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Discurso De Angostura


Enviado por   •  1 de Febrero de 2015  •  3.290 Palabras (14 Páginas)  •  241 Visitas

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198 AÑOS DEL DECRETO DE GUERRA A MUERTE

198 AÑOS DEL DECRETO DE GUERRA A MUERTE

Gil Fortoul lo criticó; Blanco Fombona y Baralt lo justificaron

En junio de 2013 también será su bicentenario.

ELIGIO DAMAS

I

LA GUERRA A MUERTE ERA UN HECHO

“Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos contad con la vida aun cuando seáis culpables”.

Con estas apocalípticas palabras se cierra el discutido “Decreto de Guerra a Muerte”, promulgado por el Libertador, en Trujillo el 15 de junio de 1813, al inicio de la “Campaña Admirable”. Hace dos meses se cumplió 198 años de aquella controvertida toma de decisión.

Muchos autores discrepan de él, como Gil Fortoul, quien opinó que actos como esos “no hicieron más que retardar el triunfo definitivo de la independencia”. De otro lado, pueden leerse opiniones que lo justifican como la de Rafael María Baralt, para quien de hecho “esta estaba decretada y se hacia por los españoles y con notable violencia”.

Para comprender el sentido del “Decreto de Guerra a Muerte”, habría que analizar los antecedentes, los objetivos de la guerra y el escenario donde ésta se desarrollaba. Limitarse a lamentaciones en torno a la dureza de la medida implica no comprender las características del proceso y juzgar los hechos con un criterio de intelectual puro, romántico, muy alejado de la dura realidad a que se enfrentaba Bolívar.

El Libertador desde un principio había mostrado capacidad y fuerza para la toma de grandes decisiones y en el “Manifiesto de Cartagena”, ya criticaba a “algunos escritores que defienden la no residencia de facultad en nadie para privar de la vida a un hombre, aun en el caso de haber delinquido éste en el delito de la patria”. En ese mismo documento había evidenciado conocer la indecisión de los grupos de la sociedad colonial venezolana y como la lenidad había contribuido a perder la Republica. Entendía que la guerra debía desarrollarse con un criterio distinto. Más, como bien dice Rafael Maria Baralt, el ejército colonial tenía aterrorizado al país con sus actos vandálicos. Cervèriz, desde Río Caribe, decía a Monteverde: “No hay más señor, que un gobierno militar pase a todos estos pícaros por las armas”. El capellán de Monteverde, el capuchino Coronil, excitaba a los pardos a “degollar a todos los republicanos – de siete años para arriba” –. Esto se fundamentaba en las contradicciones de la sociedad venezolana, puestas de manifiesto entre los blancos criollos, pardos, negros, etc.

Ya en la época de la Primera Republica, los partidarios de la corona sublevaban a los esclavos contra los esclavizadores. Por eso, lo referente al capellán de Monteverde, el capuchino Coronil, en el sentido que excitaba a los pardos contra los criollos; esas contradicciones fundamentarán también la jefatura de José Tomás Boves.

II

GUAL, ESPAÑA Y JOSÈ LEONARDO CHIRINOS

POR LA LIBERTAD DE LOS ESCLAVOS

Y LA INDEPENDENCIA

Para entender plenamente la naturaleza del decreto, y no hacer juicios en abstracto, es pertinente repasar algunos elementos de la historia de Venezuela de los cuales hemos hablado en otras entregas.

La sociedad venezolana estaba integrada por diversos grupos separados entre sí por hondas contradicciones; unas inherentes al carácter de las relaciones de producción, a las formas de relacionarse los hombres con la propiedad y otras de índole superestructural legalizadas por el derecho colonial.

La simple consigna independentista o por la libertad de comercio, agitadas por los blancos criollos o mantuanos, a partir de 1810, no tuvieron el poder aglutinador que ellos deseaban, ni sentido alguno para el hombre esclavo, los campesinos de la costa montaña o el trabajador del llano.

Antes de 1810, se produjeron en la Capitanía General de Venezuela varias sublevaciones de esclavos que no tuvieron ningún vínculo con la idea independentista. Para los negros, hijos de la Sierra Leona, poco significado tenia aquella idea de crear una patria independiente, cuando ellos se sentían víctimas en un territorio que aún les parecía extraño. Y los esclavos se fugaban, se ocultaban en las montañas y los bosques y formaban cimarroneras y celebraban allí cultos, jolgorios y rochelas. Atacaban las haciendas con tácticas guerrilleras y degollaron amos y violaron “inocentes criaturas blancas”, como se solazó en decirlo la cursilería novelística de la época. Y actuaron así como una manifestación quizás ruda y primitiva y a veces hasta cruel, pero también como una comprensible necesidad de protestar por lo injusto que se era con ellos y por un humano deseo de ser libres.

Sólo el movimiento de José Leonardo Chirinos, aquella cimarronera huérfana de la Provincia de Coro, con su índole antiesclavista, unió la esperanza de ser individualmente libre a la consigna de crear un país independiente de la relación colonial. Aquella negrada, que a través de José Leonardo habló de igualdad, libertad y fraternidad, recogió la experiencia de Haití, donde desde el fondo de una sociedad colonial esclavista, surgió la primera república de negros que registra la historia.

Y justamente por eso, por lanzar consignas que apuntaban contra los intereses de los mantuanos o blancos criollos y, al mismo tiempo, contra el colonialismo monárquico, estos sectores se unieron para aplastar al atrevido negro José Leonardo y sus seguidores, pese a las tendencias al deterioro de la economía y las relaciones de intercambio con España.

Poco tiempo antes, cerca de Barcelona, en Panaquire, Juan Francisco de León, un hijo de las islas Canarias, se levantó con una consigna menos audaz, “más realista”. Con muchos amigos y pocos adversarios, aunque poderosos y pese perder la vida por ello, logró en parte los objetivos políticos económicos que se propuso. Su protesta fue sólo contra la Compañía Guipuzcoana y sus formas de relacionarse comercialmente con los productores criollos, lo que produjo el respaldo inmediato del cabildo de Caracas, portavoz oficial del mantuanismo. La protesta de Juan Francis de León. A quien pudiéramos llamar el primer mártir de los mantuanos, aunque no perteneció realmente a esa clase, recoció el interés de ellos y no agredió, en lo fundamental,

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