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Emanuel Kant


Enviado por   •  15 de Abril de 2015  •  4.243 Palabras (17 Páginas)  •  199 Visitas

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Se utiliza el término «kantismo» -en su acepción más usual- para designar el conjunto de movimientos filosóficos en los que es más decisiva la influencia del pensamiento kantiano. Este influjo es amplio y profundo, ya que la «filosofía crítica» de Kant (v.) supone una manera «nueva» de enfrentarse con la realidad natural y con los diversos fenómenos culturales. No son solamente soluciones distintas a los problemas tradicionales lo que propone, sino -ante todo- un giro en la concepción de la Filosofía misma. Al profundizar en los presupuestos de las principales corrientes filosóficas del s. xix y xx, se llega a la conclusión de que son radicalmente deudoras de un planteamiento kantiano, tanto cuando lo adoptan como cuando se enfrentan críticamente con él. Por este motivo no es posible delimitar con exactitud qué pensadores se deben encuadrar bajo el epígrafe «kantismo». Nos referiremos solamente a los periodos más significativos en el proceso de incorporación, interpretación y crítica de la «filosofía trascendental» kantiana por parte del pensamiento filosófico posterior.

1. Discípulos y adversarios: la polémica sobre el kantismo. Los primeros seguidores y críticos de Kant demuestran ya claramente que la doctrina del filósofo regiomontano ofrece un método o un programa de reflexión, antes que un sistema concluido. No se conforman, en efecto, con exponer e interpretar su pensamiento, sino que se empeñan en profundizar y continuar la «tarea crítica», aun a riesgo de apartarse de ella en puntos fundamentales.

En la polémica que se desencadenó sobre la filosofía trascendental, causaron a Kant más dificultades los adeptos que los objetantes. Kant los denominaba, con ironía, «mis amigos hipercríticos» (Carta de Kant a Tíefrunk, 13 oct. 1797, en Kani's gesainmelie Schri/ten, X11,207); eran, en efecto celosos discípulos que pretendían ofrecer una interpretación auténtica y unitaria del k. y trataban de solucionar sus problemas-límite.

C. L. Reinhold (1758-1823) fue, en principio, un brillante y popular expositor del criticismo, especialmente a través de sus Cartas sobre la filosofía kantiana (17861787). Pero posteriormente acomete la tarea de desarrollar por cuenta propia las ideas kantianas, con una fidelidad discutible -aunque buscada por él- a la doctrina de su maestro. En 1789 publica su Versuch einer neuen Theorie des mensclilichen Vorstellungsverniógen; pretende allí ofrecer «las verdaderas premisas de la teoría de las facultades cognoscitivas y la clave de la Crítica de la Razón» (Carta de Reinhold a Kant, 14 jun. 1789, en Kant's gesam. Schr. X1,60). Trata, entonces, de reducir toda la filosofía crítica a un verdadero sistema. que supere el doble dualismo entre razón práctica y teórica, y -dentro de esta última- entre entendimiento (v.) y razón (v.). Para ello es necesario buscar un punto de partida sólido, un hecho primitivo y evidente, que proporcione un fundamento unitario a la totalidad de la Crítica. Este factutrt elemental para Reinhold es la «representación» (Vorsiellung), como función primaria de la conciencia. Y el primer principio de la filosofía trascendental establece la posición de la representación en la conciencia: «la representación es distinta del objeto y del sujeto representativo, pero relativa a uno y a otro». Toda representación supone la conjunción del elemento formal y elemento material del conocimiento. Lo formal pertenece al sujeto (v.) y lo material es aportado por el objeto (v.). El sujeto produce espontáneamente la forma en la materia dada. Por tanto, aunque la representación se ha producido en la conciencia, no ha sido creada íntegramente por la conciencia misma, ya que entonces carecería de objetividad. El origen último del elemento material de la representación no es otro que la cosa en sí, verdadera causa de la afección sensible. Es, pues, ¡niprescindible afirmar la existencia de una cosa en sí, aunque ésta no pueda quedar reflejada en su forma objetiva en una representación, ya que la forma de toda representación está puesta por el sujeto.

Se puede decir que buena parte de los contemporáneos de Kant conocieron su filosofía a través de la exposición e interpretación de Reinhold. Es éste un punto de referencia obligado en la polémica sobre el k., especialmente en lo concerniente al «problema de la cosa en sí», que estaba planteado y resuelto de manera completamente insatisfactoria.

De esta cuestión se ocupará preferentemente el hebreo Salomon Maimon (1753-1800), cuya perspicacia alabó el propio Kant inicialmente (Carta a Markus Herz, 26 mayo 1789, en Kant's gesam. Schr., X1,49), aunque después demostró no tenerle simpatía. Maimon entiende que una cosa en sí real, en el sentido de la interpretación de Reinhold, no solamente es incognoscible, sino también impensable. La cosa en sí no puede ser entendida sino como límite; es una mera idea de una cierta irrationale Wurzel, a la cual nos acercamos cada vez más, pero que nunca podemos alcanzar. El conocimiento de cosas en sí no sería más que un pleno e inalcanzable conocimiento de los fenómenos (v.). La idea de un entendimiento infinito recibe realidad objetiva a través de los objetos de la intuición (v.) y, a la inversa, las intuiciones reciben realidad objetiva a través de esa idea, en la cual se resuelven en último término (Versuch über die Transzendentalphilosophie, Berlín 1790, 419-420). En tanto que conocemos los fenómenos, conocemos la cosa en sí; porque, en caso contrario, nuestro entendimiento no tendría ninguna objetividad; pero no los conocemos plenamente como los conoce el entendimiento infinito, sino de una forma limitada. Lo suprasensible es, por ello, lo mismo que lo sensible; a través del conocimiento trasformamos lo meramente dado en algo pensado, trasformamos los fenómenos en cosas en sí (ib. 195-196). Lo que Salomon Maimon llama su «escepticismo» consiste en la constatación de que la experiencia trata siempre de ser objetiva, pero nunca llega a serlo plenamente. Esta supuesta objetividad fáctica es más bien una idea, una tarea irrealizable (ib. 226 ss.). La exégesis de Maimon adopta, pues, por primera vez un punto de vista decididamente idealista (v. IDEALIsmo), que anuncia desarrollos posteriores.

A. E. Schulze (1761-1833), en su célebre Enesidemo (1792), considera que Reinhold no ha solucionado las aporías de la filosofía crítica. Y es que, en rigor, Kant incurre en una patente inconsecuencia; porque, por una parte, rechaza de plano el procedimiento ontológico clásico y, por otra, lo adopta en los puntos fundamentales de su doctrina. Esta contradicción interna es flagrante en el problema de la cosa en sí. El dilema del Enesidemo es semejante al de F. H. Jacobi: dar cabida a la cosa en sí supone aceptar el dogmatismo ontológico;

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