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Cacicas y chamanas en el Perú precolonial

Maria Adela MondelliInforme25 de Noviembre de 2019

4.838 Palabras (20 Páginas)372 Visitas

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Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González

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Carrera : Profesorado de Historia 1° Año

Materia :

Historia Argentina y Americana I

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Título :
El lugar de la mujer andina en los sistemas de poder indígena
Coyas, Curacas, Cacicas, Sacerdotizas y Chamanas.
¿Cómo las vieron los conquistadores?

Profesora : Cintia Zirino

Ayudantes :

Santiago Rubi

Ezequiel Alejandro Ramirez

Estudiante : María Florencia Mondelli

Buenos Aires, 15 de Noviembre de 2019

El lugar de la mujer andina en los sistemas de poder indígena
Coyas, Curacas, Cacicas, Sacerdotizas y Chamanas.
¿Cómo las vieron los conquistadores?
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                                                                                   INTRODUCCIÓN

El propósito de este trabajo es indagar en el lugar que ocuparon las mujeres indígenas de la región Andina correspondiente a las actuales costas de Perú y Ecuador, en las relaciones de poder formal en la época pre-hispana y los albores de “la conquista”. Qué se sabe de ellas, y  las modalidades que tienen las fuentes a las que podemos acceder para conocerlo.

En nuestra primera aproximación observamos que las mujeres aparecen invisibilizadas en los relatos históricos de la élite indígena, pero a poco de indagar vemos que efectivamente ocuparon un espacio por lo que en principio entendemos esa invisibilización asociada al enfoque de la historia del poder en general, y de los indígenas en particular, centrado en los  varones.  

Buscando antecedentes encontramos que sobre las cacicas pre coloniales y de la primera época colonial, se encuentran trabajos de María Rostworowski (Ensayos; Estructura; Etnia) que mostraron presencia de mujeres cacicas, de poder efectivo y propietarias. También David Garrett (“His Majesty”; “In spite of her sex”) encuentra presencia de cacicas, pero cuyos maridos  o hijos varones ejercían el poder efectivo a nombre de ellas. Karen Graubart por su parte muestra que algunas mujeres obtuvieron el cargo de cacicas y ejercieron como tales porque se impusieron en los tribunales de justicia. La investigadora Caillavet también señala la presencia de una cacica en el siglo xvi en la región de Otavalo, Audiencia de Quito, una figura poderosa, que tenía tierras, personas que le rendían tributo y propiedades simbólicas y materiales. Coronel –mujer también- muestra documentación que aproxima al 16% la presencia de mujeres en los cacicazgos y propone reflexiones sobre las estrategias que diferenciaban el ejercicio del poder en mano de mujeres que de varones (1)

En este texto resaltamos y desarrollamos la consideración y el sesgo de la información a la que podemos acceder, respecto de la época, el lugar, el recorte y el sujeto al que nos referimos en este trabajo.

Contamos con registros de primera mano que nos han dejado las Crónicas de Indias. Esa información la pondremos  en el contexto histórico y su mirada sobre el género femenino. Y por este aspecto comenzaremos el análisis para luego continuar por algunos casos particulares de la relación de las mujeres indígenas en el poder real de sus comunidades.

                          LA MUJER EN LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 

1.          “Lo Femenino” en Europa en los tiempos de la Conquista de América

Desde el punto de vista Cultural y Filosófico, estamos situados en la transición entre la Era Medieval y Moderna, patriarcal, en la cabeza del pater familia heredado de le época romana y con una mujer de status inferior y subordinado asentado en los valores del cristianismo.

Hablamos de la época del humanismo europeo, hombre centro del análisis, instruído y “bueno” en búsqueda de la verdad. La mujer también debía instruirse para alcanzar una perfección que superara defectos y malicia “natural” en ella.

La perfecta casada, de Fray Luis de León, e Instrucción de la mujer cristiana, de Juan Luis Vives, son dos obras claves para poder entender el modelo de feminidad que se esperaba de las mujeres en esos tiempos.

El discurso Teológico era central de la época europea a la que nos referimos. El derecho cristiano poniendo las bases del derecho civil en la cultura occidental. El fundamento del discurso científico será el mito de Adán y Eva saliendo de su costilla para arrastrarlo a la pérdida del Paraíso. Una sociedad teocrática, signada por la autoridad divina,  fuertemente patriarcal, y misógina poniendo a la mujer en el centro y causa de todos los males.

El mundo eclesíastico es el encargado de colocar a la mujer como portadora del mal desde el mito de Eva, el peligro de la carne, y la responsable de hacer descender al hombre a los infiernos.

La capacidad del placer de la mujer, su supuesta falta de autocontrol, su lascivia, son permanente objeto de control de la religión católica poniéndola como causa de todos los males e incumplimiento del mandato divino. Todo ello lleva a la creación de una concepción sexual donde el control y la reducción de su práctica se tolera solo en las relaciones maritales con el único objetivo de la procreación, quedando excluida y condenada la sexualidad por el mero hecho del puro placer, en la que su figura central era la Virgen María. De allí el valor mítico de “la virginidad” como don al varón.

En definitiva, el discurso teológico define a la mujer como maléfica, según el Manual de los Inquisidores, moral y mentalmente inferior al varón, en palabras recogidas por Mannarelli, “proclives al mal y débiles frente a las tentaciones, lo que las hacía fáciles vehículos de las obras del demonio”. 

El discurso Científico y Médico estaba al servicio de justificar el discurso teológico en base a una supuesta perfección del cuerpo del hombre en detrimento del de la mujer,  tomando a esta como un fallo de la naturaleza, inferior al primero.

El descubrimiento del órgano del útero permitió poner a la mujer en el lugar de la procreadora y en ese órgano la residencia de su feminidad y con esto ver la importancia que la asistía.

Ponían en el útero sentimientos y autonomía, y determinación en las acciones y sentimientos de la mujer justificando así sus debilidades, ciertas enfermedades mentales, o síntomas como “la sofocación de la matriz”, signos de “enfermedad” que se le ponían a la experiencia del deseo sexual de la mujer.

Así como a la mujer buena y honesta la naturaleza no la hizo para el estudio de las ciencias, ni para los negocios de dificultades, sino para un solo oficio simple y doméstico, así les limitó el entender y, por consiguiente, les tasó las palabras y las razones. (Fray Luis de León)

A la mujer se la responsabilizaba de la infertilidad de modo absoluto, tomándolo como un castigo divino en general a características como la arrogancia, el orgullo o la poca dedicación a dios.

En relativo al pensamiento Jurídico, la desigualdad de las leyes entre los géneros tiene su origen en el derecho romano y se mantiene a lo largo de los siglos ratificando la Familia Patriarcal, los derechos y obligaciones del pater familia y el lugar de subordinación de la mujer al padre primero y al marido después. El intento de trasladar esta mirada a América trajo aparejados complejos resultados a partir del amancebamiento de las mujeres indígenas por parte de los conquistadores, los hijos ilegítimos que nacían de tales uniones, las relaciones extramatrimoniales, etc.

En la familia el varón era la fuente de razón, pensamiento, la verdad, el poder y el orden. O sea todas las buenas cualidades que se necesitaban en la familia y fuente de protección a la esposa y los hijos que se hallaban subordinados a él. A tal punto era tal subordinación y superioridad masculina que –por ley- el varón era el administrador del patrimonio de la mujer.

La desigualdad entre los géneros y la incapacidad de la mujer para ejercer labores de conocimiento, comercio, etc. estaba dictada por la ley, condenándola a los límites de lo doméstico.

Podemos imaginar el choque que esto implicó con las prácticas igualitarias y de libertad sexual que tenían los pueblos de América.

Estos cuatro aspectos anteriores  -Cultural y Filosófico, Teológico, Científico-Médico y Jurídico- condicionaban la conducta que se esperaba de los géneros, actuando como un corset a cualquier iniciativa de la mujer o liberación de mandatos del varón.

Las prácticas domésticas, las de procreación y crianza, los hábitos religiosos, el comportamiento recatado y cuidadoso de los preceptos religiosos, definían la vida de la mujer en la Edad Moderna imperante en Europa al tiempo de la Conquista.

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