El Gótico
romi1485Tesis25 de Junio de 2014
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El Gótico: un arte racional e innovador “En el oriente los estilos duraron milenios, y no parecía existir razón alguna por la que debieran cambiar. Occidente jamás conoció esta inmovilidad; siempre estuvo inquieto, probando soluciones nuevas y nuevas ideas. El estilo románico no se prolongó más allá del s. XII. Apenas habían conseguido los artistas abovedar sus iglesias y distribuir sus estatuas en forma nueva y majestuosa, cuando otra idea hizo que todas esas iglesias parecieran torpes y anticuadas. Esta nueva idea nació en el norte de Francia (...).” ERNST GOMBRICH: “Historia del Arte”
El arte gótico es el que corresponde a la Baja Edad Media. Es un período dinámico desde el punto de vista socioeconómico, muy variado, con intensos contactos con Oriente a través de las cruzadas y las rutas comerciales. La burguesía nace en las ciudades.
La orden del Císter fue la que creó y difundió el nuevo estilo, tras la reconstrucción de la abadía de San Denis por el abad Suger. Era una arquitectura sobria, austera y luminosa.
El nombre de gótico con que se conoce el estilo que como consecuencia de la evolución del románico impera durante los tres últimos siglos de la Edad Media, se debe al gran historiador del arte italiano del siglo XVI, Vasari que lo cree de origen germánico. El estilo gótico adquiere una difusión geográfica más amplia que el románico, pues de una parte los cruzados llevan sus fronteras por Oriente hasta Tierra Santa y Chipre, y en sus últimos momentos, los españoles, por Occidente, al otro lado del Atlántico.
Cronológicamente comprende desde fines del siglo XII hasta muy entrado el siglo XVI, e incluso en Inglaterra, por un extraño fenómeno de tradicionalismo, sobrevive sin evolucionar hasta enlazar con su resurrección romántica del siglo XIX.
Evolución y características principales:
No obstante ser el estilo gótico la consecuencia lógica de la evolución del románico, desde el punto de vista estético refleja una actitud espiritual y un gusto completamente distintos, y en muchos aspectos opuestos.
Si las características fundamentales del románico son debidas al dominio de la masa sobre el vano, y en los interiores la sombra casi triunfa sobre la luz, el resorte que mueve al arquitecto gótico es su ansiedad de elevación y de luz y el consiguiente horror al macizo. Contribuyen a crear esta nueva sensibilidad, de una parte, ese eterno movimiento pendular del gusto, que llega ahora a una de sus metas más extremas, y de otra, la natural evolución del sistema de presiones y contrarrestos concentrados en determinados puntos, que se inicia en los últimos tiempos del Imperio romano.
El afán de luz hace al arquitecto gótico prescindir del muro en grado no superado en Occidente hasta que se comienza a emplear el hierro y el cemento, los dos nuevos materiales que revolucionan la arquitectura contemporánea. En la arquitectura gótica, el muro llega a perder su función especial de soporte y, como sólo sirve de cerramiento, se remplaza por vidrieras. Los amplísimos ventanales góticos son el extremo opuesto a las ventanas románicas, a veces simples saeteras.
Para el arquitecto gótico, lo primero es la elevación y el hacer sentir ese movimiento ascendente, que en el fondo es ansia de Dios, con la mayor intensidad posible. Soportes y cubiertas parecen concebidos para servir a ese efecto. Las columnas pierden materia, se adelgazan y espiritualizan hasta transformarse en finísimos baquetones, y con ellas las molduras verticales producidas por las aristas de los antiguos pilares cruciformes. Gracias al paralelismo de unos y otras, la mirada, y con ella el espíritu del observador, se sienten fácilmente impulsados hacia las alturas, donde los arcos apuntados de las bóvedas señalan el camino del cielo.
La tensión espiritual hacia las alturas es decisiva en el monumento gótico, y a ella se subordinan todos sus valores formales. En el exterior del edificio una serie de elementos arquitectónicos nuevos ayudan a ese mismo fin, y las torres, para servir a ese deseo, terminan agudas como flechas.
No obstante, la gran importancia que durante el período gótico conserva la arquitectura monástica, vivificada de nuevo por el nacimiento de las grandes Órdenes mendicantes de San Francisco y de Santo Domingo, el monumento donde el gótico alcanza su expresión más plena es la catedral, el edificio que se levanta en el centro de la gran ciudad, y en cuya altura y magnificencia cifran todo su orgullo los vecinos. Si la obra magna del románico ha sido el monasterio, pequeña ciudad en sí, es decir, la obra del monacato, la catedral es el templo de las grandes masas burguesas formadas en los últimos siglos medios. Es la manifestación plástica más perfecta de cuánto hay de espiritualidad en la Edad Media.
EL ARTISTA Y LA SOCIEDAD
Por lo general, la consideración social del artista durante los siglos del gótico es análoga a la de los demás artesanos, y lo que la sociedad valora preferentemente de su trabajo no es tanto la capacidad de creación propiamente dicha, como un mayor y mejor dominio de las técnicas del correspondiente oficio. Hasta muy avanzada la época gótica no empezará a considerarse cometido propio del artista la concepción teórica e iconográfica de sus obras. En muchos casos le bastará con reproducir unos modelos determinados o con traducir las instrucciones de personas a las que se reconoce un nivel cultural superior.
Conforme avanzan los tiempos, es cada vez más frecuente, que los artistas firmen sus propias obras en un intento de acreditarse. Así, por ejemplo, maestro Mateo inscribe su nombre en el dintel del Pórtico de la Gloria (1188). Giovanni Pisano hace lo propio en el púlpito del baptisterio de Siena, con unos extensos versos en los que especifica las circunstancias relativas a la ejecución de aquella obra (1302-1310), y Jan van Eyck dejaba constancia de su presencia en la boda de G. Arnolfini firmando su famoso retrato del siguiente modo: “Jan van Eyck estuvo aquí” Aunque se trata sólo de ejemplos, debe tenerse en cuenta que al principio se firmaban con mayor frecuencia las obras arquitectónicas o escultóricas que las de arte mueble.
Como todos los demás estamentos artesanales, los artistas también comienzan a organizarse corporativamente en cofradías y gremios, aunque en muchos casos éstos no se corresponden exactamente con los de arquitectos, pintores, escultores, etc. Por ejemplo, sabemos que los pintores florentinos de principios del siglo XIV estaban agrupados con los médicos, los boticarios y los comerciantes de especias. Un caso algo distinto es el de los constructores, entre los que se da una clara diferencia entre el maestro de obra, arquitecto o ingeniero, y el simple albañil, lapiscida o alarife. En ocasiones, el papel de las asociaciones permanentes de constructores - o logias - ha sido mitificado en exceso por el carácter cerrado y casi secreto que podían llegar a tener.
De todos modos, es evidente que alrededor de las grandes obras surgen auténticas escuelas donde se transmiten por medio de la práctica las experiencias y las técnicas propias del oficio.
El taller de los pintores. Escultores, orfebres, etc. desempeñaba una función análoga. Raro es el artífice de alguna importancia que no tenga a su lado algún aprendiz, colaborador, esclavo o familiar que aprenda las técnicas de la profesión y que le ayude en alguno de los múltiples procesos que implica la ejecución de una obra. Normalmente, cabe pensar que el maestro era el responsable del diseño de la misma y de su acabado, mientras que los ayudantes se encargarían de las fases preparatorias. En base a esta lógica suposición, los historiadores del arte medieval distinguen las obras de un maestro de las de su taller según su mayor o menor calidad.
El progresivo desarrollo de las comunidades urbanas a lo largo de los siglos del gótico implica la concentración en las ciudades del mercado artístico. Los artífices tienden a establecerse en su seno, amparándose en leyes favorables y en las posibilidades de asociación. Sin embargo, no resulta válida la idea según la cual el artista de los siglos XIII, XIV o XV es un artista sedentario, en contraposición al artista del período románico, que sería un artista itinerante. Salvo los pintores o los orfebres que pueden desarrollar su labor en el propio taller, los demás artistas (arquitectos, escultores o fresquistas) están obligados a una constante movilidad.
Debido a la institucionalización de las sociedades, comienza a generarse una gran cantidad de documentación, parte de la cual alude a aspectos relacionados directa o indirectamente con la vida del artista y la creación artística propiamente dicha. Así pues, resulta más fácil relacionar obras y autores, e incluso establecer biografías de los mismos.
Aunque se tienen noticias de talleres especializados en la producción seriada de obras de arte. La mayoría de los artistas trabajaban por encargo.
Evidentemente, los contratos en que aquellos se formalizaban constituyen una fuente de información de gran importancia, puesto que a través de ellos se de terminan los gustos del cliente, el precio de las obras, sus plazos de ejecución y de liquidación, los modelos a imitar, las calidades de los materiales e incluso los procedimientos a aplicar, etc.
El margen de libertad del artista para dar forma a las obras
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