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ANTECEDENTES DE LA ARGUMENTACIÓN JURIDICA.


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2016  •  Documentos de Investigación  •  1.405 Palabras (6 Páginas)  •  1.953 Visitas

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ANTECEDENTES DE LA ARGUMENTACION

LA ANTIGUA GRECIA

En el mundo de la antigua Grecia,  la relación entre derecho y argumentación fue muy estrecha, y puede apreciarse con gran claridad, debido a que las circunstancias políticas, económicas y sociales de aquel entonces propiciaron una gran demanda de expertos en litigios y en el tratamiento de los asuntos públicos, y esta demanda, a su vez, dio lugar a uno de los periodos de mayor desarrollo y propagación de la argumentación llamada “persuasiva” o “retórica”. Es de imaginar que en una situación así, la habilidad argumentativa de los litigantes, su capacidad persuasiva, resultaba decisiva para lograr el triunfo en el litigio, y fue así como el arte retórico fue convirtiéndose en un instrumento cada vez más poderoso en el mundo del derecho y, por ende, comenzó a cultivarse cada vez más.[1]

Por otro lado, y, dado que en aquel entonces no existía el oficio de abogado como tal, y cada quién tenía que defender su causa, muchas de las personas, que se veían en la necesidad de enfrentar un litigio y no se sentían capacitadas para hablar con la elocuencia necesaria, contrataban los servicios de especialistas, los llamados “logógrafos” —que podrían considerarse como los precursores de los actuales abogados—, para que les elaboraran un discurso que ellos pudieran aprender de memoria y presentar ante el tribunal. Algunos de los mejores retores que ha tenido la humanidad se iniciaron como logógrafos  o ejercieron este oficio en algún momento de su vida.[2]

En el caso de Atenas, hubo circunstancias económicas que influyeron directamente en su forma de gobierno y, paralelamente, acrecentaron la importancia de la retórica. Gracias al desarrollo y expansión del comercio, la democracia fue ganando terreno; nuevos grupos sociales, fuera de la aristocracia, empezaron a tener mayor poder económico, y eso, a su vez, les abría la posibilidad de entrar con mayor peso que antes a la vida política, al gobierno.[3]

El centro de la política de esos tiempos lo constituían las asambleas públicas, y, en ellas, el instrumento más necesario y poderoso era el arte de la persuasión; la virtud fundamental de un hombre de Estado era la virtud de la palabra, el dominio del arte retórico.[4]

No era sólo el pueblo quien tenía que aprender el arte de la persuasión: también los nobles se enfrentaban ahora a situaciones nuevas que les exigían ampliar su habilidad retórica. En efecto, los jurados ante los cuales tenían que hablar no eran ya los mismos, pues día con día aumentaba el número de jueces pertenecientes a las clases bajas de la burguesía.[5]

Los nobles también se vieron obligados a estudiar más a fondo los mecanismos de la persuasión para poder hablar de manera convincente no sólo ante auditorios selectos sino ante cualquier tipo de oyente.[6]

En este contexto histórico de una creciente demanda de educación surge la figura de los sofistas, un conjunto de pensadores más o menos independientes entre sí, cuyas ideas principales muchas veces difieren notablemente de uno a otro, pero que reciben el mismo apelativo porque, aunque no sostuvieran la misma doctrina, tenían ciertas características comunes.[7]

Entre estas características se encuentra,  la de compartir su principal tema de interés: el hombre y la cultura (a diferencia de los filósofos anteriores, llamados “físicos”, que se habían dedicado al estudio de la naturaleza en su sentido más amplio); coincidían también los sofistas en el cobro por sus enseñanzas (cosa mal vista en aquella época), así como en la orientación práctica de las mismas (a diferencia de la orientación teórica de los prime- ros filósofos), la cual llevaron hasta tal extremo que, si bien su pragmatismo les trajo un rápido éxito, también los condujo a su fin.[8]

Entre todas las características comunes a los sofistas, la que más interesa es su habilidad y destreza en el manejo de la argumentación y, más específicamente, de la retórica. Éste fue, sin lugar a dudas, su instrumento principal, al grado de que muchos de ellos limitaban sus lecciones simplemente a la enseñanza de este arte. No obstante, sería erróneo pensar que la intención directa de los sofistas era la de ser maestros de retórica; su finalidad primordial era la enseñanza de la virtud política, es decir, el desarrollo de aquellos conocimientos y habilidades necesarios para el manejo de los asuntos de la ciudad.[9]

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