Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo: modelos de conquistador
María JaqueTrabajo5 de Octubre de 2015
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Universidad de Chile[pic 1]
Facultad de Filosofía y Humanidades
Departamento de Literatura
1° semestre 2015
Literatura Hispanoamericana Colonial
Trabajo N° 2
Nombre: María Angélica Lagos J.
Profesor: Luz Ángela Martínez.
Bernarda Urrejola.
Fecha: 30 de Julio del 2015.
En este trabajo me referiré al modelo de conquistador construido por Hernán Cortés, español enviado por Diego de Velázquez a América a finales de 1518 con ciertos objetivos que se mencionarán más adelante. Cortés construye ese arquetipo, el cual será imitado por los conquistadores posteriores, dentro de la Carta del Cabildo y de la Segunda Carta-Relación de Hernán Cortés al Emperador Carlos V, ambas dirigidas al rey español Carlos I: la primera escrita por miembros del cabildo fundado y dirigido por Cortés en Veracruz y la segunda narrada por el mismo español. Además de ver aquel modelo, aludiré también al propuesto por Bernal Díaz del Castillo ya que se opone en ciertos puntos al arquetipo de Cortés. Y para finalizar, se compararán ambos modelos.
Antes de aludir al modelo de conquistador que instauró Hernán Cortés, es preciso considerar que dicho modelo, al presentarse dentro de los textos previamente mencionados, corresponde a una ficcionalización del sujeto real, ya que si vemos algunas versiones y opiniones de ciertos sucesos, notaremos que hay contradicciones entre el sujeto ficticio con el real. Pero antes de explicar este punto, mostraré algunas características fundamentales de Cortés dentro de ambos textos mencionados que lo hacen transformarse en un modelo de conquistador.
Una primera característica de Cortés es el servicio que muestra hacia el rey Carlos I de España, también llamado Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico, que se evidencia en el deseo de conquistar tierras indígenas y de obtener oro y metales preciosos para dicho rey:
“En esta gran ciudad estuve proveyendo las cosas que parecía que convenía al servicio de vuestra sacra majestad y pacificando y atrayendo a él muchas provincias y tierras pobladas de muchas y muy grandes ciudades, villas y fortalezas y descubriendo minas y sabiendo e inquiriendo muchos secretos de las tierras del señorío de este Mutezuma como de otras que con él confinaban”[1].
De hecho, el servicio que muestra Cortés hacia el rey es tal, que no está dispuesto a perder ni a entregar las tierras y el oro que fueron ganados y que pertenecen no sólo a él y a los de su compañía, sino también al monarca español. Cortés dice que Velázquez había enviado a Narváez con la intención de arrebatarle las tierras y el oro, lo que significa también un robo hacia el rey. Es por ello que Cortés los trata de traidores, ya que supuestamente atentan contra los propósitos reales; y recalca que tanto él como sus súbditos están dispuestos a morir en la defensa de lo que habían ganado para Carlos I: “por ningún interés ni partido haría lo que él [Narváez] decía; antes yo y los que conmigo estaban moriríamos en defensa de la tierra, pues la habíamos ganado y tenido por vuestra majestad pacífica y segura y por no ser traidores y desleales a nuestro rey”[2] (157 SCR). Así se evidencia la lealtad y servicio de Hernán Cortés, quien está dispuesto a arriesgar su vida por proteger la tierra y el oro obtenidos para el rey. Además, en esta última cita, se percibe la obediencia exclusiva de Cortés hacia el monarca, y es por eso que no acata las órdenes de Velázquez ni permite que Narváez le arrebate las tierras y las riquezas.
Con respecto a Diego de Velázquez, quisiera recalcar cómo su figura va siendo criticada mediante las declaraciones presentes en la Segunda Carta y en la Carta del Cabildo. Ya vimos, en el primer documento, que Cortés trata a Velázquez como un traidor por querer, supuestamente, quitar las tierras y riquezas ganadas en el Nuevo Mundo; y en la Carta del Cabildo también se mencionan cosas en contra de Velázquez. Pero antes de mostrar más ejemplos, es necesario ver el contexto en el que se encontraba este último documento. Cortés, cuando llega a Veracruz en 1519, funda un cabildo y le da el poder al pueblo; pero más tarde, el cabildo pide a Cortés que sea su gobernador. Así, él pide al pueblo que envíe una carta (la Carta del Cabildo) a España, específicamente al rey Carlos I solicitando el cargo de gobernador contando todo lo sucedido hasta el momento. Teniendo esto en cuenta, veamos un par de momentos en los que Velázquez es criticado. Por ejemplo, en dicho texto se le considera como una persona interesada solo en el oro, diciendo que Cortés “determinó de hacer, no lo que Diego Velázquez quería, que era rescatar oro, sino conquistar la tierra y ganarla”[3]; y más adelante los del cabildo juzgan a Velázquez como un sujeto que los trata mal y que se mueve por “enojo y pasión, y no por justicia ni razón”[4], y por eso piden a Carlos I que no dé las tierras ganadas a Velázquez y que nombre a Cortés como gobernador de esas tierras provisoriamente. De esta manera, sean ciertas o no las actitudes que se acusan de Velázquez, se observa que el propósito de toda esa crítica es para alzar y respaldar la figura de Cortés como el fiel servidor al rey de España, mientras que Velázquez se transforma en el traidor a la Corona española, que sólo está interesado en sí mismo y en obtener riquezas, y que presenta también como un hombre con actitudes negativas. En resumen, Cortés, al destruir la imagen del otro, realza su propia figura lo que también le permite construir el modelo de conquistador de sí mismo.
Siguiendo con la caracterización de Hernán Cortés como figura, otra forma de servir a la Corona, es obteniendo un gran y nuevo número de súbditos indígenas que servirían al rey. De hecho, en la Segunda Carta, Cortés dice que invita a los nativos a ser vasallos de Carlos I, afirmando claramente que los que no acepten serían castigados: “los que quisiesen ser sus vasallos serían honrados y favorecidos y por el contrario, los que fuesen rebeldes, serían castigados conforme a justicia”[5] (107 SCR). De esta manera, Cortés se plantea como un hombre desinteresado en sí mismo que sólo anhela servir y obedecer eficazmente a su rey, dándole tierras, oro y nuevos vasallos aunque eso le cueste la vida.
Por otro lado, Cortés además de servir al rey de España, sirve a Dios. Esto lo hace, por ejemplo, quitando ídolos indígenas, los cuales reemplazó por figuras cristianas y luchando contra los nativos, que eran infieles al cristianismo. En relación a este tema y sobretodo a la visión que se tenía de los indígenas, hay que tener en cuenta que la población europea-cristiana de la época consideraba al nativo americano como un ser bestial e infernal. De hecho, se infiere que el mismo Cortés considera a los indios como infieles y como seres inferiores: “considerando esta gente ser bárbara y tan apartada del conocimiento de Dios y de la comunicación de otras naciones de razón...”[6]. De esta forma, esa definición negativa del indio justificaba sin problemas las acciones de los conquistadores, ya que, con el fin de expandir la fe cristiana, estos podían cometer actos violentos contra los nativos.
Entonces, retomando a Cortés como sujeto ficticio, dicho servicio se evidencia, por ejemplo, en la Segunda Carta en el momento en que Cortés se deshace de los ídolos indígenas, lo cual ayuda a reforzar el cristianismo: “los más principales de estos ídolos...derroqué de sus sillas y los hice echar por las escaleras abajo e hice limpiar aquellas capillas donde los tenían, porque todas estaban llenas de sangre que sacrificaban, y puse en ellas imágenes de Nuestra Señora y de otros santos”[7]. Y con respecto a las luchas contra los indios que se mencionan a lo largo del texto, el español sabe que mientras más indios mueran, tendría más posibilidades de conquistar las tierras, pero también disminuiría la cantidad de infieles por lo que el servicio a Dios sería aún más grande: “...que demás de hacer lo que como cristianos éramos obligados, en pugnar contra los enemigos de nuestra fe y por ello en el otro mundo ganábamos gloria”[8]. De este modo, no importa el tipo de violencia que haya cometido Cortés contra los indígenas, pues la definición negativa del indio que existía en la época lo respaldaba, ya sea eliminando ídolos de sectas indígenas o asesinando a miles de indios en matanzas, como la ocurrida en Cholula. De este modo, Cortés se muestra como un defensor del cristianismo, ya que está dispuesto a matar a los naturales del Nuevo Mundo y a eliminar cualquier objeto que aluda a una secta o religión que no sea la cristiana.
Siguiendo esta caracterización de Cortés como sujeto ficticio, cabe mencionar el providencialismo que se presenta en la Segunda Carta. Cortés otorga varias de sus victorias militares a Dios diciendo por ejemplo: “Bien pareció que Dios fue el que por nosotros peleó, pues entre tanta multitud de gente tan animosa y diestra en el pelear y con tantos géneros de armas para ofendernos, salimos tan libres”[9]. Además, cabe destacar que Cortés se exhibe como un fiel cristiano al tener fe en Dios, ya que, por ejemplo, el español confía que Dios lo protegerá a él y a sus súbditos como a la tierra ganada: “siempre a los osados ayuda la fortuna y que éramos cristianos y confiando en la grandísima bondad y misericordia de Dios, que no permitiría que del todo pareciésemos y se perdiese tanta y tan noble tierra como para vuestra majestad estaba pacífica”[10].
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