valiosísimo servicio prestado, y que tratan de honrar de algún modo a la persona que lo presta con una pequeña compensación en dinero o en especie.

En cuarto lugar, los profesionales gozaban de cierta inmunidad jurídica, teóricamente compensada por una exigencia de mayor responsabilidad ante la sociedad: los comportamientos de los profesionales no estaban sometidos a las mismas leyes que las que regían para los oficios, sino que tenían un estatuto legal particular y diferenciado.

Por último, en quinto lugar, las profesiones eran actividades liberales en un sentido de la palabra liberal que hoy se ha quedado anticuado y se nos ha hecho extraño: ocupaciones que ante todo requieren el ejercicio del entendimiento.

De este modo, mientras que el ejercicio de los llamados oficios obligaba a mancharse las manos y a realizar esfuerzos físicos, el ejercicio de las profesiones estaba por lo general liberado de semejantes contingencias.

Se ha producido un proceso de pérdida progresiva de los privilegios tradicionales de las profesiones, mientras que, al mismo tiempo, los antiguos oficios reclaman ser considerados como profesiones.

Este proceso de pérdida de privilegios y de progresiva igualación en la consideración de las actividades sociales es plenamente coherente con los principios de las revoluciones liberales que poco a poco consiguieron abolir los regímenes de monarquía absoluta: en las sociedades modernas todos los ciudadanos tienen los mismos derechos y deberes fundamentales, y por ello no es aceptable que determinados colectivos gocen de privilegios frente a los demás.

Ya no se valora la gesta heroica del caballero, ni la del religioso que abandona el mundo para recluirse en el monasterio, sino que comienza a valorarse lo que cada persona realice como vocación personal en la vida secular común.

En particular, las enseñanzas del calvinismo difunden la idea de que, a través del éxito o del fracaso de la actividad profesional, se comprueba si uno está salvado o condenado para la eternidad.

En los puntos intermedios de ese continuo podríamos hablar de profesiones que tengan una mayor o menor tradición que otras, mayor o menor organización interna, mayor o menor reconocimiento social, etc., pero profesiones, al fin y al cabo.

Porque enredarse en la discusión de cuántos y cuáles de esos rasgos son imprescindibles para que una determinada actividad pueda ser considerada profesión nos conduciría a una discusión estéril que, en opinión de algunos autores, ya se produjo en la sociología de las profesiones entre los años 1950-1970.

Ética de las profesiones

Una ética de las profesiones que pretenda estar a la altura de la conciencia moral alcanzada por nuestra época ha de ser un discurso coherente y capaz de orientar la acción de las personas interesadas en ser buenos profesionales en el sentido completo del término, esto es, profesionales técnicamente capaces y moralmente íntegros en el desempeño de su labor profesional.

Hay quienes creen que es imposible articular tal discurso, puesto que opinan que las cuestiones éticas pertenecen al fuero interno de cada cual, de modo que no resulta viable tomar como referencia una ética compartida.

Sin embargo, si realmente no hubiese, al menos tendencialmente, alguna ética compartida por todos o casi todos los ciudadanos de una sociedad moderna, tal sociedad habría desaparecido hace tiempo, entre el fragor de la violencia de los grupos enfrentados.

La ética de cualquier profesión ha de partir del reconocimiento y apego a los valores de convivencia que componen esta ética cívica compartida: valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto y la actitud de diálogo, en líneas generales, tomar en serio estos valores supone que todos los ciudadanos promuevan activamente los Derechos Humanos de primera, segunda y tercera generación.

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