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No Hay Ladrón Que Por Bien No Venga

jaluquez25 de Abril de 2012

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NO HAY LADRÓN

QUE POR BIEN NO VENGA

De

DARÍO FO

PERSONAJES

Ladrón

Mujer del ladrón

H o m b r e

M u je r

Ana

Antonio

Segundo ladrón

Tras forzar la ventana, un ladrón entra en el apartamento del tercer piso de una casa señorial, con su clásica lámpara de tulipa. Echa un vistazo y enciende la luz.

Justo cuando va a abrir un cajón, suena el teléfono. El ladrón, presa del pánico, va rápidamente a ba¬tirse en retirada, pero al ver que no aparece nadie de la casa v por tanto no tiene nada que temer, vuelve sobre sus pasos. Sigiloso, se acerca al teléfono. Arranca el auricular y, como si quisiera ahogarlo, lo estrecha contra su pe¬cho tapándoolo con la chaqueta. Del auricular sale una voz cada vez más débil y «apagada».

VOZ.- Oiga, oiga, conteste... ¿Con quién hablo?

El ladrón saca de su chaqueta el auricular, lo levanta con cautela y lo acerca al oído; luego lo sacude repetidamente y oye un lamento.

LADRÓN.- .- ¡Oh! ¡Por fin!

VOZ.- Ohhh... por fin... ¿Con quién hablo?

LADRÓN.- .- (Otra vez sorprendido.) María... ¿eres tú?

VOZ.- Sí, soy yo, pero ¿por qué no contestabas?

Iluminada por un foco, aparece en una zona hasta ahora oscura del escenario la figura de la mujer que habla por teléfono.

LADRÓN.- .- ¡Estás loca! ¿Ahora me llamas incluso al trabajo? ¡Imagínate si llega a haber alguien en casa, en menudo lío me habrías metido!

MUJER DEL LADRÓN.- .- Pero si tú mismo me has dicho que los pro¬pietarios están en el campo... y además, perdona, pero no po¬día más... estaba preocupada por ti... me encontraba fatal... in¬cluso ahora, cuando te estaba llamando, me parecía que me ahogaba...

LADRÓN.- .- Perdona, no lo he hecho aposta, no me imaginaba:

que eras tú...

MUJER DEL LADRÓN.- .- ¿Pero qué dices?

LADRÓN.- .- Nada, nada... Pero ahora déjame... ya he perdido bastante tiempo...

MUJER DEL LADRÓN.- .- Ah, te hago perder el tiempo... ¡Gracias! Yo me muero de agobio, sufro... me desazono...

LADRÓN.- ¿Qué haces?

MUJER DEL LADRÓN.- .- Sí, me desazono... me desazono por ti... y tú me tratas así... Muy amable, la verdad... Pero no temas... de ahora en adelante no me desazonaré más... mejor, a partir de ahora deja de decirme adonde vas porque a mí me da...

LADRÓN.- .- Pero cariño, trata de razonar... Cómo es posible que no te entre en la cabeza que no he venido a divertirme. ¡Cómo es posible que contigo no se pueda robar en paz ni una sola vez!

MUJER DEL LADRÓN.- .- Exagerado... ¡ahora, como siempre, se hace el mártir! Hay tanta gente que roba, que atraca, incluso a mano armada... y no se da tanta importancia. Menos mal que no te de¬dicas al robo con engaño y estafa... ¡que si no, pobre cíe mí!

LADRÓN.- .- (Oye un extraño ruido a sus espaldas y tapa instintiva¬mente el aurocular.) ¡Calla!

Por suerte es sólo el mecanismo del reloj de péndulo que marca la próxima hora... y da la medianoche.

MUJER DEL LADRÓN.- ¿Que pasa?

LADRÓN.- .- (Recuperándose del susto.) ...Es el reloj de péndulo. Menos mal.

MUJER DEL LADRÓN.- .- Qué bonito sonido... debe de ser un reloj antiguo... ¿Pesará mucho?

LADRÓN.- .- (Distraído.) ...Por lo menos... (De pronto cae en Las in¬tenciones de su mujer.) ¿No pretenderás que te lo lleve a casa... por casualidad?

MUJER DEL LADRÓN.- .- Oh no, figúrate... Cómo se te ocurre que yo pretenda algo así... Tú, con un detalle cariñoso... Tú, pen¬sando hacerme un regalito... ¡qué ocurrencia!

LADRÓN.- .- Eres una inconsciente, eso es lo que eres... Si cargo con ese catafalco, ¿me quieres explicar cómo me llevo la plata y lo que encuentre?

MUJER DEL LADRÓN.- En el catafalco...

LADRÓN.- Pues ya puestos, ¿por qué no me pides que te lleve también el frigorífico? ¡Aquí hay uno cíe doscientos litros!

MUJER DEL LADRÓN.- No levantes la voz, por favor... No estás en tu casa.

LADRÓN.- Perdona, me he pasado.

MUJER DEL LADRÓN.- Encima te pueden oír, y quedas como un grosero.

LADRÓN.- Te he pedido perdón.

MUJER DEL LADRÓN.- Además, nunca te he dicho que quiera un frigorífico, y menos de doscientos litros, que no sabría dónde meterlo. Me conformo con cualquier cosa... lo que importa es el detalle... así que elige tú. Eres tú el que hace el regalo.

LADRÓN.- Pero cómo quieres que sepa lo que te gusta... ade¬más, tengo otras cosas en la cabeza...

MUJER DEL LADRÓN.- Si quieres voy y lo elijo yo...

LADRÓN.- ¡Sí, lo que faltaba!

MUJER DEL LADRÓN.- Me gustaría tanto ver cómo es una autén¬tica casa señorial... a mis amigas las mataría de envidia.

LADRÓN.- A mí sí que me vas a matar, no a tus amigas... he ve¬nido a robar, ¿quieres enterarle o no? Adiós, hasta luego.

MUJER DEL LADRÓN.- ¿A qué viene tanta prisa? Total, qué te cues¬ta... ser amable por lo menos una vez conmigo, después de to¬do soy tu mujer... ¡y nos casamos por la iglesia, no en el regis¬tro, como cualquier concubina!

LADRÓN.- (Molesto.) ¡He dicho adiós!

MUJER DEL LADRÓN.- Por lo menos un besito... \

LADRÓN.- Vale... (Frunce cómicamente los labios al dar un beso so¬noro )

MUJER DEL LADRÓN.- .- ¿Me quieres?

LADRÓN.- .- Sí... te quiero.

MUJER DEL LADRÓN.- .- ¿Mucho? ¿Mucho?

LADRÓN.- (Exhausto.) ¡Mucho mucho! Pero ahora cuelga...

MUJER DEL LADRÓN.- Tú primero...

LADRÓN.- .- Vale... yo primero...

Cuando va a colgar se oye la voz de la mujer que por última vez lo asalta, fortísima.

MUJER DEL LADRÓN.- ¡Acuérdate del regalito!

El ladrón cuelga rápidamente, mirando con odio el teléfo¬no. En el mismo instante, la figura de la mujer se desvanece en la oscuridad. Por fin solo, el ladrón se mueve por el piso en bus¬ca del botín. Abre un cajón: ha encontrado el adecuado... saca de un bolsillo de la chaqueta el saco y se dispone a llenarlo, cuando el chasquido de un cerrojo de varias vueltas le asusta. Después se oyen unas voces que provienen del recibidor.

VOZ DE MUJER.- La luz del salón está encendida... Dios mío... ¡tengo miedo, vamonos!

VOZ DE HOMBRE.- Tranquila... Me la habré dejado yo.,, ¿quién quieres que sea?

VOZ DE MUJER.- ¿Y si ha vuelto tu ?

Mientras tanto el ladrón, bastante asustado, trata de fugar¬se por la ventana, pero ha perdido demasiado tiempo y no le queda más remedio que ocultarse dentro de la amplia caja del reloj.

HOMBRE.-.- (Entra con cautela y recelo) Pero qué dices... ¡mi mu¬jer! ¿Por qué motivo iba a volver a la ciudad? (Se asoma a las otras habitaciones.) No volvería aunque se enterara de que le es¬tán desvalijando la casa... ¿Lo ves? ¡No hay nadie!

MUJER.-.- (Entra con cautela y recelo.) Me siento tan culpable... (El hombre la ayuda a quitarse el abrigo de piel.) Qué pensarás de mí... Quizás he hecho mal en ceder tan pronto... Apuesto a que tu mujer se te resistió mucho más que yo...

HOMBRE.-.- ¿Qué tiene que ver mi mujer? Ha estado siempre llena de complejos, de prejuicios pequeño-burgueses... Se me resistió sólo para poder casarse de blanco.

MUJER.-.- (Con tono polémico y resentido.) Sí, pequeño-burguesa, llena de prejuicios... pero bien que te has casado con ella... Me gustaría saber si harías lo mismo conmigo.

HOMBRE.-.- (La acaricia mientras trata de empujarla hacia el sofá que está en el centro del escenario.) Tesoro... Te aseguro que si mi mujer no fuese tan anticuada, y tu marido no tuviese nada en contra...

La mujer se sienta y el hombre se le acerca.

MUJER.-.- (Se suelta del abrazo.) Ves, lo has estropeado todo... (El hombre pierde el equilibrio y cae sobre el respaldo, que se vuelca. Se queda tumbado a lo largo del diván.) ¿Por qué has querido recordar¬me que tengo un marido? ¿Cómo podré ahora? Ahora que has hecho renacer en mí el remordimiento, el sentimiento de cul¬pa...

HOMBRE.- Perdona, no era mi intención. (Se incorpora, vuelve a colocar el respaldo.) Pero quizás si hablamos un poco... del tiempo o algo así... a lo mejor te distraes otra vez, y podemos pasar...

MUJER.-.- ¿Adonde?

HOMBRE.- (Incómodo.) A mi dormitorio.,.

MUJER.-.- Tal vez sea la mejor solución... Probemos.

HOMBRE (Esperanzado.) ¿A ir a mi dormitorio?

MUJER.-.- No. A hablar un poco,

HOMBRE.-.- ¿Y no podríamos pasar a mi dormitorio a hablar un poco?

MUJER.-.- Te lo ruego, no insistas. Hablemos... hablemos cíe ti cuando eras niño... me gustan tanto los niños...

HOMBRE.-.- (Resignado.) Está bien... pero si no te importa,

...

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