Divulgación historiografica
Norma AlmarazInforme4 de Abril de 2016
4.681 Palabras (19 Páginas)299 Visitas
[pic 1]
DIVULGACIÓN HISTÓRICA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PAMPA
[pic 2] FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS
PROFESORADO DE HISTORIA
[pic 3]
INFORME SOBRE DIVULGACIÓN HISTÓRICA
Comenzaremos este informe concibiendo el concepto divulgación científica como un conjunto de actividades que interpretan y hacen accesible el conocimiento científico a la sociedad en general, es decir, a todas aquellas labores que llevan el conocimiento científico a las personas interesadas en entender o informarse de ese tipo de conocimiento. La divulgación pone su interés en los descubrimientos científicos del momento, también en teorías bien establecidas o aceptadas socialmente. Del latín divulgatio, divulgación es la acción y efecto de divulgar, difundir, promover o publicar algo para ponerlo al alcance del público.
La revista norteamericana Popular Science[1] (fundada en 1872) es probablemente la primera publicación general que apareció con un carácter divulgativo. En la actualidad se realiza en cualquiera de los formatos que existen en los diferentes medios de comunicación: documentales de televisión, revistas de divulgación científica, artículos en periódicos generales o páginas de Internet dedicadas a esta labor. Existen incluso canales de televisión dedicados exclusivamente a esta actividad, tales como Discovery Channel, National Geographic Channel o en nuestro país el canal Encuentro. La divulgación científica se expresa de manera más precisa en libros específicos sobre un tema. Algunas obras divulgativas que claramente no son investigaciones realizadas con protocolo académico, pero tienen una gran llegada al público han llegado a convertirse en auténticos best-sellers, como Argentinos I y II de Jorge Lanata y Los mitos de la historia argentina I, II, III Y IV de Felipe Pigna.
La historiografía académica es un sector especializado en la investigación y enseñanza de la historia, cuenta con instituciones, controles académicos, publicaciones y formas de legitimación. Es, además, un campo de intereses, interpretaciones y tradiciones intelectuales, ideológicos y culturales muy diversas[2].La historiografía argentina experimentó cambios profundos en su campo disciplinar a partir de 1983, año clave en la historia que marcó el regreso de la democracia en nuestro país. Jorge Gelman[3] en una entrevista al diario La Nación en el año 2007 afirmaba:
“La investigación historiográfica ha avanzado mucho en los últimos 20 años. Pero paradójicamente la profesionalización del campo lo ha cerrado hacia adentro. Los historiadores son más numerosos y cada vez más escriben para sus colegas. Se abren líneas de trabajo muy específicas y complejas que convierten su tarea en un trabajo para otros académicos",
En ese contexto, el creciente interés del público por el pasado no encontró entre los historiadores profesionales interlocutores bien predispuestos. Así, primero el mercado y más tarde el Estado organizaron la producción de contenidos sobre el pasado para la difusión masiva.
“Cada pueblo tiene su historia y cada época sus historiadores. El relato que ordenaba el pasado argentino hizo crisis en diciembre de 2001, abriendo una grieta en nuestro sentido de la historia y dejando en su lugar un espacio vacante. El momento reclama nuevos relatos y nuevos historiadores capaces de articularlo.” (Adamovskys, Ezequiel y otros, 2008, p. 4).
En una entrevista a Gabriel Di Meglio en el marco las II Jornadas de Historia para Estudiantes y Graduados Recientes y I Jornada de Divulgación Histórica en el Centro Regional Universitario Bariloche (2012), el historiador opinaba acerca de la divulgación del conocimiento científico “Es cada vez más clara la necesidad de divulgar los temas que se estudian en las universidades porque muchas veces quedan encerradas en ellas mismas.” La edificación de relatos sobre el pasado no es dominio exclusivo de la historiografía profesional. En la construcción de versiones acerca del pasado existen relatos provenientes de diferentes esferas, como medios de comunicación, intelectuales, organizaciones políticas y sociales además de otras disciplinas.
La crisis en Argentina en el año 2001 generó en la sociedad una nueva demanda, una búsqueda a nuevas respuestas. Dejó una puerta abierta a la discusión sobre el rumbo que tomaría el país, se advirtió que no todo estaba resuelto y se comenzó a pensar por qué hay crisis recurrentes en el país[4]. No se hicieron eco de la opinión pública los historiadores, si no obras sobre temas históricos, provenientes, en general, de las letras, la política y el periodismo. Estas obras o ensayos históricos obtuvieron su legitimación mediante su éxito editorial y mediático, pues fueron todos auténticos best-sellers.
Características que adopta la divulgación histórica en ensayistas de la década del 2000.
Podríamos definir la divulgación como una empresa, como una forma de pensar interdisciplinariamente, en donde la sociedad encuentra repuestas a su interminable lista de preguntas. Se caracteriza por apelar a la historia para explicar una situación actual, lo que equivale a decir que en el pasado está la clave de los problemas en el presente. Aunque no necesariamente la divulgación debe explicar una situación actual o buscar en el pasado las claves de los problemas presentes, esta es una de las características del ensayismo argentino post 2001. Están dirigidos a un público más general, no académico. Utilizan un lenguaje coloquial en el que combinan el humor con los argumentos[5]. Reflejan la complejidad de las situaciones en pocas palabras, pues está pensado en dirigirse a otro público. El producto que presentan es muy atractivo ya que compite con otras ofertas del mercado. Los equipos que trabajan en la publicación de estos libros son interdisciplinarios, tienen todos los frentes cubiertos: formato (libro, comic, video, película), receptor, costo, tiempo, formas y circuitos de divulgación. No olvidemos el caso de Felipe Pigna, o Jorge Lanata quienes publican sus libros Los mitos de la historia argentina y Argentinos apoyados por programas de radio, de televisión, diarios, revistas, páginas web, además de librerías no convencionales para libros de historia.
La opinión pública les asignó a estos autores el papel de intérpretes del pasado y del presente nacional. Generaron, de forma paralela, profundos debates en el campo historiográfico sobre los usos de la historia, las cualidades que hacen de alguien un historiador y quienes son las voces autorizadas para hablar del pasado. En una entrevista realizada por Alejandra Ballester y Héctor Pavón para la Revista de cultura Ñ a Tulio Halperín Donghi, el historiador afirmaba que las versiones neo revisionistas de divulgación histórica eran consideras poco útiles, además proclamaban descubrir en un supuesto pasado, que es sólo una alegoría del presente (lecciones válidas para ese mismo presente) ignorando que para que la historia del pasado pueda ofrecer esas lecciones necesita ser de veras historia del pasado, mientras que lo que se confecciona de esa manera no lo es en absoluto.[6]
TIPOS DE DIVULGACIÓN HISTÓRICA
Cuando nos referimos a divulgación histórica hacemos alusión a diferentes tipos, en primer lugar, hallamos a la alta divulgación, aquellos materiales producidos desde el mundo académico (aunque es lo más frecuente no necesariamente los materiales producidos desde el mundo académico tienen que ser alta divulgación). Para ejemplificar estos casos, podemos citar el libro Nudos de la Historia Argentina, que presentó textos de divulgación sobre temáticas, épocas y personajes históricos, escritos por historiadores con larga trayectoria académica en estudiarlos. Contó con títulos y autores como, El día que se inventó el peronismo, de Mariano Ben Plotkin, e Indios y cristianos, de Silvia Ratto, ¡Mueran los salvajes unitarios! La Mazorca y la política en los tiempos de Rosas, de Gabriel Di Meglio, Los usos del pasado. La historia y la política argentina en discusión (1910-1945), de Alejandro Cattaruzza, entre otros.
En un segundo lugar ubicamos los textos de divulgación hacia receptores específicos, este material producido para el sistema educativo. El retorno de la democracia supuso importantes cambios en la sociedad, en el sistema educativo significó repensar los contenidos, el concepto de ciudadanía, los procesos de enseñanza y aprendizaje. Los textos escolares actuales son considerados herramientas de trabajo para el aula, altamente visuales (contiene gran cantidad de imágenes) e invitan al lector a desarrollar estrategias. El fin es familiarizar al estudiante con los problemas de la operación histórica de un modo detallado que sea experimentable en la labor cotidiana. Ello implica que un apartado de los Contenidos Básicos Comunes deberá girar en torno a teorías y filosofías de la historia formuladas en los dos últimos siglos y en torno a las prácticas de oficio del historiador.[7]
...