ANÁLISIS DE UNA COLISIÓN CONCEPTUAL

La edad media es una época donde imperios magnos empiezan a decaer, germinando nuevas concepciones de gobierno que en el afán de consolidar sistemas de gobiernos superiores de control social, consideran que la clave para una gestión pública integral radica en la elaboración de una normatividad rígida y rigurosa, es ahí en donde el concepto de Constitución surge como la ley fundamental de los estados. Seguido a esto, muchas naciones se vieron en la tarea de establecer una delimitación de elementos propios de la función político-gubernativa, en aras de contener las sublevaciones de la clase obrera y “la burguesía menos influyente”, producto de las condiciones desproporcionales de influencia social.

La situación ambigua que expone la conferencia de Ferdinand Lasalle, nos permite conocer el problema que podría resumirse en un cuestionamiento aparéntenme simple: ¿Qué es una Constitución? En el momento en que escuchamos la palabra conformante del final de la incógnita, pensamos en un documento que rige y establece las ramas del poder público, delimitando la gestión de cada una. No obstante, el concepto objeto de análisis no puede mitigarse a un simple formalismo en el papel; urge recordar la existencia de Factores Reales de Poder e Instituciones Jurídicas, y la necesidad del trabajo armónico entre estas, conformando la fuerza predominante en el material social de cada nación y por ello, si esos factores no son considerados relevantes en la elaboración de una constitución escrita, esto podría significar el prólogo de una catástrofe de poderes, donde gobierno y pueblo se confrontan entre sí. Las anteriores afirmaciones son puntuales, inclusive, se encuentran fundamentadas en la historia evolutiva de la Constitución, recuento cronológico que parte desde la Era Feudal, donde el pueblo permitía cualquier clase de sometimiento de sus gobernantes y la milicia, hasta llegar a la Época Contemporánea, en los cuales la influencia de los Factores reales de poder resultan tan influyentes que resulta inimaginable elaborar una Carta Fundamental sin considerar la conformación de Asambleas Nacionales Constituyentes o entidades similares, que se conviertan en la fuerza apológica de los intereses del pueblo.

Una definición integral de la Carta Fundamental debe pone en primer plano los factores reales de poder y ver en ellos la luz orientadora para no olvidar que la verdadera Constitución radica en la voluntad de los factores reales de poderes, y estos mismos serán los que otorgaran la capacidad gubernativa a las ramas del poder público, permitiéndoles actuar únicamente cuando el interés general sea el carácter protagónico de las acciones jurídico-políticas que al Estado le urge ejecutar. Las Constituciones escritas, solo podrán ser eficaces y duraderas, cuando pueda notarse con claridad, que son el vivo reflejo de las necesidades elementales de las esferas industriales, clases obreras,

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