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Adam Smith El Principio Mercantil


Enviado por   •  18 de Febrero de 2015  •  2.217 Palabras (9 Páginas)  •  1.099 Visitas

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EL PRINCIPIO DEL SISTEMA MERCANTIL

Adam Smith

Del libro de Adam Smith nos infiltramos al Capítulo I del Libro IV de la “Riqueza de las Naciones” trata sobre lo que Smith dio en llamar “el sistema mercantil”.

“Que la riqueza consiste en dinero, o en oro y plata, es una idea popular, derivada de las dos distintas funciones del dinero, como instrumento de comercio y como medida de valor. En virtud de la primera de esas funciones, podemos adquirir con el dinero cuanto necesitamos, con más facilidad que por mediación de cualquier otra mercancía. El gran negocio de siempre consiste en ganar dinero. Una vez conseguido este, cesan las dificultades para emprender otras adquisiciones sucesivas. Como consecuencia de la segunda de esas funciones, que consiste en ser medida de valor, estimamos todas las demás cosas por la cantidad de dinero que podemos conseguir a cambio de ellas. Solemos decir de un hombre rico que vale mucho dinero, y de un hombre pobre que vale poco. De uno ahorrador, o que desea enriquecerse, se acostumbra decir que es muy amante del dinero; y de otro que sea generoso o gastador, que lo mira con indiferencia. Enriquecerse consiste en adquirir dinero; la riqueza y el dinero se tienen, en el lenguaje vulgar, como términos sinónimos”

Smith concebía el sistema mercantil como el conjunto de orientaciones de política económica que caracterizó el desempeño interno y externo de las economías europeas en su pasado inmediato, sin hacer mayores referencias temporales. La finalidad de este sistema de economía política es, como en todos los de su tipo, “procurar enriquecer tanto al soberano como a la población”

Smith comenta “Los dos grandes arbitrios para enriquecer un país no podían ser otros que las restricciones a la importación y el fomento de las exportaciones. Las restricciones sobre la introducción de mercancías extranjeras en un país son de dos especies. La primera consiste en las restricciones que se establecen, sin reparar en el país de procedencia, sobre géneros extranjeros, para el consume doméstico, que se pueden producir en el interior. La segunda implica las que se imponen sobre la mayor parte de los artículos extranjeros de ciertas naciones, con las que se supone que es desfavorable la balanza de comercio.

Todas estas restricciones unas veces consisten en derechos elevados sobre la importación, y otras veces en prohibiciones absolutas. La exportación se fomenta, a veces, con la devolución de derechos, y otras, con primas a la exportación. También por medio de tratados de comercio .ventajosos con Estados extranjeros, y mediante el establecimiento de colonias en países distantes. La devolución de derechos suele tener lugar en dos ocasiones: cuando las manufacturas domesticas estaban sujetas a ciertos impuestos, los cuales se devuelven, en todo o en parte, a quien los pago, si dichos productos se exportan; o cuando se importan géneros extranjeros sujetos al pago de ciertos derechos, para reexportarlos, en cuyo caso se devuelve total o parcialmente la suma satisfecha. Las primas a la exportación se conceden para fomentar las manufacturas nuevas o cualquier otra especie de industria que se considere digna de favor. Por medio de los tratados de comercio ventajosos se procura conseguir de un país extranjero algunos privilegios para los comerciantes y las mercancías del propio, además de los que aquella nación concede a otros países. En las colonias que se establecen en países distantes, no solo se pretende gozar de privilegios particulares, sino generalmente de un monopolio absoluto para los efectos y comerciantes de la metrópoli. Las dos especies de restricciones sobre la importación, además de los otros cuatro procedimientos que hemos citado para fomentar la exportación, constituyen los seis resortes principales con que el sistema comercial se propone aumentar la cantidad de oro y plata en cualquier nación, atrayendo hacia ella todos los efectos favorables de la balanza de comercio”.

Comienza por comentar la confusión que existe, en el lenguaje corriente, entre riqueza y dinero: estima que la confusión proviene de las dos funciones del dinero, como medida de valor y como instrumento del comercio. Por ser medida de valor, permite estimar las cosas en virtud de la cantidad de dinero que requiere su adquisición; y por ser instrumento del comercio, permite tal adquisición.

Así, al igual que con las personas, se llegó a considerar que los países ricos son aquellos en los que abunda el dinero. Smith menciona que sobre la riqueza tenían tanto los españoles llegados a América, como los tártaros de Asia: comenta que, según crónicas, los españoles preguntaban dónde iban si en las cercanías había oro o plata. Por su parte, los tártaros preguntaron a un embajador francés si en Francia había abundancia de ovejas y bueyes. Evidentemente, en ambos casos lo que había de por medio era el interés, por parte de ambos grupos de conquistadores, de saber si estas regiones eran suficientemente ricas para que valiera la pena la conquista. Pero queda de relieve la diferencia conceptual; Smith piensa que la noción tártara es más cercana a la verdad que la española.

Estas fueron las razones, por las cuales las naciones europeas se dedicaron a estudiar todas las formas posibles de acumular oro y plata: al principio en la forma de prohibiciones legales a su tráfico internacional a manos de particulares y, después, en la forma de un muy cercano seguimiento al desempeño de la balanza comercial. El cambio de actitud en este sentido se produjo debido a los argumentos de los comerciantes en contra del control al tráfico de metales preciosos.

Es así como Smith llega a mencionar el tratado de Mun, England’s Treasure by Foreign Trade:

“La atención del Gobierno se distrajo, pues, de las medidas concernientes a impedir la exportación de metales preciosos para concentrarse en la balanza de comercio, como única causa del aumento y disminución de aquellos metales. De un cuidado y una atención infructuosos se desplazaron a otro desvelo mucho más intrincado, pero igualmente inútil. El título del libro de Mun, Tesoro de Inglaterra por el Comercio Exterior, llegó a ser una máxima fundamental en la economía política, no sólo de Inglaterra, sino de todos los países comerciantes. El comercio interior, que era el más importante de todos, el tráfico en que un capital de la misma cuantía produce el mayor ingreso y crea la ocupación más amplia, se consideraba como subsidiario tan sólo del comercio extranjero. Se aseguraba que ni traía ni quitaba dinero al país. Por ende, la nación no podía ser por su causa ni más rica ni menos pobre, a no ser porque su prosperidad o decadencia podía influir en

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