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EL MUNDO DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL


Enviado por   •  16 de Octubre de 2014  •  2.103 Palabras (9 Páginas)  •  157 Visitas

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Las razones de un denuncio por traición a la patria al Presidente de la República de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, por su decisión de suscribir el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, exige dejar sentadas unas premisas que impidan que las razones de esta acusación se desvirtúen con falsedades o se desvíen con alegatos que reflejan ignorancias reales o fingidas. Que algunas de las advertencias sean en cierto sentido elementales no les quita su importancia, porque quien las comprenda y las emplee en sus análisis ganará capacidad de discernimiento frente a las falacias expresas o tácitas con las que suelen defenderse las concepciones y las medidas neoliberales.(1)

Lo primero es decir que la oposición al TLC no significa rechazo por razones de principios a un tratado económico con Estados Unidos o con cualquier otro país de la Tierra, pues se entiende que los negocios internacionales (y los acuerdos que vienen con ellos) pueden ser positivos para el progreso de los pueblos, en la medida en que se definan a partir del más celoso empleo de las soberanías para proteger los intereses de cada nación y con el propósito de lograr el beneficio recíproco de los países que los suscriban. Pero como también pueden no cumplir con los dos requisitos señalados, dichos negocios y acuerdos igualmente pueden ser negativos para alguno de los signatarios, caso en el que no deben suscribirse, y más por parte del país que va a ser sacrificado. “Es mejor no tener Tratado que tener un mal tratado”, dijo el premio Nóbel de economía Joseph Stiglitz refiriéndose a estos TLC.

La confusión que pueda existir entre algunos que piensan que todo acuerdo económico internacional es siempre positivo por el simple hecho de acordarse o que por lo menos los que vinculan a Estados Unidos sí lo son en todos los casos se explica por las ignorancias verdaderas o fingidas corrientes en Colombia. Pero demostrar que los intereses nacionales y los extranjeros pueden ser diferentes, e incluso antagónicos, no ofrece dificultades, como puede constatarlo cualquiera que desee hacerlo. Si se menciona el punto es porque, con sus astucias retóricas y las complicidades de que gozan para evadir los debates a fondo sobre estos asuntos, los neoliberales intentan pasar de contrabando una absoluta identidad que de ninguna manera existe entre lo propio y lo foráneo.

Es tan notoria la posibilidad de contradicciones entre los intereses nacionales y los extranjeros, así como el riesgo de que un ciudadano de un país pueda actuar al servicio de los intereses de otro, que en todos los países las legislaciones sancionan a los traidores. En Colombia, en el Título XVII, Capítulo Primero del Código Penal, se trata “De los delitos de traición a la patria”, delitos que para este caso se tipifican así: “Artículo 455. Menoscabo de la integridad territorial. El que realice actos que tiendan a menoscabar la integridad territorial de Colombia, a someterla en todo o en parte al dominio extranjero, a afectar su naturaleza de Estado soberano, o a fraccionar la unidad nacional, incurrirá en prisión de veinte (20) a treinta (30) años”. “Artículo 457. Traición diplomática. El que encargado por el gobierno de gestionar algún asunto de Estado con gobierno extranjero o con persona o grupo de otro país o con organismo internacional, actúe en perjuicio de los intereses de la República, incurrirá en prisión de cinco (5) a quince (15) años”.

Que un negocio nacional o internacional, grande o pequeño, pueda ser negativo para una de las partes se explica por la propia naturaleza del capitalismo, que no es un sistema constituido sobre la relación solidaria entre los individuos y las naciones, sino en todo lo contrario. En efecto, y como puede constatarlo cualquiera que haga el menor estudio al respecto, el capitalismo se fundamenta en el criterio zoológico de la competencia entre las personas y entre los países, competencia que tiene como objetivo supremo la ganancia y que es tan dura que considera económicamente válido y moralmente lícito hasta la ruina del competidor, sin importar que medien daños individuales, sociales o nacionales de enormes proporciones. Luego en el capitalismo las relaciones de beneficio recíproco entre las partes no solo no son las naturales sino que ocurren por excepción, cuando las partes equiparan sus fuerzas, realidad que entre los países solo aparece en la medida en que se esgrima la soberanía para decir No cada vez que el interés nacional vaya a ser vulnerado. Estas verdades son las que explican por qué todas las naciones constituidas conformaron Estados que definieron límites jurisdiccionales sobre los cuales ejercer sus derechos soberanos, condición sine qua non para evitar ser sometidas a tratos arbitrarios por otras.

Bajo el capitalismo las relaciones de beneficio recíproco entre las naciones se hicieron más difíciles en la medida en que el sistema evolucionó hacia los monopolios y la preponderancia del capital financiero, pues apareció el imperialismo, modo que requiere de la explotación de los países débiles para existir y el cual, sin renunciar a las agresiones colonialistas, maquilla su agresividad mediante el neocolonialismo, dominación que intenta ocultar y que ejerce mediante cipayos, es decir, a través de nativos de las tierras dominadas que actúan al servicio de los intereses del Imperio y que entre sus funciones cumplen con una de importancia ideológica primordial: ocultar cómo funciona la economía capitalista. Que unos actúen así porque se lucran de la dominación y que otros lo hagan por pusilánimes no modifica en nada esta realidad. Y que tales verdades sean de muy mal recibo entre los grandes poderes, hasta el punto de haber logrado casi excluir el uso de los calificativos imperialismo e imperialista, no implica que este y sus conductas no hayan existido y existan, sino que su poder se ha incrementado tanto que ni siquiera debe mencionarse, salvo que se esté dispuesto a pagar costosos peajes económicos, sociales y políticos.

Si algún país en el mundo de hoy puede recibir el calificativo de imperialista es Estados Unidos, convertido, de lejos, en el mayor imperio de la historia de la humanidad, según se deduce de su enorme poderío de todo orden y del conjunto de sus actuaciones, incluidas las más brutales y descaradas agresiones militares. Que este imperio y los demás que existen en el mundo nieguen su naturaleza mediante constantes invocaciones a la democracia y al empleo de instituciones financieras que se presentan tras el eufemismo de ser de la “comunidad internacional”, pero que en realidad controlan con puño de hierro, no modifica la contundencia de los hechos.

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