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Administración De Escolar


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2014  •  2.476 Palabras (10 Páginas)  •  203 Visitas

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La Educación Básica y la Comprensión de la Cultura Popular

La Educación Básica es el contexto donde el educando adquiere una serie de conocimientos que le han de servir para su futura formación, por tanto, ésta debe proporcionar al alumno las herramientas metodológicas para comprender la cultura, no sólo como un conjunto de manifestaciones artísticas, sino fundamentales como un espacio de significación en el que se expresa la interacción hombre-hombre y hombre-naturaleza a través de códigos relacionados que se ponen de manifiesto en la cotidianidad del individuo; tal como lo señala, Martínez (1994) cuando expresa que:

...La necesidad y la urgencia de establecer una productiva interacción entre el sentido educativo formal y el esfuerzo cultural del país, no como una actividad complementaria sino como una parte esencial de los programas y con el propósito de que los niños y jóvenes venezolanos adquieran pleno conocimiento de la cultura y se conviertan en agentes de afirmación y enriquecimiento de ella...(p.28).

Para este mismo autor, la Escuela Básica debe promover la participación de la Comunidad en el hecho educativo, los padres o representantes, amigos o vecinos del educando, tienen en sus mentes los contenidos de muchas danzas, costumbres y tradiciones de la Venezuela rural. Si los educadores canalizan esta sabiduría potencializadora que tienen estas comunidades, lo auténticamente nuestro que viven en el fondo de los recuerdos; pueden surgir si el educador es responsable de la difusión de la cultura y tradiciones de cada pueblo, y si se lo propone y puede lograr que en los hogares los educandos estimulen la participación de adultos y ancianos depositarios de un sinnúmero de valores tradiciones venezolanos.

Por esto, se deben crear en las escuelas comisiones permanentes para preservar las costumbres y tradiciones, donde participen los educadores, educandos y comunidad en general y que se ejecuten actividades de investigación, documentación y difusión; donde se trate de establecer distinción entre el saber folklórico aprendido en la escuela y el saber oral, tradicional o folklórico. Además, se tiene en cuenta que el primero constituye la intuición de las personas y se basa en conocimientos eruditos, contenidos en los libros a los que recurre el educador y el estudiante.

Por otro lado, el saber folklórico, constituye la cultura empírica del pueblo y se transmite por vía oral de una generación a otra, sin embargo, una parte de este saber es apto y útil para ser aprovechado en la enseñanza escolar. Es por esto que es importante insistir en que la calidad de la escuela requiere también que la propuesta pedagógica sea pertinente, relevante para la vida de los alumnos.

Es muy importante que el futuro maestro sea instruido convenientemente para asumir la responsabilidad de impartir una enseñanza de carácter nacional. Para esto debe saber cuales son los valores nacionales que conviene señalar y defender. El profesor brasileño Loucencia Filho, citado por Ramírez (1998), aconseja la inclusión del folklore “en los estudios de la lengua materna, de la geografía humana, de la historia, del arte popular, de la música” (p.86).

Moya (1997), considera que “el folklore como asignatura deberá estudiarse en la escuela normal para que los futuros directores de grado sepan con seguridad en qué consisten los hechos folklóricos, sus especies y su aplicación metodológica”, y agrega que “el maestro debe consagrar al folklore escolar su inteligencia selectiva y su responsabilidad” (p. 89). Moya dedica un libro entero a los maestros que no pudieron recibir “la instrucción extensa y metódica” que el tema y su finalidad requieren. En sus bellas páginas explica como el folklore arraiga al extranjero y cómo por lo tanto, es una necesidad social en los países aluvionarios.

Venezuela no se encuentra en este caso, pero Caracas, como ciudad densamente poblada, en gran parte por extranjeros, entra ya en esta categoría. Y pronto ocurrirá lo mismo con muchas ciudades del interior. Olivares y Moya (1997), sitúan la enseñanza del folklore, no como una disciplina más dentro del plan de clases, “sino como una levadura, por decirlo así, irradiación que se proyecta sobre la labor diaria; que estará presente, en ocasiones casi inadvertido, contribuyendo con oportunidad a su realización, como lo está en la vida real”. Pero además servirá para enseñar deleitando, para quitarle aridez al estudio.

El mismo autor en su artículo sobre observaciones pedagógicas, escribe cómo “incumbe a la escuela pública poner los ojos en el folklore, que constituye algo así como la fisonomía cultural del pueblo en contraposición con la otra académica, universal...”. En todo caso debe recordar todavía que al educador se le confía el futuro del folklore en las ciudades cosmopolitas, en tanto que al folklorista le preocupa el pasado y el presente del folklore en su propio ambiente.

Ante los planes y programas de estudio vigentes en el país se impone una reflexión que incluya una educación que enseñe a aprender, a estudiar, que ponga énfasis en los procesos de aprendizaje y en los contenidos que parten de la realidad y de la vida. Una educación que estimule la creatividad, la curiosidad, la capacidad de pensar por si mismo; es decir una pedagogía activa, más aún, se la puede llamar interactiva.

De acuerdo a este contexto, hablar de cultura popular, según Bravo (1999), es instalarnos en una referencialidad difusa, pues la noción de pueblo no es una entidad homogénea y, en muchos casos, ni siquiera concreta pues es una simplificación reducir el pueblo a la objetividad estadística de una población. Quizás la concreción de una colectividad como pueblo se encuentre precisamente en la comunidad de ideales y de tareas, en la unidad vivida por el colectivo por la experiencia incesante de compartir hábitos y ritos, costumbres y valores. Quizás podría decirse que la fuerza de esa unidad es la fuerza cultural de un pueblo.

En este sentido, se puede decir también que en una colectividad determinada pueden distinguirse distintos pueblos, que pueden habitar un mismo espacio y, sin embargo, no compartir el mismo ideal de cultura; y es posible observar colectividades identificadas con gran énfasis en una unidad cultural, y otras con una gran debilidad de esa confluencia hacia la unidad y que apenas existen como pueblos. Sin duda que en el contexto de las culturas populares, los pueblos alcanzarán su gravitación y presencia por la riqueza de esa unidad que les da su consistencia y posibilidad de expresión.

La expresión cultural de un pueblo se realiza como expresión colectiva, en atención fundamental a la tradición,

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