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El Rey Lagarto


Enviado por   •  24 de Abril de 2014  •  2.093 Palabras (9 Páginas)  •  215 Visitas

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Érase una vez un zapatero que tenía una hija muy hermosa y buena, pero era tan pobre que apenas podía mantener a su mujer y a su hija con su trabajo. Y cierto día se presentó en su casa un criado del señor del castillo que se levantaba sobre el monte que dominaba la ciudad, para pedirle en su nombre la mano de su hija. Y el pobre zapatero, reuniéndose con su familia, habló así:

- Mirad, ha venido a casa un criado del rey diciendo que su señor desea tomar a mi hija por esposa. Pero ya sabéis que, según cuenta la gente, nuestro rey es un horrible lagarto. Entonces yo no sé qué hacer. Si tú te casas con el rey, nos libraríamos de la pobreza. Mas, por otra parte, no quiero que mi hija sea la mujer de un monstruo.

- No te preocupes, padre. Lo importante es que vosotros salgáis de estos apuros, y luego Dios dirá.

La niña se fue al castillo del Rey Lagarto, acompañada por su madre que no quiso dejarla sola. Y, una vez en el palacio, salió un lagarto gigantesco y se casó con la niña. Y cuando llegó la noche, la niña pasó a la alcoba del lagarto. Entonces éste, tirando de sus dientes, se quitó la piel y se convirtió en un hermoso príncipe. La niña, al ver la transformación, se puso muy contenta. Pero el príncipe le dijo:

- Ten presente una cosa. Mañana volveré a ponerme la piel Y otra vez apareceré ante todos con mi forma de lagarto. Esta transformación es un secreto que no puedes contar a nadie, ¡óyeme bien!, a nadie; porque si hablas de ella te ocurrirá una desgracia.

Al día siguiente, la madre corrió muy preocupada a ver cómo estaba su hija, y cuál no sería su sorpresa cuando la encontró muy alegre y feliz.

- Pero bueno ... ¿Cómo es posible que te encuentres tan contenta después de pasar la noche con semejante bicho? Tú me ocultas algo. Anda, dime todo lo que te ha ocurrido.

Mas la niña, por mucho que insistió su madre, no contó nada. Y así pasaron los días... La hija cada vez más alegre y la madre cada vez más convencida de que su hija le ocultaba algo. Y tanto insistió y tanto preguntó la madre, que al fin un día la niña reveló el secreto. Y su madre le habló así:

- Mira, hija mía, de esta forma no podemos seguir. El príncipe tiene que presentarse ante todos tal como es, y no con esa horrible figura de lagarto. Vas a hacer lo que yo te diga. Esta noche cuando se quite la piel se la quemas, y verás como ya terminamos de una vez con esta historia.

Al llegar la noche la muchacha, cumpliendo el deseo de su madre, quemó la piel de lagarto. Pero, a la mañana siguiente, cuando se despertó, el príncipe dijo:

- Veo que has descubierto nuestro secreto. Ahora yo tengo que marcharme, y si quieres encontrarme otra vez, tendrás que ponerte en peregrinación en busca del Palacio Encantado. Y antes de dar con él deberás penar mucho y andar hasta romper siete pares de zapatos de hierro.

Tras decir aquellas palabras, el príncipe desapareció. La niña se quedó muy triste. Pero un día, sin hacer caso de las palabras de su madre, decidió emprender la peregrinación en busca de su marido. Se puso un par de zapatos de hierro, y se echó a andar por esos caminos de Dios.

Pasó el tiempo. La niña había roto ya seis de los siete pares de zapatos y, por más que preguntaba, nadie sabía dónde estaba el Palacio Encantado. Mas un día divisó una casa que se alzaba sobre una colina. La niña llegó hasta la puerta y llamó. Entonces salió una vieja muy vieja que le preguntó:

- ¿Qué buscas por estos descampados, hija mía?

- Busco a mi marido que está en el Palacio Encantado. Pero ya he roto seis zapatos de hierro y nadie ha sabido darme razón de él.

- Bueno. Mi hija es la luna que recorre el mundo. Cuando esta mañana venga a pasear yo le preguntaré, a ver si quiere ayudarte. Pero escóndete en esta tinaja no vaya a verte al entrar y te devore.

La niña, muy asustada, se escondió en una tinaja y allí pasó toda la noche. Al apuntar la aurora, volvió la luna a su casa y dijo:

- ¡A carne humana huelo! Madre, alguien se ha escondido aquí.

- Hija mía, no le hagas ningún mal. Es una pobre muchacha que anda por el mundo buscando el Palacio Encantado para encontrar a su marido. Sé buena y dile dónde se encuentra.

Tras oír estas palabras, la luna respondió que ella no conocía el lugar donde se encontraba el Palacio Encantado, pero que al otro lado de la montaña estaba la casa de su hermano el sol, y que como éste también viajaba mucho y con sus reflejos veía más que ella, acaso pudiera informarla. La niña se dispuso a partir, pero antes de salir la viejecita, dándole un huevo, le dijo:

- Toma este huevo, hija mía, y cuando llegues al Palacio Encantado, si tienes algún apuro, lo estrellas. Verás cómo te sirve de ayuda.

Conque la niña siguió andando, andando, sin otro alimento que las moras y bayas silvestres que encontraba hasta que, pasada la montaña, encontró una casa que era la del sol. Y cuando llamó a la puerta salió una vieja muy vieja, que era la madre del sol, y le preguntó qué buscaba por aquellos lugares. Y, después que la niña se lo hubo explicado, la viejecita le dijo que se escondiera en una tinaja para que su hijo no la devorase, y que ella la ayudaría.

Cuando, llegada la noche, el sol regresó a su casa, gruñó que olía a carne humana. Pero su madre le calmó contándole la historia de la niña y lo que ésta pretendía. Y el sol dijo que él no sabía dónde estaba el Palacio Encantado, pero que al otro lado de las montañas estaba la casa de su hermano el viento y éste, que se metía por todas partes, seguro que podría ayudarla. Y la viejecita, al despedirse de la niña, le dijo:

- Ten esta naranja, hija mía, y cuando encuentres el Palacio Encantado, si te surge

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