COLONIZACIÓN

Cuando Cristóbal Colón envió su carta en 1493 a los reyes de España, anunciando el descubrimiento de “Las Indias”, hizo una descripción de las personas con las que se había encontrado “andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres los paren, aunque algunas mujeres se cobijan un solo lugar con una hoja de hierba o una cofia de algodón que para ellos hacen. Ellos no tienen hierro, ni acero, ni armas, ni son para ello, no porque no sea gente bien dispuesta y de hermosa estatura, salvo que son muy temeroso a maravilla”.

Más adelante en la misma carta, aludiendo de nuevo a la bondad de con quienes se había topado dice “daba yo graciosas mil cosas buenas, que yo llevaba, porque tomen amor, y allende de esto se hagan cristianos, y se inclinen al amor y servicios de Sus Altezas y de toda la nación castellana, y procuren de ayuntar y nos dar de las cosas que tienen en abundancia, que nos son necesarias”.

Casi 60 años más tarde, el Fray español Bartolomé de las Casas, en 1552, hizo una denuncia sobre la cantidad de muertes que se estaban dando en nombre de la cristianización en las llamadas “Indias”: “La causa por que han muerto y destruido tantas y tales e tan infinito número de ánimas los cristianos, ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy breves días”

Los anteriores escritos, los traigo a colación para darle paso al texto del historiador argentino José Luis Romero, llamado “Latinoamérica: las ciudades y las ideas”, escrito en 1976 y cuya tesis es sobre la que el denomina “la mentalidad fundadora”.

Si bien Romero no era antropólogo de profesión, sus estudios si lo fueron y su escrito tiene mucho que ver con la disciplina, ya que nos explica el proceso de colonización que empezó casi seis siglos atrás, y que ha sido fundamental para entender la cultura de nuestros días.

Para ser más específica, Romero nos habla de la instauración del cristianismo en la sociedad de aquellos días, sociedad que hasta entonces creía en las fuerzas del cielo y eso les parecía suficiente, pero desgraciadamente para los europeos no lo fue y por eso se les obligó a adoptar, como dice Romero, “las formas de vida social de los países de origen, la cultura y la religión cristianas y, sobretodo, los designios para aquella tendencia: crear sobre la nada una nueva Europa”

Sin embargo, Romero no cree en la idea de aquellos conquistadores sobre la creación de “una nueva Europa”, es por eso cierra su texto con una idea que, a mi parecer, es bellísima: “la mentalidad fundadora elaboró una ideología sólo en apariencia confusa y contradictoria. En rigor, (…) se constituía en esas Indias que querían ser una nueva Europa y que eran, en verdad, sólo frontera y periferia de la Europa vieja”.

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