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Cuento Azteca


Enviado por   •  7 de Marzo de 2015  •  431 Palabras (2 Páginas)  •  298 Visitas

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Hace mucho tiempo, los Dioses intentaron crear a los seres humanos en cuatro ocasiones, pero no tuvieron éxito.

La primera vez, todas las personas fueron devoradas por jaguares; la segunda, un viento fuerte arrastró todo cuanto encontró a su paso y los hombres y mujeres se convirtieron en monos. La tercera, una lluvia de fuego quemó la tierra y los seres humanos se convirtieron en aves. La cuarta, llovió tanto que la tierra se inundó y las personas se convirtieron en peces.

Entonces los Dioses se reunieron para hablar.

La tierra está lista para que habiten en ella el hombre y la mujer –dijo Huitzilopochtli, Dios del sol.

– Pero, ¿Cómo lo haremos? –preguntaron los demás.

– Si queremos crear seres inteligentes y fuertes –dijo Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada– necesitamos formarlos con los huesos sagrados que se encuentran en Mictlan, el lugar de los muertos.

– ¿No hay otra manera? –Preguntó Xipe Totec, Dios de la primavera–. Nadie ha regresado del Mictlan con vida.

–Es la única manera –contestó Quetzalcóatl–, pero no se preocupen, yo iré por los huesos sagrados.

Realizó un viaje largo y peligroso. Cuando llegó al Mictlan quedó en presencia del Dios de los muertos.

– ¿Qué buscas aquí? –preguntó Mictlantecuhtli.

– He venido por los huesos sagrados –contestó Quetzalcóatl–, para formar a los hombres y mujeres que poblarán la tierra.

–Te los daré, si haces lo que te pida –dijo Mictlantecuhtli.

Quetzalcóatl asintió con la cabeza.

–Quiero que hagas sonar mi caracol marino.

Quetzalcóatl tomó el caracol pero no pudo hacerlo sonar; entonces se dio cuenta de que le habían tendido una trampa. – ¡Está tapado! –exclamó.

Soltando una carcajada, el Dios de los muertos le dijo:

–Entonces no te daré los huesos.

Quetzalcóatl colocó el caracol en el suelo, se arrodilló y empezó a cantar una melodía que atrajo a dos gusanos que perforaron el caracol. Quetzalcóatl lo tomó y lo tocó.

–He cumplido –dijo–; dame los huesos sagrados.

Muy molesto, Mictlantecuhtli dijo:

–Tendré que dártelos.

Junto al trono del Dios de los muertos se encontraban dos montones de huesos: uno era para crear al hombre y el otro para crear

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