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HÉROES COJEDEÑOS


Enviado por   •  6 de Enero de 2012  •  2.996 Palabras (12 Páginas)  •  3.619 Visitas

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HÉROES COJEDEÑOS

JOSE LAURENCIO SILVA

José Laurencio Silva (Tinaco, Cojedes, 7 de septiembre de 1791 - Valencia, Carabobo, 27 de febrero de 1873) fue un militar venezolano de destacada participación en las guerras de independencia hispanoamericanas. General en jefe del Ejército de Venezuela en la Guerra de Independencia y los años subsiguientes. En total participó en 17 batallas y combates menores, durante la gesta emancipadora. Fueron sus padres José Dalmacio Silva y María Casilda Flores. En 1810 se enrola en la batallón núm. 9 del Tinaco, con el empleo de subteniente de milicias. Ese mismo, bajo las órdenes del brigadier Francisco Rodríguez del Toro, participa en la Campaña de Coro. Terminada esta campaña, Silva queda en guarnición, entre Baragua y Siquisique. En 1811, con el general Francisco de Miranda tomar parte en las acciones para reducir la disidencia realista de Valencia. Tras la perdida de la Primera República, Silva se tiene que ocultar en los bosques de Guárico y Cojedes, donde lleva a cabo actividades de guerrillas. En 1813, cuando Simón Bolívar pasa por San Carlos], decide unirse al Ejército Libertador con un escuadrón de caballería. El 31 de julio de 1813 combate en la batalla de Taguanes. Entre ese año y 1814 participa en casi todas las acciones tácticas libradas en ese lapso.

Prisionero en 1814, escapa y desarrolla actividades guerrilleras en los llanos de Cojedes. Por este tiempo se une al general José Antonio Páez en el Apure y toma parte en hechos de armas que acontecen en aquel teatro de operaciones; así como en los que se llevan a cabo en la Campaña del Centro (1818). Después de la batalla de Calabozo (12.2.1818) es ascendido a teniente coronel. En 1819 actúa en la Campaña de Apure y allí permanece al lado de Páez mientras Bolívar desarrolla su ofensiva sobre Nueva Granada. En 1821 recibe el despacho de coronel después de su actuación en la Campaña de Carabobo. Con Bolívar marcha ese año al sur y combate en la batalla de Bomboná el 7 de abril de 1822. Luego de un año en Guayaquil y Quito sigue con Bolívar hacia Perú donde toma parte en la campaña libertadora. El 6 de septiembre de 1824 combate en Junín y el 9 de diciembre de 1824 en Ayacucho. En esta acción recibió 3 lanzazos, por lo que fue ascendido a general de brigada. Luego de esto regresa a Venezuela, donde en 1827 contrae matrimonio con Felicia Bolívar Tinoco, hija de Juan Vicente Bolívar Palacios. En ese mismo año fue destinado a la Comandancia General de Guayana.

En 1829 fue ascendido a general de división, y en 1830 Bolívar lo nombró en Santa Marta como uno de sus albaceas testamentarios y fideicomisarios. Regresa a Venezuela en 1831 y está activo durante la Revolución de las Reformas. A pesar de que ya estaba retirado de la vida pública, tiene actuaciones aisladas en 1846 contra Ezequiel Zamora y contra el general José Antonio Páez en 1848. El 16 de diciembre de 1851 recibe letras de invalidez. El 7 de marzo de 1855, es ascendido a general en jefe. En 1859, combate a los federalistas en el occidente de Venezuela, y ese mismo año, después de algunos enfrentamientos con Ezequiel Zamora en Barinas y Portuguesa, renuncia al cargo militar que desempeñaba. Luego de esto trabaja en algunos empleos de tipo administrativo hasta que decide retirarse de manera definitiva a la vida privada y se residencia en Valencia. sus restos fueron sepultados en el Panteón Nacional el 16 de diciembre de 1942.

GENERAL MANUEL MANRIQUE

(San Carlos, 1793 – Maracaibo, 1823)

Ilustre Prócer de la Independencia Suramericana (militar y Héroe de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo). Nació en San Carlos, Estado Cojedes, el 26 de abril de 1793. Sus padres fueron Juan Miguel Manrique de La Sierra y María de Jesús Villegas y Salazar, descendiente del Capitán Juan de Villegas, fundador de Barquisimeto.

Un joven sancarleño, nacido en ilustre cuna el 26 de abril de 1793, hijo de Don Juan Manrique, "Juez subdelegado de Justicia y Real Hacienda", y de Doña María Jesús Villegas y Salazar, perteneciente a la más conspicua sociedad de la histórica Villa de San Carlos de Austria, decidió, un día entre los días, seguir el llamado de la libertad que desde Caracas, el 19 de abril de 1810, habían lanzado los padres de la Patria. Desde entonces su vida se aureola de gloria. Es espléndida la dadivosidad de su juventud impoluta. Su esfuerzo generoso no conoce límite. Por entero se entregó a la más sublime de las causas, al más inmarcesible de los objetivos: la búsqueda de la Patria abatida y conculcada por siglos de interminable despotismo.

¡Qué bien intuía el adolescente prócer lo que los historiadores, desde siempre, habían asentado en todo tiempo y circunstancias: "El que lucha por la libertad, a la postre la consigue".

Y tras ella se fue. Cuando sólo cuenta 17 años, junto con sus compañeros, sancarleños como él, Celedonio Sánchez, Teodoro y Miguel Figueredo, José Ramón Azpurrúa y otros, participa en la Expedición de Occidente contra Coro que comanda el general Francisco Rodríguez del Toro. Eran los años turbulentos de 1810 cuando se ponían los cimientos de la Patria con amalgamas amasadas con la sangre y el sudor de los hijos mártires de la Nación que nacía.

No descansa, no desfallece. Olvida que su propio padre representa a la autoridad real. No hay dudas ni escrúpulos en su mente pura y juvenil. Si para tener una Patria donde impere la libertad y la justicia hay que sobrepasar sobre los sacros sentimientos familiares, habrá que hacerlo. Porque ¿De qué vale haber nacido en tierra esclava? ¿De qué sirve vivir si no se tiene una Patria por la que luchar y a quien amar? Transcurrir una vida, ¿Qué sentido tendría si no se cuenta con lugar propio donde hacer el nido? Vence todas sus dudas, se sobrepone a los propios hados del lar familiar y dirige su brújula al norte de la libertad.

En 1811 está bajo las órdenes del Generalísimo Francisco de Miranda. Hasta 1813 luchará con él. ¡Cómo le observaría! ¡Cómo le estudiaría! Se fraguaba así para las grandes empresas que el destino le tenía reservado.

Bolívar fulgura ya como el sol en su cenit y su luz envolvente, que no cegadora, le atraía como imán poderoso. En la segunda mitad del año 13 está al lado de El Libertador. Su corazón juvenil, valiente y generoso, ofreció al Héroe toda la capacidad de su latir. Allí, junto a él, sabía que la Patria tenía su arquitecto preciso. Por ello, no importaba que el destino fuera a veces hostil. Había que continuar. La justicia del objetivo propuesto atestiguaba que cualquier inconveniente,

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