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Conspiración de Valladolid

mmdltEnsayo30 de Agosto de 2013

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En 1808 la invasión napoleónica a la península Ibérica produjo una larga y cruenta guerra en la metrópoli, que involucró a los ejércitos francés, español, inglés y portugués hasta1814, con un gobierno liberado de resistencia y las cortes de Cádiz, encargadas de dotar leyes a este gobierno.

Cuando las noticias llegaron a Nueva España, la pregunta que surgió era cómo se debía gobernar en virreinato ante el cautiverio del rey legitimo en Francia. Los españoles del Consulado y de la Real audiencia consideraban que nada debía cambiar y recomendaban esperar hasta el regreso del monarca VII

Los peninsulares apoyaban a la audiencia, para gobernar en nombre de Fernando VII, mientras que el resto, argumento que al no haber un rey legítimo que gobernara, la soberanía debía regresar al pueblo. Los peninsulares pensaban que los criollos tomarían esto como pretexto para independizarse, mientras que los criollos, pensaban que los peninsulares entregarían la Nueva España a los franceses. A partir de este momento se dieron una serie de conspiraciones y golpes de estado en contra de los virreyes de la época, que formaron parte de un proceso el cual no pudo ser detenido por los Peninsulares.

Conspiración de Valladolid

Al descontento social por las reformas borbónicas se sumaban la crisis del imperio español, tocado de muerte por Napoleón, y la ilegalidad del gobierno novohispano, producto de un golpe de Estado. Muchos criollos, oficiales del ejército, curas y párrocos, hacendados, comerciantes, mineros y artesanos, buscaban autonomía y representación. Surgieron así las conspiraciones contra lo que llamaban el mal gobierno de los gachipines.

Las ideas de independencia formuladas públicamente por el ayuntamiento de México, las compartían muchos oficiales y algunos eclesiásticos cultos nacidos en la Nueva España. Estas dos clases sociales encabezaron la lucha por la independencia y la organización de un gobierno nacional, en la primera mitad del siglo XIX.

Estas ideas inspiraron a los conjurados de Valladolid, hoy Morelia, en 1809. Estos se hallaban encabezados por los tenientes José María de Michelena y José María García Obeso. Dichos jóvenes oficiales se movían libremente con el pretexto de reclutar gente para sus respectivos cuerpos.

Asistían a alas juntas Fr. Vicente de Santa María, Franciscano; Manuel Ruíz de Chávez, Cura de Huango y varios civiles y militares. Contaban los conjurados con el apoyo de la mayor parte de los soldados de algunos regimientos, tanto Valladolid como de México. Su plan era reformar una junta que gobernase en nombre de Fernando VII y despojar a los españoles de sus bienes.

La conjuración fue descubierta pocos días antes de estallar, por denuncia de algunos de los asistentes ala juntas.

El bondadoso Arzobispo – Virrey se contentó con trasladar a los principales jefes a otras plazas, bajo las órdenes de algún jefe español que los vigilase. Así se propagaron a un más las ideas de independencia.

Conspiración de San Miguel el Grande, Guanajuato

En la zona de El Bajío, comenzaron a organizar una conjura en San Miguel el Grande los capitanes Ignacio Allende y Mariano Abasolo, quienes habían tenido contacto, el año anterior, con los conspiradores de Valladolid José Mariano Michelena y José María García Obeso. Las reuniones se trasladaron a la ciudad de Querétaro, en donde se sumaron un grupo de letrados, pequeños comerciantes y más militares del ejército colonial.

Conspiración de Querétaro

Se llama Conspiración de Querétaro a un movimiento clandestino nacido en la ciudad de Santiago de Querétaro en 1808. Se toma generalmente como el antecedente inmediato de la Guerra de Independencia de México, dado que fue este grupo el que comenzó la lucha armada por la emancipación de la Nueva España con respecto a la Corona española.

La figura central y el principal instigador de la independencia de México fue Miguel Hidalgo y Costilla, el cura del pequeño pueblo de Dolores. En cuanto se ordenó como sacerdote, Hidalgo empezó a promover el levantamiento popular de indios y mestizos en contra de los españoles ricos, los hacendados, y los aristócratas. Pronto comprendió la necesidad de diversificar las actividades industriales en Guanajuato, cuya economía tradicionalmente estaba centrada en la minería. Al mismo tiempo, durante sus siete años en Dolores, Hidalgo promovió grupos de discusión en su casa, dónde les daba la bienvenida a indígenas, mestizos, criollos y peninsulares. Los temas de estas discusiones eran eventos contemporáneos, al los cuales Hidalgo incluía sus opiniones sociales y económicas. El movimiento de independencia nació entre estas discusiones informales y fue dirigido en contra de la dominación política y económica española sobre la Nueva España.

El grupo conspirador tenía pretendido alzarse en armas el 8 de diciembre de 1810. Además, pretendían convocar a una junta compuesta por “regidores, abogados, eclesiásticos, y demás clases, con algunos españoles rancios”. Es decir, se trataba de un movimiento representativo de la clase media formada en la Nueva España sobre todo a partir de las reformas borbónicas implementadas por los reyes de Borbón en los dominios hispanos.

Los conspiradores se reunían en la Academia Literaria de Querétaro, a cargo del presbítero José María Sánchez. Entre los miembros de este grupo se encuentran:

Miguel Hidalgo y Costilla, ex rector del Colegio de San Nicolás de Valladolid, y cura de Dolores en 1810.

Juan Aldama, pequeño industrial y oficial del ejército novohispano.

Ignacio Allende, también oficial del ejército novohispano.

Miguel Domínguez, corregidor de la ciudad de Querétaro.

Josefa Ortiz de Domínguez, esposa del corregidor de Querétaro, conocida como La Corregidora.

Ignacio Aldama, militar del ejército novohispano, y hermano de Juan Aldama.

Cuando la conspiración fue denunciada, Aldama y Allende, avisados por Doña Josefa, fueron a Dolores a comunicarle los acontecimientos a Hidalgo, quien el domingo 16 de septiembre de 1810 llamó a emprender la lucha en contra del mal gobierno de los gachupines, a nombre del rey Fernando VII.

II Etapa. Inicio de la guerra de independencia

La revolución de independencia comenzó formalmente la madrugada del 16 de septiembre de 1810, cuando Miguel Hidalgo convocó a la lucha armada contra el mal gobierno virreinal. Hidalgo ocupo primero las ciudades de San Miguel en Grande, Salamanca y Celaya, donde fue nombrado generalísimo, en tanto Ignacio Allende recibía el grado de capitán general.

En Atotonilco, Hidalgo tomó como estandarte una imagen de la Virgen de Guadalupe, que se convirtió en la primera bandera del movimiento. Hubo levantamientos en todo el Bajío, donde las huestes de Hidalgo crecieron al alimentarse de las clases populares, explotadas durante siglos. José María Morelos, cura de Carácuaro y ex alumno de Hidalgo, se unió al movimiento y recibió la orden de iniciar el levantamiento en el sur del Virreinato.

El ejército insurgente, comandado por Hidalgo y Allende, avanzó sobre la ciudad de Guanajuato y tomó la Alhóndiga de Granaditas, donde se originó una masacre y saqueos que los dirigentes del movimiento no pudieron controlar. Debido a los excesos cometido por el ejército popular de hidalgo, muchos criollos que simpatizaban con las conspiraciones y que habrían apoyado el movimiento permanecieron leales al gobierno de la Audiencia y del v irreinato.

El siguiente objetivo fue Valladolid, que se entregó a los insurgentes sin resistencia. El 30 de octubre, el ejército rebelde se enfrentó en el monte de Las Cruces a la última fuerza realista que los separaba de la capital, y aunque finalmente logró la victoria, ésta fue muy costosa tanto en muertes como en deserciones. La Ciudad de México quedó a merced de los insurgentes pero, en vez de enfilarse hacia ésta, regresaron a Valladolid, ya que Hidalgo y Aldama no sabían que la ciudad estaba indefensa, con las fuerzas diezmadas, desorganizadas y desmoralizadas.

El apenas convertido en virrey de Nueva España Francisco Xavier Venegas, enterado del levantamiento insurgente, organizó de inmediato la defensa realista y envió a las tropas que serían derrotadas en el monte de Las Cruces. También mando a traer a la Ciudad de México al gobernador militar de San Luis Potosí, Félix María Calleja, quien en camino se encontró con Hidalgo y lo derrotó en San Jerónimo Aculco, en lo que marcaría el inicio del declive del movimiento.

Los sucesos de Guanajuato alejaron los criollos, que luchaban por reformas políticas y se escandalizaron ante el rencor social mostrado en la matanza y el saqueo. Los mestizos, indios y las castas tenían otra agenda, productos de siglos de explotación. Sus demandas eran sociales y económicas. Hidalgo debía decir si seguía con su postura criolla reformista y traicionar a su ejército popular, que ahora lo trataba como Alteza Serenísima, o bien, modificaba sus ideas y encabezaba las demandas de su gente, al convertir el movimiento en una revolución social. Al final siguió el segundo camino con medidas eminentemente sociales y económicas, cuando publicó El Despertador Americano la abolición de la esclavitud, del tributo indígena y los estancos, así como la declaración de que las tierras de las comunidades eran de uso exclusivo de los indígenas.

Aunque el movimiento independentista profundizó su sentido político y social en

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