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La Patria Del Criollo De Severo Martínez Peláez: Reflexiones Sobre Su Legado (1970-2009) Por José Edgardo CAL MONTOYA*

josue8322 de Mayo de 2013

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La patria del criollo

de Severo Martínez Peláez:

reflexiones sobre su legado (1970-2009)

Por José Edgardo CAL MONTOYA*

“Viendo hacia el volcán”:

vida de un historiador

TRES DÉCADAS DESPUÉS de haberse divulgado La patria del criollo y

con motivo de la publicación de su traducción al inglés, quienes

hemos hecho de la Historia una profesión nos percatamos de que durante

todo este tiempo no se ha dejado de hablar en ningún momento

del insigne historiador guatemalteco.1 Este libro, como si fuera una prolongación

de su vida, nos ha conducido hacia el camino de los recuerdos

y anécdotas de quienes le conocieron y fueron sus alumnos, los

que siempre evocan su perdurable magisterio, la integridad de su quehacer

intelectual y la huella indeleble que “su Patria”, su primera y máxima

obra, ha dejado en la historiografía centroamericana. Sin haber

conocido a don Severo, la lectura de sus escritos en distintos momentos

de mi recorrido personal e intelectual despertó en mí una curiosidad

sobre su itinerario de vida que de manera pausada, pero muy

enriquecedora, se ha ido saciando en estos últimos cuatro años en que

he conversado con colegas y familiares que le trataron más cercanamente.

Estas conversaciones me han permitido conocer y comprender

* Docente en la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala;

investigador del Instituto de Investigaciones Históricas, Antropológicas y Arqueológicas

en la misma universidad; e-mail: <josecalmontoya@gmail.com>.

1 Julio César Pinto Soria, “Guatemala: el indígena, la nación y la historia. Algunas

reflexiones en torno a la obra de Severo Martínez Peláez”, Revista de la Universidad de

San Carlos de Guatemala, año 1, núm. 4 (abril-junio de 1999), pp. 3-21; “Severo Martínez

Peláez y su obra”, Revista Presencia (Guatemala, Facultad de Ciencias Económicas),

núm. 40 (mayo-agosto del 2001), número monográfico; Arturo Taracena Arriola, “Guatemala:

el debate historiográfico en torno al mestizaje, 1970-2000”, en Darío Euraque,

Jeffrey Gould y Charles Hale, Memorias del mestizaje: cultura política en Centroamérica

de 1920 al presente, Guatemala, Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica,

2004, pp. 79-110; Jorge Murga Armas, La tierra y los hombres en la sociedad agraria

colonial de Severo Martínez Peláez, Guatemala, Iximulew, 2008; Ana Lorena Carrillo

Padilla, Árbol de historias: configuraciones del pasado en Severo Martínez y Luis Cardoza

y Aragón, Guatemala, Del Pensativo/BUAP, 2009; George Lovell y Christopher Lutz,

Historia sin máscara: vida y obra de Severo Martínez Peláez, Guatemala, FLACSO/CEUR,

2009.

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ese lado humano de Severo Martínez Peláez que se nos había hecho

bastante esquivo. A raíz de la publicación de estudios como el dirigido

por Óscar Peláez2 y el prólogo para la edición en inglés escrito por

George Lovell y Christopher Lutz,3 se nos ha ido descubriendo la vida

de aquel introvertido pero no menos inquieto joven quetzalteco, descendiente

de asturianos, que abrazaría la vocación de historiador para

buscar la transformación de su patria.

A partir de estas ideas, deseo mostrar a ustedes algunos rasgos

que permitirán conocer a José Severo Martínez Peláez, quien desde

ese Quetzaltenango, que siempre guardó un lugar especial en su corazón,

hasta Puebla de los Ángeles, su hogar definitivo, nos legó un profundo

surco en la ya larga trayectoria de la investigación histórica guatemalteca.

4

El 16 de febrero de 1925, en un hogar privilegiado, nació Severo

Martínez “en sábanas de seda”, según sus propias palabras.5 Fue nieto

de Severo Martínez Annia, originario de Asturias y establecido en Guatemala

con su hermano Celestino a fines del siglo XIX, y primogénito

del matrimonio entre Alfredo Martínez Rodríguez y Alicia Peláez Luna,

joven perteneciente a una de las familias acomodadas de la ciudad

altense. Fermín Peláez, su abuelo materno, había estado asociado a

Justo Rufino Barrios en la fundación del Banco de Occidente. La familia

de su abuela materna era originaria de El Salvador. Los padres de

Alicia eran dueños de la finca de café Santa Elena, situada en Colomba,

Costa Cuca, la parte costera del Departamento de Quetzaltenango; en

ese lugar años más tarde Severo empezaría a cambiar la imagen que

en su infancia tenía de su entorno social.

El padre de Severo había estudiado con los jesuitas en España,

donde se hizo contable, posteriormente trabajó tres años en Londres y

regresó a Quetzaltenango a administrar la abarrotería La Sevillana, que

pertenecía a la familia, además de un bar y una sala de billar que que-

2 Óscar Guillermo Peláez Almengor, comp., La patria del criollo: tres décadas

después, Guatemala, Editorial Universitaria, 2000.

3 W. George Lovell y Christopher H. Lutz, “Introduction” a Severo Martínez

Peláez, La patria del criollo: an interpretation of colonial Guatemala, W. George Lovell

y Christopher H. Lutz, eds., Susan M. Neve y W. George Lovell, trads., Durham, N.C.,

Duke University Press, 2009, 329 págs.

4 Retomo aquí la mayor parte de las reflexiones propuestas por José Enrique Asturias

Rudeke, “Historia de un historiador”, en Peláez Almengor, comp., La patria del

criollo: tres décadas después [n. 2], pp. 31-59; y por Lovell y Lutz, “Introduction”

[n. 3], pp. xxiii-xxxiii. A ellas se suman numerosas informaciones y anécdotas compartidas

por colegas que le conocieron y trataron personalmente.

5 Lovell y Lutz, “Introduction” [n. 3], p. xxiii.

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daban al lado. El negocio paterno junto a los bienes maternos colocaban

a la familia Martínez Peláez en una posición prominente en los

círculos sociales de Quetzaltenango. Severo, como muchos de los hijos

de la élite quetzalteca, estudió en el Colegio Alemán, recinto donde

adquirió una sólida formación académica y hábitos de disciplina y responsabilidad

que lo acompañarían por el resto de su vida.

Su infancia privilegiada fue trastocada tempranamente por una tragedia,

el suicidio de su madre a causa de un amor desdichado. La

dolorosa orfandad cambió para siempre la vida de la familia Martínez

Peláez. Alfredo, viudo y con la enorme responsabilidad del negocio

familiar y de sus hijos, recurrió a una institutriz alemana, Lore Finke,

para que se hiciera cargo de la educación de los niños, tarea que la

preceptora cumplió con singular dedicación prodigándoles el cariño

materno que tanto echaban de menos. La señora Finke pronto se percataría

de las aptitudes intelectuales de Severo y se encargó de proporcionarle

una sólida formación que le permitió leer desde la Biblia

—la cual citaba de memoria en sus clases—, pasando por Filón de

Alejandría, hasta Kant y Nietzsche; de esta manera desde muy joven

Severo Martínez llegó a dominar con propiedad intrincados temas filosóficos,

literarios e históricos, rasgo que fue característico de su personalidad

como docente e intelectual.6 Su acercamiento a la cultura alemana,

especialmente a la música de Johannes Brahms, tendría un papel

central en su vida personal y académica; con particular fruición disfrutaba

escucharla en el estudio de su casa de la colonia El Carmen en la

ciudad de Guatemala,7 desde el segundo piso en que se situaba tenía

una vista del volcán de agua que diariamente le inspiraba ese amor por

su patria que, parafraseando a Francisco de Fuentes y Guzmán, “le

arrebataba”.8

El contacto con la cultura alemana que había tenido por medio del

colegio y de su institutriz inculcaron en don Severo una afición por las

actividades al aire libre y el montañismo. Desde su infancia visitará la

finca de sus abuelos, en donde por primera vez conocería la realidad

de pobreza de los indios y ladinos que trabajaban en el corte del café

bajo penosas condiciones. Será su primer encuentro con esa Guatemala

de diferencias sociales tan hondas que aún persisten y que obligan

a más del sesenta por ciento de la población a subsistir en condicio-

6 Asturias Rudeke, “Historia de un historiador” [n. 4], p. 36.

7 Esta observación se le debe a Edmundo Urrutia, véase Lovell y Lutz, “Introduction”

[n. 3], p. xxv.

8 Asturias Rudeke, “Historia de un historiador” [n. 4], p. 32.

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uno de

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