Bolívar En Aragua

La sociología indica que los primeros años de la vida del ser humano son destinados a forjar el carácter del mismo, comprendiéndose así que el comportamiento del sujeto es determinado por el entorno social, familiar y educativo en el que éste ocupa su formación como individúo. Bolívar, Libertador de Venezuela e idealista consagrado, no fue excepción a la regla.

La hacienda de los Bolívar ubicada en San Mateo en Los Valles de Aragua, fue la sede predilecta de risas y juegos bajo el sol de Simoncito. Los cuatro hermanos frecuentaban el lugar hambrientos del verdor abrasador, de los lugareños y sus extrañas costumbres, el olor de los campos y la necesidad latente en los corazones de los Bolívar por disfrutar de un mundo fuera de los límites de la gran Caracas. No obstante, inundada de la esclavitud que azotaba la época, se presume que fue este el lugar catalizador de los primeros conceptos de autonomía, democracia y filantropía del joven Simón Bolívar. El contraste entre las amplías calles de la ciudad y la hacienda familiar no podía ser ignorado: pues allí donde él cabalgaba, un negro cuidaba de su montura; allí donde el niño pecoso se acostaba satisfecho, escuchaba el rugir de estómagos de los esclavos en sus celdas. Pero también sabía, y más que saber, veía que allí donde el blanco o el negro venezolano andaban, un español siempre pisaría sus talones.

De la descripción física del niño Simón no existe ningún documento que nos permita imaginárnoslo: sólo hay una descripción aportada por Rufino Blanco Fombona y que probablemente la heredó por tradición oral; en ella dice que era un "chicuelo delgaducho, nervioso, pecoso, pelo castaño oscuro, ojos vivos y de nariz prominente".

A días de su cumpleaños número nueve, el 6 de julio 1792, la desgracia cae sobre el niño; su madre, Doña Concepción, muere de tuberculosis. Ésta deja un testamento en el que dispone a Don Feliciano Palacios, abuelo materno de Simón Bolívar, como tutor de los niños en Caracas. Dolido por la muerte de su madre e influido por la rebeldía de la juventud, Simón inicia una turbulenta disputa judicial por su tutela entre sus familiares. Finalmente, el tribunal falló a favor de su tío Carlos Palacio, a pesar de la petición de Simoncito por estar con su hermana María Antonia. Ante el resultado, dice esencialmente: "si a los esclavos se les permite cambiar de dueño cuando eran objeto de malos tratos, ¿Por qué no se le permite a él vivir con la gente que más le agradaba?; El tribunal podría disponer de sus bienes, mas no de una persona”. Las primeras chispas de consciencia independentista comenzaban a encenderse.

No vuelve a pisar los Valles sino hasta cinco años después, regresando cargado de los conocimientos rebosantes de libertad de sus influyentes maestros, Simón Rodríguez y Andrés Bello. Esta vez no se encuentra para disfrutar de la tranquilidad rural de la hacienda de su familia, sino para unirse al Batallón de Milicias de blancos de los Valles de Aragua, ubicada en la hoy en día Ciudad de Cagua. Ingresa el 14 de enero de 1797.

Como Cadete en el Batallón, Bolívar no sobresale por su brillantez, pero consigue su ascenso a oficial el 4 de Julio de 1798. Nunca militar especializado. El lo será de todas y su arte de la guerra, a pesar de todos los manuales que había leído y asimilado saldrá más bien del fulgor de su genio, de su constancia, de sus cualidades de caudillo excepcional que conducirá a la victoria a las multitudes enardecidas por su verbo, por su patriotismo y por su amor a la libertad. Su formación militar lo llevaría a España, donde conocería a María Teresa del Toro, y de vuelta a la finca que lo vio crecer. San Mateo fue testigo de la desgracia caída sobre Bolívar una vez más, cuando su esposa sucumbe ante las fiebres, dejándolo viudo a la edad de 18 años. Su pena lo obliga a ocupar su mente

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