El Absolutismo
luis3630 de Mayo de 2014
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Índice
Presentación 2
El Absolutismo en Europa 3
LOS ANTECEDENTES DEL ABSOLUTISMO 4
CARACTERÍSTICAS DE LA ÉPOCA DEL ABSOLUTISMO EN EUROPA Y SUS EFECTOS EN LA SOCIEDAD, LA ECONOMÍA Y LA RELIGIÓN. 4
TODO EL PODER PARA EL REY. 5
REALIDADES MUY DIVERSAS, PERO PREOCUPACIONES SIMILARES. 6
LOS INSTRUMENTOS DEL ABSOLUTISMO 7
LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO 8
EL MOMENTO DE ESPLENDOR DE LAS MONARQUÍAS ABSOLUTAS 9
Luis XIV de Francia 9
EL DESPOTISMO ILUSTRADO 9
LA ETAPA FINAL DEL ABSOLUTISMO 10
BIBLIOGRAFÍA 11
Presentación
Presentamos éste trabajo acerca del Absolutismo en Europa para conocer mucho más de éste sistema que sucumbió a éste continente.
El absolutismo surge en Europa Occidental en los siglos XVI, XVII y hasta el siglo XVIII, como nueva forma de organización política-económica sustitutiva del régimen feudal. Se caracteriza por la centralización del poder en el monarca.
Durante la Edad Media, el centro de organización político y económico era el FEUDO (extensión de tierra) y la cabeza del mismo era el señor feudal. Económicamente era una unidad productiva cerrada de subsistencia, donde el comercio era casi nulo. Socialmente, un sistema de estratificación centrado en el linaje, la movilidad social era casi imposible. Se centraba en un contrato feudal con obligaciones de ambas partes: señor feudal debía brindar seguridad y protección, y los vasallos debían servir al señor, respetarlo y acompañarlo. El estado es de carácter patrimonial, y es propiedad privada del rey.
Esperamos que éste trabajo sea de su agrado y agradecemos de antemano por la atención brindada.
Los alumnos
El Absolutismo en Europa
Absolutismo significa poder soberano o de origen divino desligado de cualquier otra instancia de poder temporal, sea el papa o el emperador. En este sistema de gobierno el estado y el monarca se consideraban como una única entidad situada por encima de la ley, y el concepto de derecho divino de los reyes era la justificación que legitimaba la pretensión de soberanía indivisible.
El absolutismo, término que procede del latín absolutus («acabado», «perfecto»), fue el principal modelo de gobierno en Europa durante la época moderna, caracterizado por la teórica concentración de todo el poder del Estado en manos del monarca gobernante. La implantación del absolutismo representó un cambio sustancial en la concepción sobre la dependencia de las autoridades intermedias entre el súbdito y el Estado, situación que comportó la creación de una burocracia eficaz, un ejército permanente y una hacienda centralizada. Su andadura política se inició en los siglos XIV y XV, alcanzó la plenitud entre los siglos XVI y XVII, y declinó entre formas extremas e intentos reformistas a lo largo del siglo XVIII.
Ningún monarca absoluto trató de atribuirse la exclusividad o monopolio del poder, sino la soberanía del mismo. Poder absoluto, durante la época moderna, fue básicamente poder incontrolado, poder no sometido a límites jurídicos institucionalizados. Éste fue el marco y la verdadera preocupación de las monarquías europeas que se calificaron interesadamente como absolutas, que se esforzaron por serlo de un modo real, práctico y efectivo, y que lo consiguieron de forma parcial y progresiva. Por tanto, el poder absoluto debe entenderse, por una parte, como un poder soberano o superior, no exclusivo; es decir, presupuso y asumió la existencia de otros poderes: señorial, asambleas estamentales o cortes, reinos municipios, etc., respecto a los cuales se consideró preeminente y, por otra parte, como un poder desvinculado de controles o límites institucionales.
LOS ANTECEDENTES DEL ABSOLUTISMO
El siglo XIV y buena parte del siglo XV fueron escenario de innumerables conflictos: depresión económica, fractura cultural y resquebrajamiento político en un escenario de guerras marcaron el tránsito hacia el siglo XVI. De la necesidad imperiosa por conseguir la paz en los diferentes reinos europeos, se derivaron dos repercusiones principales en el terreno político. Por una parte, los dos poderes tradicionales de la cristiandad medieval, el papado y el imperio, recuperaron, si no su anterior prestigio, sí su unidad. Por otra parte, a pesar de la gran variedad de formas institucionales de poder las monarquías feudales del medioevo salieron fortalecidas de una situación de crisis en la que habían conseguido erigirse lentamente en representantes de grupos nacionales, mucho más que de clientelas o huestes.
En Inglaterra, Francia, el Sacro Imperio, Polonia, Aragón y Castilla, entre otros, el rey, soberano cristiano consagrado por la Iglesia, se fue convirtiendo en la cabeza de una larga cadena de relaciones de vasallaje, encuadradas en el complejo marco del régimen señorial, y en el símbolo popular de la justicia. El monarca acumuló progresivamente amplios poderes, reforzando así su autoridad, cosa que le permitió vencer las resistencias y dotar de nuevos instrumentos al Estado.
CARACTERÍSTICAS DE LA ÉPOCA DEL ABSOLUTISMO EN EUROPA Y SUS EFECTOS EN LA SOCIEDAD, LA ECONOMÍA Y LA RELIGIÓN.
Las principales características del absolutismo fueron el rey único, vitalicio, hereditario y teocrático lo que hacía que el monarca dictara todas las leyes de acuerdo a sus intereses y la de los nobles, que estaban para aconsejar al rey en sus decisiones aunque este siempre tenía la última palabra; el rey manejaba los hilos de la iglesia y era el jefe temporal lo que quiere decir que manejaba la parte administrativa y todo lo que tiene que ver con sus riquezas, mientras que la parte de la fe y la creencia religiosa eran atribuidos al clero; se practicaba una economía mercantilista en donde todo estaba respaldado en metales como el oro y la plata siendo este sistema responsable por las miserias que azotarían Europa luego y que serán cambiados por sistemas más liberales, y a su vez muy controlada para así poder cobrar los impuestos necesarios para poder mantener la acomodada del rey y los nobles en el Palacio de Versalles en el caso de Francia con todas sus fiestas y más de un centenar de habitaciones. En cuanto a la sociedad, esta es estamentada por lo que si naciste campesino serás campesino y no contarás con los privilegios de la nobleza por más que seas noble y no tengas dinero, tu condición de noble no te la quita nadie en aquel entonces.
Este régimen, para poder funcionar y asegurar su continuidad, debe contar con un ejército que apoye incondicionalmente al rey y para a su vez apoyar y mantener el sistema monárquico en orden y controlar cualquier tipo de revueltas contra este, una burocracia con ministros y funcionarios públicos a cargo que la hagan funcionar correctamente para que así se mantenga el poder monárquico, un grupo de embajadores que se encargaban de los tratados comerciales, de guerra, y matrimoniales ya que todos los reyes europeos se casaban entre ellos para asegurar las coronas reales y estos casamientos siendo pura y exclusivamente por interés, un sistema tributario fuerte que pueda mantener en pie todos los gastos del estado y del monarca, así como también la flota, el ejército y la burocracia.
En resumen, el objetivo del absolutismo es la concentración y el monopolio de la autoridad y el poder del estado en la persona del rey.
TODO EL PODER PARA EL REY.
Las principales resistencias vinieron desde diferentes frentes. La primera era la fortaleza del poder de la nobleza. Garantizar sus intereses, en el marco del afianzamiento del poder personal del rey, fue un equilibrio permanentemente buscado a lo largo de la trayectoria política de todas las monarquías absolutas. Éstas nunca fueron árbitros independientes de la sociedad que se iba a dirigir, sino representantes insignes y garantes eficaces de la perpetuación del poder y hegemonía social de las noblezas, tanto si provenían de los señoríos de antigua estirpe, como de los fieles titulados de nuevo cuño. Fue para ellas para quienes se construyó el costoso aparato cortesano y el imponente mundo palaciego.
La segunda de las resistencias se concentraba en arrancar protagonismo a los órganos representativos del reino (cortes, parlamentos, dietas, etc.), todo ello sin intentar suprimirlos, ni atentar contra sus derechos; solamente evitando y espaciando su ritmo de convocatoria y haciendo que, progresivamente, perdieran su papel tradicional para ratificar cualquier petición de subsidio de guerra o impuesto público.
La tercera resistencia consistió en extender los tentáculos del poder real al gobierno de ciudades, villas y corporaciones, siempre tan celosas de sus privilegios y autonomía. Esto sólo pudo conseguirse a través del desarrollo de una política de concesión de honores que permitió al soberano inmiscuirse por muy diversas vías en las elecciones de cargos destinados a regir las diversas facetas de la administración municipal.
En idéntica línea, se diluyó el último gran escollo: controlar al menos terrenal de los poderes, la Iglesia. La profunda fractura religiosa de mediados del siglo XVI, ligada a la Reforma protestante y la posterior Contrarreforma católica, comportó, entre muchas otras repercusiones, un proceso de reafirmación de las iglesias nacionales, cada vez más alejadas de la omnipresente centralización del papado romano. En este marco, se hizo evidente la preocupación de los monarcas por vigilar e intervenir en la elección de los altos ministerios eclesiásticos que habían de ejercer un papel relevante en la justificación pública de la autoridad real y de su actuación
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