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Batalla De Los Campos Cataláunicos


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2012  •  2.184 Palabras (9 Páginas)  •  425 Visitas

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El nombre de Atila había llegado a todos los rincones de Europa. Algunos pueblos bárbaros enviaban emisarios con proposiciones de alianzas, mientras otros buscaban apoyo en el decadente Imperio Romano de Occidente. La cristiandad se había extendido por gran parte del continente; tanto el Imperio Romano de Oriente, como el de Occidente habían abandonado los antiguos cultos, al igual que diversos pueblos bárbaros que se habían romanizado y adquirido el cristianismo.

Las noticias de los saqueos y la destrucción que había sufrido el Imperio de Oriente a manos de Atila habían llegado a Occidente. El temor a que los hunos se dirigieran al Imperio de Occidente era una realidad, los militares los temían, y el pueblo también. No obstante, el emperador de Occidente, Valentiniano III, había entablado negociaciones con Atila para destruir entre ambos el Reino visigodo de Tolosa, en la Galia.

Precisamente, esos mismos visigodos eran los que décadas atrás se habían visto obligados a cruzar el Danubio por culpa de la presión huna, los que habían derrotado a los romanos en Adrianópolis, los que habían vagado durante años asolando los Balcanes, los que habían saqueado Roma en el 410 y los que ahora ocupaban parte de la Galia. El emperador trataba de aliarse con los causantes primeros de que los visigodos hubieran dañado seriamente al Imperio.

Aunque las supuestas intenciones de Atila eran las de ayudar a los romanos, las reales eran muy distintas: adueñarse de la Galia. Cuando las huestes hunas se pusieron en marcha hacia la Galia el pánico cundió en el Imperio. Se temió lo peor, Atila, el poderoso bárbaro, se dirigía hacia el Imperio de Occidente.

Atila se dirigía a la Galia con la excusa de expulsar a los visigodos de allí, pero sus auténticas intenciones eran la de apoderarse de los territorios del Imperio de Occidente. Aecio lo sabía y, haciendo gala de su habilidad diplomática, consiguió una alianza con los visigodos, sus antiguos enemigos, para luchar conjuntamente contra Atila. Mientras tanto, las fuerzas hunas habían llegado al norte de la Galia y habían comenzado a saquearla. Ciudades como Metz, Reims o Amiens fueron pasto de las llamas, y un ejército confederado de romanos, visigodos y un pequeño número de francos, alanos y otros pueblos iniciaron su camino hacia el norte, dispuestos a enfrentarse con el Azote de Dios y sus hordas.

El Imperio Romano era una sombra de lo que había sido. Corrupto, marchito y ajado tras siglos de existencia, agonizaba ante una avalancha de invasores que no podía frenar. Sin embargo no todo estaba perdido. Flavio Aecio, un general del ejército, el último romano de verdad, debía frenar a Atila.

Contendientes

En esta batalla se enfrentaron dos bandos en los que estaban integrados un gran número de pueblos de origen germánico. Por la parte huna, Atila contaba con una gran cantidad de los jinetes de las estepas que habían conformado su pueblo, así como una gran cantidad de infantería de los reinos que le habían rendido vasallaje, como los ostrogodos, gépidos, hérulos, turingios y muchos más.

El ejército romano estaba comandado por el magister militum Flavio Aecio, apodado por los historiadores como «el último de los romanos», por sus denodados esfuerzos por defender un Imperio Occidental que se derrumbaba a pasos agigantados. Aecio buscó la ayuda de otros pueblos bárbaros, pues era consciente de que el ejército romano no podría frenar a la masa que se abalanzaba sobre las fronteras del Imperio y de que sus legiones no eran ni una sombra de lo que habían sido siglos atrás. El ejército romano estaba muy debilitado debido a demasiados factores. Las pagas no eran tan atractivas como lo habían sido en siglos anteriores, las tácticas e incluso el armamento se habían quedado anticuados en relación a los avances que habían obtenido los enemigos de Roma; con tantos y tan numerosos enemigos las posibilidades de morir habían aumentado enormemente y, en un imperio decadente, corrompido y empobrecido, la gloria por pertenecer al ejército había desaparecido. El Imperio de Occidente era incapaz de controlar sus fronteras, que se habían vuelto permeables a todo tipo de invasiones, y los emperadores se veían obligados a reclutar a los bárbaros que penetraban en el imperio, actuando como foederati para tratar de impedir que otros bárbaros también se colasen. Aecio consiguió que además de las tropas romanas se unieran a él los visigodos y burgundios, los francos y los alanos.

AMBIENTE

Fue en la actual Champaña, el 20 de junio del año 451 d.C, cuando los dos ejércitos se desplegaron uno frente a otro, en campo abierto. En un lugar con un nombre tan épico como el de los Campos Cataláunicos, que dan nombre a la ciudad de Châlons (Chatalan) y a la Champaña (Champs), Atila«el azote de Dios», el caudillo bárbaro más temido de la Antigüedad y Flavio Aecio, «el último romano», se batieron con sus ejércitos en la que fue la batalla más sangrienta hasta aquella fecha.

El ejército confederado romano fue el primero en desplegarse en el campo de batalla. Aecio desplegó a sus romanos en el ala izquierda, sobre una pequeña colina que dominaba el campo de batalla, y situó a los visigodos con su rey Teodorico en el ala derecha. Entre ambos contingentes desplegó a los alanos, en los que no confiaba demasiado, situándolos entre él mismo y Teodorico para dificultar una posible retirada de estos. Atila llegó a la llanura cuando el ejército confederado bajo el mando de Flavio Aecio ya se había desplegado. Frente a él se encontraba el único ejército romano que podía frenar su penetración total en la Galia, el ejército que debía destruir para que la totalidad del Imperio Romano de Occidente fuera suya.

Pocos datos han trascendido sobre lo que ocurrió a continuación, y los que lo han hecho son confusos. Se sabe que Atila y su horda huna se situaron en el centro de su ejército, que los ostrogodos hicieron lo propio a su izquierda, frente a los visigodos de Teodorico, y que el resto de pueblos bárbaros se desplegaron a la derecha. Probablemente la intención del rey huno era atacar a los alanos con tal energía que abandonasen el campo de batalla, pudiendo crear una desbandada. Con los alanos huyendo el ejército de Aecio quedaría partido en dos, por lo que sería muy fácil rodearlo y destruirlo.

Atila sabía que se jugaba mucho en aquel combate. Había dado orden que no se cargara hasta que él no abriese fuego con sus arqueros hunos y así debió ocurrir. Durante unos momentos, tras la finalización del despliegue de su ejército, ambos bandos debieron quedarse en silencio, observando a los adversarios, hasta

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