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Dia De Muertos Prehispanico


Enviado por   •  2 de Junio de 2014  •  929 Palabras (4 Páginas)  •  255 Visitas

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CELEBRACIÓN DEL DÍA DE MUERTOS EN EL

MÉXICO PREHISPÁNICO

Para los antiguos mexicanos, la Muerte no tenía las connotaciones morales de la religión

católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el

contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban

determinados por el tipo de muerte que habían tenido, y no por su comportamiento en la vida.

De esta forma, las direcciones que podrían tomar los muertos eran:

El Tlalocan o paraíso de Tláloc, dios de la lluvia. A este sitio se dirigían aquellos que

morían en circunstancias relacionadas con el agua: los

ahogados, los que morían por efecto de un rayo, los que morían

por enfermedades como la gota, la hidropesía o la sarna, así

como también los niños sacrificados a Tláloc. El Tlalocan era un

lugar de reposo y de abundancia. Aunque los muertos eran

generalmente incinerados, los predestinados a Tláloc eran

enterrados, como las semillas, para germinar.

El Dios Tláloc

El Omeyocan, paraíso del sol, presidido por Huitzilopochtli, el dios de la guerra. A este

lugar llegaban sólo los muertos en combate, los cautivos que eran sacrificados y las mujeres

que morían en el parto. Estas mujeres eran comparadas a los

guerreros, ya que habían librado una gran batalla, la de parir, y se

les enterraba en el patio del palacio, para que acompañarán al sol

desde el cenit hasta su ocultamiento por el poniente. Su muerte

provocaba tristeza y también alegría, ya que, gracias a su

valentía, el sol las llevaba como compañeras.

Dentro de la escala de valores mesoamericana, el hecho de

habitar el Omeyocan era un privilegio, pues era un lugar de gozo

permanente, en el que se festejaba al sol y se le acompañaba

con música, cantos y bailes. Los muertos que iban al Omeyocan,

después de cuatro años, volvían al mundo, convertidos en aves

de plumas multicolores y hermosas. Dios Huitzilopochtli

DÍA DE MUERTOS EN MÉXICO: UNA TRADICIÓN MUY VIVA.

Por: Diego M. Camacho Sandoval.

Morir en la guerra era considerada como la mejor de las muertes por los aztecas. Por

incomprensible que parezca, dentro de la muerte había un sentimiento de esperanza, pues

ella ofrecía la posibilidad de acompañar al sol en su diario nacimiento y trascender convertido

en pájaro.

El Mictlán era el lugar destinado a quienes

morían de muerte natural. Este lugar era

habitado por Mictlantecuhtli y Mictlantecíhuatl,

señor y señora de la muerte. Era un sitio muy

oscuro, sin ventanas, del que ya no era posible

salir.

El camino para llegar al Mictlán era muy

tortuoso y difícil, pues para llegar a él, las

almas debían transitar por distintos lugares

durante cuatro años. Luego de este tiempo, las

almas llegaban al Chignahuamictlán, lugar

donde descansaban o desaparecían las almas

de los muertos. Mictlantecuhtli y Mictlantecíhuatl.

Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro, el cual le ayudaría a cruzar

un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y

cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían,

como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.

El Chichihuacuauhco

era el lugar adonde iban

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