GUERRA MUNDIAL
NATAXZ0011 de Marzo de 2013
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m_earendil www.noerestu.com
GUERRA MUNDIAL Z
Un Relato Oral de la Guerra Zombie
Max Brooks
INTRODUCCIÓN
ADVERTENCIAS
CULPA
EL GRAN PÁNICO
CAMBIANDO LA MAREA
FRENTE LOCAL: ESTADOS UNIDOS
ALREDEDOR DEL MUNDO, Y SOBRE ÉL
GUERRA TOTAL
DESPEDIDAS
AGRADECIMIENTOS
Para Henry Michael Brooks,
Que me hace desear cambiar el mundo
Traducción: m_earendil www.noerestu.com
INTRODUCCIÓN
Le dan muchos nombres: “La Crisis,” “Los Años Oscuros,” “La Plaga que Camina,” y
también nombres más nuevos y de moda como “Guerra Mundial Z” o “Primera Guerra Z.”
En lo personal me disgusta ese último título, pues sugiere una inevitable “Segunda Guerra
Z.” Para mí, siempre será “La Guerra Zombie,” y aunque algunas personas pueden discutir
acerca de la exactitud científica de la palabra zombie, me gustaría invitarlos a encontrar otro
término que tenga una aceptación tan universal para las criaturas que estuvieron a punto de
provocar nuestra extinción. Zombie sigue siendo una palabra devastadora, con un poder sin
igual para conjurar un sinfín de recuerdos y emociones, y son precisamente esos recuerdos
y emociones los que forman el tema principal de este libro.
Este registro del más grande conflicto en la historia de la humanidad le debe su existencia
a un conflicto mucho más pequeño y personal que tuve con la directora de la Comisión de
las Naciones Unidas para el Reporte Posterior a la Guerra. Mi trabajo inicial para la
Comisión no era para nada una tarea realizada por simple amor al arte. Mis gastos de viaje,
mi autorización de seguridad, mi ejército de intérpretes, tanto humanos como electrónicos,
y también mi pequeño pero invaluable aparato de transcripción activado por voz (el más
grande regalo que el digitador más lento del mundo puede desear), todas eran muestras del
valor y el respeto que tenía mi trabajo en este proyecto. Es por eso que no necesito expresar
la enorme sorpresa que me llevé cuando vi que casi la mitad de ese trabajo había sido
omitido del reporte final.
“Es demasiado personal,” dijo la directora durante una de nuestras “animadas” discusiones.
“Demasiadas opiniones, demasiados sentimientos. Eso no es lo que nos interesa en este
reporte. Necesitamos hechos claros y números, datos que no estén contaminados por el
factor humano.” Desde luego, tenía razón. El reporte oficial debía ser una recolección de
datos claros y concretos, un reporte objetivo “después de” que permitiera a las generaciones
futuras estudiar los eventos de la década del apocalipsis sin la influencia del “factor
humano.” ¿Pero acaso no es el factor humano lo que nos conecta profundamente con
nuestro pasado? ¿Acaso a las generaciones futuras les interesarán más los números y las
estadísticas, que los recuerdos personales de unos individuos parecidos a ellos? ¿Al excluir
el factor humano, no nos estamos desligando emocionalmente de nuestra historia y, que
Dios no lo permita, quizá arriesgándonos a repetirla algún día? Y a fin de cuentas, ¿no es el
factor humano lo único que nos diferencia del enemigo al que ahora nos referimos como
“los muertos vivientes”? Le presenté estas razones, quizá de una manera menos profesional
de lo adecuado, a mi “jefa,” quien después de mi exclamación final de “no podemos dejar
morir estas historias,” respondió inmediatamente diciendo, “Entonces no lo hagas. Escribe
un libro. Todavía tienes todas tus notas y la libertad legal de utilizarlas. ¿Quién te está
impidiendo que mantengas estas historias vivas en las páginas de tu (obscenidad editada)
libro?”
Sin duda, algunos críticos se ofenderán con el concepto de un libro de vivencias personales
editado tan poco tiempo después del fin de las hostilidades. Después de todo, sólo han
pasado doce años desde que el “Día VA” fue declarado en el territorio continental de los
Estados Unidos, y menos de una década desde que la última potencia mundial celebró su
Traducción: m_earendil www.noerestu.com
liberación con el “Día de la Victoria China.” Dado que muchos consideran que el Día VC
es el final oficial de la guerra, ¿cómo es posible tener una perspectiva real, en palabras de
uno de mis colegas de la ONU, “cuando hemos estado en paz apenas el mismo tiempo que
estuvimos en guerra?” Es un argumento muy válido, y necesita una respuesta. En el caso de
esta generación, los que lucharon y sufrieron para darnos esta década de paz, el tiempo es
tanto un enemigo como un aliado. Seguro, los años venideros traerán una mayor
introspección, agregando una mayor sabiduría a los recuerdos de un mundo maduro en la
posguerra. Pero muchos de esos recuerdos ya no existirán, atrapados en unos cuerpos y
espíritus demasiado viejos o enfermos como para cosechar los frutos de su victoria. No es
ningún secreto que la expectativa de vida global es una mera sombra de lo que era antes de
la guerra. Con toda la desnutrición, la polución, la reaparición de enfermedades que se
consideraban erradicadas, incluso en los Estados Unidos, a pesar del actual resurgimiento
económico y el sistema de seguridad universal en salud; simplemente no hay suficientes
recursos para atender todas las secuelas físicas y psicológicas. Es por ese gran enemigo, el
tiempo, que decidí prescindir de la posibilidad de una mayor introspección y publiqué los
relatos de estos sobrevivientes. A lo mejor en unas cuantas décadas, alguien emprenderá la
tarea de recolectar las memorias de unos sobrevivientes más viejos y quizá más sabios.
Quizá entonces yo sea también uno de ellos.
Aunque este es principalmente un libro de relatos, incluye muchos de los detalles
tecnológicos, sociales, económicos, y demás incluidos en el reporte original enviado a la
Comisión, ya que están estrechamente relacionados con las historias y las voces registradas
en estas páginas. Este libro es de ellos, no mío, y traté de mantenerme como una presencia
lo más invisible que me fue posible. Las preguntas mías que aparecen en el texto están allí
sólo para ilustrar aquellas preguntas que los lectores podrían haberse realizado. He tratado
de reservarme cualquier juicio de valor, o comentario de cualquier tipo, y si hay algún
factor humano que deba ser removido del texto, que sea el mío.
ADVERTENCIAS
GRAN CHONGQING, FEDERACIÓN UNIDA DE CHINA
[En su apogeo antes de la guerra, esta región contaba con una población de más de
treinta y cinco millones de personas. Ahora, son menos de cincuenta mil. Los fondos
para la reconstrucción han llegado tarde a esta parte del país, pues el gobierno se ha
concentrado en las áreas costeras de mayor población. No hay una central de energía,
ni agua corriente aparte de la del río Yangtse, pero las calles están limpias y el
“concejo de seguridad” local ha evitado cualquier otra epidemia posterior a la guerra.
El director del concejo es Kwang Jingshu, un médico que, a pesar de su avanzada
edad y las heridas de guerra, sigue atendiendo a sus pacientes en casa.]
Traducción: m_earendil www.noerestu.com
La primera epidemia que vi fue en una remota aldea que oficialmente no tenía nombre. Los
residentes la llamaban “Nuevo Dachang,” pero lo hacían más por nostalgia que por
cualquier otra razón. Su pueblo natal, el “Viejo Dachang,” había existido desde la era de los
Tres Reinos, con granjas, casas, e incluso árboles que tenían cientos de años. Cuando la
Represa de las Tres Gargantas fue terminada, antes de que la aguas comenzaran a subir, la
mayor parte de Dachang fue desmantelada, ladrillo por ladrillo, y reconstruida en un
terreno más alto. Sin embargo aquel Nuevo Dachang ya no era un pueblo, sino un
“patrimonio arquitectónico nacional.” Para esos pobres campesinos debió ser una dolorosa
ironía ver cómo su pueblo era salvado, para luego tener que ir a visitarlo sólo como turistas.
Quizá por eso decidieron llamar a aquel pobre asentamiento “Nuevo Dachang,” para
conservar alguna conexión con su tradición, aunque fuese sólo a través del nombre. Yo ni
siquiera sabía de la existencia de aquel “otro” Nuevo Dachang, así que podrá imaginarse mi
confusión cuando recibí esa llamada.
El hospital estaba en silencio; había sido una noche lenta, a pesar del incremento en los
accidentes de tránsito por culpa del alcohol. Las motocicletas se habían vuelto muy
populares. Solíamos decir que sus Harley-Davidsons mataban a más jóvenes Chinos que
todos los soldados de la guerra de Corea. En realidad me sentí muy agradecido por una
noche tranquila. Estaba cansado, me dolían los pies y la espalda. Me disponía a fumarme un
cigarrillo y a mirar el amanecer cuando escuché mi nombre en el altavoz de llamadas. La
recepcionista era nueva, y no pude entender muy bien lo que decía. Había un accidente, o
una enfermedad. Era una emergencia, eso era claro, y necesitaban ayuda de inmediato.
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