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La Columna De Hierro

Yessypacheco13 de Noviembre de 2014

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Capitulo 62

Cicerón anhelaba un poco de paz, pero no sabía dónde encontrarla llegando a la conclusión que debía ignorar todo lo que pasaba aunque no se sentía seguro de poder hacerlo. Él observaba los acontecimientos que se iban sucediendo en Roma y se sentía impotente, sabiendo que lo que ocurría era consecuencia natural del modo de ser de los hombres. Estaba seguro de que César o Pompeyo habían ordenado su asesinar a Crasco y que ahora Pompeyo, el hombre del Ejército, se enfrentaba a César, que además de un brillante táctico en el campo de batalla, era un político de altos vuelos.

Por otro lado Julia, la hija de César y esposa de Pompeyo, murió de unas fiebres y con ello quedó roto el último lazo que ligaba a ambos hombres, que se enfrentaban ya el uno al otro sin rebozos.

Cicerón le dijo a sus amigos que no quería saber nada de sus conspiraciones, en una ocasión en que se hablaba de César y Pompeyo. Observaba la abierta y a la vez secreta pugna desatada entre ambos hombres y cínicamente apostaba por César, pues no confiaba mucho en la inteligencia y certeza de Pompeyo.

César era adorado por su buen humos mientras que Pompeyo con su carácter más sabiondo era relegado del estima romano.

Mientras que Julio, efervescente y lleno de amor por la vida, visitaba a menudo a Cicerón en sus venidas a Roma, para recibir las agrias felicitaciones de éste por sus últimos éxitos.

A pesar del tiempo Cicerón seguía pensando en la isla que alguna vez fue su hogar, más sabia que ahora pertenecía a Roma, odiaba la turbulencia y el desorden de una ciudad antaño gobernada por las leyes y las virtudes republicanas y sin embargo, debía contemplarla fascinado, sin poder apartar su mirada, él había visto morir la libertad y ahora se concentraba en leer y escribir libros sin logar satisfacerse.

Un día en el que Cicerón salió a defender un caso, se encontró con Julia, la hermana de Julia, y con ella venia su nieto Octavio, a quien él vio con amabilidad para después ser testigo de la metamorfosis en la mirada del mismo hasta llegar a verse como un león en caza, ese hecho lo llevo a tener una reflexión tardía de los tiempos que se vivían.

Tito le dijo a Cicerón que creía que César utilizaba a Clodio para sus propios fines, que Pompeyo creía que este aspiraba a una nueva dictadura; poco tiempo después Clodio resulta muerto no pagando así todo lo que había hecho en vida.

César se encontraba en Galia y aprovechando su ausencia Pompeyo se proclama el cónsul único.

Tulia no se sentía feliz en su nuevo matrimonio, pero nunca se lo dijo a su padre; Quinto creía que Julio César esa superior en batalla que Pompeyo. Mientras que Cicerón le decía: —Oye la palabra de Dios, porque Dios sostiene una controversia con los hombres. En la Tierra no hay verdad, amor ni conocimiento de Dios. No hay más que mentiras, perjuicios, robos y asesinatos, violencia y derramamiento de sangre. Recitando palabras de Noë ben Joel, quien un tiempo después gracias a una carta que le llega se entera esté a muerto pero que hasta el último momento se acordó de él, por lo que Cicerón ese día lloro la pérdida de un hombre bueno más.

Capitulo 63

Cicerón dice que la vida no es más que una larga retirada y que mientras el hombre envejece el tiempo vuela, también dice que nunca llegó a saber por qué razón lo habían nombrado gobernador de la provincia de Cilicia, en la costa meridional del Asia Menor, y que incluía la isla de Chipre, aunque sus amigos le aseguraron que era para halagarle.

Aunque él creía que era ara que se quitara del medio por un tiempo, él le escribió a Ático que su estadía como gobernador era aburrida y fastidiosa pero cumpliría con ella, además de que terminaría su libro, y que solo Dios sabia que sería lo que ocurriría en su ausencia. Aunque poco tiempo después se dio cuenta que se tenía mucho que hacer en la provincia y puso manos a la obra.

Al cabo de algunos meses escribió de nuevo una carta a Ático donde le daba los por mayores de sus esfuerzos y le contaba de sus resultados como administrador de la justicia en la provincia logrando así mejorar la situación del pueblo.

Aunque la estancia ahí lo enfermaba en sus achaques, él está animado haciendo lo que amaba, además de que vivía con su hermano, su hijo y su sobrino; a su hijo siempre le recalcaba que no se dejara influenciar por nadie.

Sus amigos le informaban sobre los asuntos de Roma, donde Pompeyo y César se odiaban a muerte, el primero se había vuelto el confidente del Senado; la rivalidad que sentían se fue haciendo cada vez más evidente llegando al punto de ser peligrosa, todo se encontraba dividido y esto le causaba desconociendo ya que sabía que cuando una Republica caía se volvía presa de ambiciosos.

A una de sus cartas Celio le replicó: «La situación está ahora planteada como sigue: Pompeyo está decidido a no permitir que César sea cónsul otra vez, salvo con la condición de que renuncie a su ejército y a sus provincias; pero César está convencido de que si abandonara a su ejército, se hallaría a merced de Pompeyo, ya que en su ejército radica su fuerza. Por lo tanto, muy humorísticamente ha propuesto que, a fin de llegar a un compromiso, ambos abandonen a sus respectivos ejércitos.»

Para él era increíble pensar en la situación como un preámbulo a una guerra civil que lo dejaba sin saber cómo actuar.

A su regreso a Roma visitó a Julio quien lo elogio por ser tan buen administrador y también le “explico” sus motivos para no rendirse ante Pompeyo.

Poco antes de la Saturnalia el Senado aprobó una moción donde ambos hombres debían dejar las armas, muchos decían que la guerra era entre César y la Ley.

Tiempo después César reunió sus fieles legiones de Galia e inició la marcha contra Roma bordeando la costa del Adriático. Y cruzó el Rubicón, un riachuelo que señalaba la frontera de la Italia septentrional. Al hacerlo violaba la ley y se convertía en enemigo del gobierno de Roma. Pompeyo se retiro para buscar conseguir aliados y Cicerón decidió unirse a él haciendo que su esposa le gritase que traiciono a su familia dando por acabado su matrimonio.

Cicerón apoya a Pompeyo porque sabe que Julio llevara a Roma a la destrucción, mientras el senado apoya a Cesar su hermano Quinto se unió a sus legiones implorando que Cicerón haga lo mismo por el bien de los dos, pero este no quiso hacer caso pues decía que Pompeyo era virtuoso, Cicerón, que cada vez añoraba más a Roma y se maldecía por haberse metido de nuevo en política después de su exilio, Pompeyo es asesinado por las legiones de Cesar y Cicerón dice en reflexión :—El siempre apeló a la virtud después de haber causado la destrucción. Ahora sí que estamos perdidos.

Capitulo 64

La maldición de un conciliador es que se ve obligado a ver ambas caras de una controversia, sin poder gozar por lo tanto de reposo mental. Cicerón exclamaba a menudo: ¡Y yo que llegué a creer que lo negro era siempre negro y lo blanco siempre blanco! El soñaba constantemente con Livia, más solo era una fantasía de su cansada mente.

Detestaba a los aristócratas amantes del lujo y a los ricos que preferían las diversiones y los deportes a la política.

La guerra civil ya había acabado, Catón y los hijos de Pompeyo le apremiaban que ahora el siguiera la lucha contra César, él desesperado por esa situación decide regresar a Roma pero se entero que Julio había ordenado que todos los que estuvieron con Pompeyo debían ser asesinados, pero su yerno hablo con Julio y este le permitió la entrada debido a su larga amistad que llevaban los dos, él se fue a Brundusium donde al llegar recibió la masiva de que podría regresar a Roma.

Los asuntos cada vez se ponían peor, Tulia estaba enferma y su hijo Marco daba inclinaciones hacia la disipación, cosa por la que Terencia lo culpaba; las inversiones iban mal, en si todo estaba cayendo en picada y su esposa no perdía oportunidad de culparlo, inclusive por la guerra civil.

César estaba decidido a destruir cualquier legión que hubiese apoyado a Pompeyo, por lo que ahora estaba en Egipto, donde corría el rumor estaba involucrado con Cleopatra, quien quería matar a su hermano para subir al trono.

Estando en Brundusium escribió una carta a su editor donde decía:

« ¡Ojalá no hubiera jamás nacido! ¡Estoy perdido por mis propias faltas! ¡Si hubiera seguido tu consejo de ser más prudente! No debo mis desgracias a la casualidad; sólo a mí debo reprocharme todas las penas que me afligen.»

Ahí desplego sus dotes más valiosas, pues él nunca reprocho a los demás cualquier infortunio sufrido.

Ático le escribió para advertirle que debía regresar a Roma y aceptar la clemencia de César y de paso le informó que Quinto, su sobrino, había ido a visitar a César, para informarle que él seguía conspirando en su contra. A pesar de eso el siempre amo a su sobrino y esa carta solo le trajo más incertidumbre. Ahora inclusive pasaba por aprietos económicos, pues hasta el dinero prestado a Pompeyo había perdido.

Su hija lo fue a visitar cuando cayo de nuevo enfermo, dándose cuenta él del estado en el que se encontraba ella por lo que pidió a Ático vendiera mas cosas para poder mantenerse a ambos, este le respondió enviándole mucho dinero pretextando que se debía a sus libros.

Por la decadente enfermedad de su hija decide mudarse a toscana sin importarle que le pasase a él, desde ahí le empieza a escribir a Ático, ahí vivio sus ultimols

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