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Fase Minera


Enviado por   •  13 de Diciembre de 2012  •  2.056 Palabras (9 Páginas)  •  614 Visitas

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fase minara Producción textil en la Real Audiencia de Quito

Introducción

Estamos en pleno siglo XXI y nuestro país se encuentra en una disyuntiva interesante. De pronto, el petróleo se convirtió en el oro negro y en la única fuente de ingresos de muchas naciones del mundo. Pero, ¿Desde cuándo vivmos de él? Desde 1972, es decir que hemos estado viviendo de él por menos de 40 años. Y...¿a quién se lo vendemos? Pues en su mayor parte a los Estados Unidos. Pero actualmente estamos atravesando impases diplomáticos con el país del norte y el mundo ha desatado una gran polémica sobre el "atrevimiento" nuestro de enfrentarnos con los amos del norte. Pero....¿debe el Ecuador seguir viviendo sólo del petróleo? ¿Es Estados Unidos el único país con el que podemos comerciar? Lo que muchos ecuatorianos de hoy en día desconocen, es que hace más de cuatrocientos años, los colonizadores españoles descubrieron en las manos de hábiles indígenas nuestros, una mina de oro que sustentó nuestra economía por casi doscientos años seguidos: los textiles.

El siguiente es un breve esbozo de lo que fue la producción textil en los territorios de lo que hoy es Ecuador desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII.

La conformación del estado colonial

En 1534, los españoles consolidaron su presencia en los territorios del actual Ecuador, a través del arduo proceso de conquista liderado por Sebastián de Benalcázar. A raíz del establecimiento definitivo de los ibéricos en Quito, la Corona inició una nueva organización del espacio y de los recursos. La conquista y posterior colonización de América fue para España y Portugal, el mayor acontecimiento de su historia moderna, por cuanto les permitió expandir sus fronteras territoriales, así como también ampliar su horizonte comercial.

El período histórico comprendido entre 1534 a 1563 se caracterizó por ser una etapa de conformación del nuevo orden, fundación de ciudades, repartición de tierras entre los conquistadores, llegada de las primeras órdenes religiosas e intentos de evangelización de los indígenas. Es durante estos años cuando la Corona española establece la encomienda, como primera institución oficial de control, según la cual un español tenía el derecho de poseer una tierra con el fin de ponerla a trabajar con la mano de obra local y así garantizar el pago de tributos a la Metrópoli. Paralelamente éste debía asegurar la protección y adoctrinamiento de los indígenas.

Supuso una manera de recompensar a aquellos que se habían distinguido por sus servicios y de asegurar el establecimiento de una población española en las tierras recién descubiertas y conquistadas[1].

Esta institución, con el tiempo se convirtió en un medio de explotación para las poblaciones originarias de todo el continente, hasta que en 1512 se promulgaron las Leyes de Burgos, tendientes a salvaguardar la integridad de los naturales. Pero debido a las constantes críticas del sacerdote Bartolomé de las Casas, la Corona promulgó en 1542 las Leyes Nuevas, las mismas que suponían la abolición de la esclavitud y de la servidumbre personal de los indios, así como un duro golpe a la encomienda.

Durante este tiempo, Quito dependía política y administrativamente del Virreinato del Perú, pero debido a las largas distancias entre las ciudades importantes como Quito y Lima, el rey Felipe II, creó la Real Audiencia de Quito, en 1563, hecho que permitió a estos territorios a ser focos dinamizadores de economía.

Desde fines del siglo XVI se abre un nuevo período de la dominación colonial en la Audiencia de Quito. La estrategia española orientada a hacer de América un centro proveedor de metales preciosos, generó una especialización regional dentro del imperio colonial[2].

El cuerno de la abundancia

Durante el siglo XVII, la vida en las ciudades coloniales pudo desarrollarse sin el apremio y la incertidumbre de la ciudad violenta del siglo XVI. Existía cierta calma y una fluidez del sistema colonial[3].

El intercambio comercial regional determinó la formación de un importante mercado a su interior. A través de éste, se comerciaban una serie de productos básicos que autoabastecieron al Virreinato. Así, pues, en este espacio productivamente autosuficiente la importación de productos europeos fue poco importante.

A nivel ideológico, la Contrarreforma de la Iglesia Católica se instaló fuertemente en la audiencia, con nuevas formas de atraer a la población de forma masiva. La sociedad se fue desarrollando en medio de las contradicciones producidas entre los “blancos” e indígenas.

Durante el siglo XVII, las ciudades fueron tomando una fisonomía física, cultural y social propia, y vivieron tiempos de consolidación y esplendor tanto económico como artístico[4]. En los campos y en los centros urbanos, la situación de los indígenas era muy dura, debido al maltrato y la explotación. No obstante, los españoles lograron contener alzamientos populares hasta el siglo XVIII.

Hacia la década de 1560, la Real Audiencia de Quito empezó a perfilarse como una región estratégica dentro del sistema comercial hispanoamericano como productora de tejidos prevenientes de los obrajes instalados por los españoles, principalmente en la Sierra centro-norte (actuales provincias de Chimborazo, Tungurahua, Cotopaxi, Pichincha e Imbabura). En estas tierras, los indígenas eran conocidos desde tiempos inmemoriales por su habilidad textil, la misma que fue aprovechada por los ibéricos.

Por la misma época, se descubrieron las minas de oro de Zaruma, consideradas por muchos cronistas como las tierras más ricas hasta llegar a Potosí. La Corona autorizó su explotación, cuyo auge se desarrolló entre 1585 a 1628. La minería se convirtió en el primer motor dinamizador de la economía colonial hasta que fueron descubiertas las minas de plata del cerro rico de Potosí en Bolivia y poco a poco se agotaron las vetas zarumeñas.

“La riqueza de la Audiencia, a falta de minas, se concentró en la producción de textiles”[5]. Esta producción tenía como principales mercados a las ciudades de Lima y Potosí. Hacia el año 1600, Quito se había consolidado como el mayor taller textil de Sudamérica. La dificultad de traer tejidos de España, la abundante mano de obra indígena barata y con gran dominio de las más variadas técnicas y la necesidad de tener gente trabajando con el fin de recaudar los tributos para el rey, fueron factores decisivos para el auge obrajero. Muy a menudo, los obrajes se convirtieron

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