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El Origen Del Hombre


Enviado por   •  17 de Abril de 2013  •  3.586 Palabras (15 Páginas)  •  366 Visitas

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Mucho se ha investigado sobre el origen del hombre y en realidad de verdad sólo hipótesis es lo que han elaborado los antropólogos mate¬rialistas de esta edad decadente y tenebrosa. Si le preguntásemos nosotros a los señores de la Antropología materialista cuál fue la fecha y el modo exacto como surgió el primer hom¬bre, no sabrían, ciertamente, darnos una respuesta exacta.

Desde las épocas aquellas de Darwin hasta Haeckel y posteriormente desde Haeckel hasta nuestros días, han surgido innume¬rables hipótesis y teorías sobre el origen del hombre. Empero hemos de aclarar, en for¬ma enfática, que ninguna de tales suposiciones puede ser ciertamente demostrada. El mismo Haeckel asegura, con gran énfasis, que "ni la Geología, ni tampoco esa otra ciencia llamada Filogenia, tendrán jamás exactitud dentro del terreno de la mismísima ciencia oficial". Si aseveración de esta clase hace un Haec¬kel, ¿qué podríamos nosotros añadir a esta cuestión? En realidad, esto del origen de la vida y del origen del hombre no podría ser ciertamente conocido, en tanto la humanidad no haya estudiado a fondo la Antropología Gnóstica.

¿Qué nos dicen los "protistas" materialis¬tas, qué afirman ellos con tanta arrogancia, qué es lo que suponen sobre el origen de la vida y de la psiquis humana? Recordemos, con entera claridad meridiana, al famoso "moneron atómico" de Haeckel, "entre el abismo acuoso, complejo atómico que no podría en modo alguno surgir de un azar, como lo supone ese buen señor (ignorante en el fondo, aunque alabado por muchos y muchí¬simos ingleses que hizo gran daño a la humanidad con sus famosas teorías). Sólo diría¬mos, parodiando a Job: "Que su recuerdo se borre de la humanidad" y que su nombre no figure en las calles.

¿Creen ustedes, acaso, que el "átomo del abismo acuoso", el "moneron atómico", podría surgir del azar? Si para construir una bomba atómica se necesita de la inteligen¬cia de los científicos, ¿cuánto mayor talento se requeriría para la elaboración de un átomo? Si negáramos los principios inteligen¬tes a la naturaleza, la mecánica dejaría de existir, porque no es posible la existencia de la mecánica sin mecánicos. Si alguien considerase posible la existencia de cualquier máquina sin autor, me gustaría que lo demostrara, que pusiese los elementos químicos sobre el tapete del laboratorio para que surgiera un radio, un automóvil o simple-mente una célula orgánica. Creo que ya don Alfonso Herrera, el autor de la "Plasmogenia", logró fabricar la célula artificial, mas esta siempre fue una célula muerta, que jamás tuvo vida.

¿Qué dicen los "protistas"? Que la Con¬ciencia, el Ser, Alma o Espíritu, o simplemen¬te los principios psíquicos no son más que "evoluciones moleculares del protoplasma a través de los siglos". Obviamente, las "almas moleculares" de los fanáticos "protistas" no resistirían jamás un análisis de fondo. La "célula-alma", el "bathybius gelati¬noso" del famoso Haeckel ("del cual sur¬giera toda especie orgánica") está buena como para un Moliere y sus caricaturas.

En el fondo de toda esta cuestión y tras de tanta teoría mecanicista y evolutiva, lo que se tiene es el afán de combatir al clero: se busca siempre algún sistema, alguna teoría, que satisfaga a la mente y al corazón, para de¬moler al Génesis Hebraico. Es precisamente una reacción contra el bíblico Adán y su fa-mosa Eva "sacada de una costilla", el ori¬gen viviente de los Darwin, de los Haeckel y demás secuaces. Pero deberían ser sinceros y manifestar su insatisfacción contra todo con¬cepto clerical. No está bien que por reacción simple, se dé origen a tantas hipótesis, despro¬vistas de cualquier basamento serio.

¿Qué nos dice mister Darwin sobre la cues¬tión esa del mono catirrino? Que "posiblemente, el hombre devino de allí". Sin embargo, no lo asienta en forma tan enfática, como lo suponen los materialistas alemanes e ingle¬ses. Mister Darwin, en realidad de verdad, dentro de su sistema, puso ciertos fundamen¬tos que vienen a desvirtuar, y hasta aniquilar absolutamente, la supuesta procedencia hu-mana del mono, aunque éste sea el Catarrino o Catirrino.

En primer lugar, como ya lo demostrara Huxley, el esqueleto del hom¬bre es completamente distinto, en su construcción, al esqueleto del mono. No dudo que hayan ciertas semejanzas entre el antro¬poide y el pobre animal intelectual, equivo-cadamente llamado hombre, mas no exacti¬tud definitiva o definitizante en esta cuestión. El esqueleto del antropoide es trepacista, está hecho para trepar; así lo indica la elas¬ticidad y construcción de su sistema óseo. En cambio el esqueleto humano está hecho para caminar. Son dos construcciones óseas di¬ferentes. Por otra parte, la elasticidad y también el eje, dijéramos, craneal del antropoide y también del ser humano, son completamente diferentes. Y esto nos deja pensando muy se¬riamente. Por otra parte, mis estimables her¬manos, bien lo han dicho con entera claridad meridiana los mismísimos antropólogos mate¬rialistas, que "un ser organizado en modo al¬guno podría venir de otro que marchase a la inversa, ordenado antitéticamente".

En esto habría de poner cierto ejemplo. Veamos al hombre y al antropoide. El hom¬bre, aunque en estos tiempos esté degenerado, es un ser organizado. Estudiemos la vida y costumbres del antropoide y veremos que está ordenado en forma diferente, contraria, antitética. No podría un ser organizado, pues, de¬venir de otro ordenado en forma opuesta y esto lo afirman siempre, muy severamente, las mismísimas escuelas materialistas.

¿Cuál sería la edad del antropoide, en qué época aparecerían sobre la faz de la Tierra los primeros simios? Incuestionablemente, en el Mioceno. ¿Quién podría negarlo? Pues tuvo que haber aparecido, obviamente, en la tercera parte del Mioceno, hace unos quince a veinticinco millones de años.

¿Por qué hubieron de aparecer sobre la faz de la Tierra, los antropoides? ¿Podrían dar, acaso, una respuesta exacta los señores de la Antropología materialista, los brillantes científicos modernos, esos que tanto presumen de sabios? ¡Es obvio que no! Además, el Mioceno en modo alguno estuvo ubicado dentro de la famosa "pangea", tan sona¬da por la Geología de tipo materialista. Resulta ostensible que el Mioceno tuvo su propio escenario en la antigua tierra lemú¬rica, continente ubicado antes en el Océano Pacífico. Restos de la Lemuria, tenemos nosotros a la Oceanía con la gran Australia, o la Isla de Pascua, donde están tallados ciertos monolitos, etc. ¿Que no lo acepte la Antropología materialista por estar embotellada en

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