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Ensayo Divina Comedia II


Enviado por   •  3 de Febrero de 2014  •  3.453 Palabras (14 Páginas)  •  462 Visitas

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Dante transgrede el pensamiento religioso del hombre medieval creando su propia visión teológica, su propia religión y seres divinos dignos de ser adorados.

En el recorrido de su compleja obra podemos ir descubriendo rasgos que dan cuenta del espíritu desafiante de Dante a los pensamientos políticos, religiosos y morales de su época.

En las tres principales secciones que conforman La divina comedia, encontramos seres habitándolas, seres históricos, literarios, blasfemos, bíblicos, de la mitología pagana, que por su importancia han merecido los distintos lugares en que erudita y soberbiamente Dante los ha colocado.

En un lectura simplista podría llegar a afirmarse que la Biblia está recorriendo las palabras de Dante, pero cuando avanzamos en la profundidad de lo no dicho, lo implícito, y hasta el atrevimiento de sus palabras en lo dicho nos encontramos con un Dante que somete y modela los escritos y mitos religiosos a su propio mecanismo de culpas, expiación y salvación de la humanidad.

“…la Comedia se convierte en otra Escritura, un Novísimo Testamento que constituye un suplemento de la Biblia cristiana.”[1]

La teología del momento constituye para él, sólo un insumo a través del cual vertebra su obra, su propia visión teológica, transformando de manera extraordinaria un cosmos creado a su imagen y semejanza. Un camino alegórico hacia su propia teoría teologal.

Dante es un poeta de un orgullo sin límites, hasta pecaminoso podría pensarse desde lo religioso, pero con una erudición manifiesta, y reconocida por él en su obra, al punto que protege de considerar blasfemia su audaz pensamiento. A Dante sólo le interesa Dante, y su recurso principal para demostrar esto comienza en el Canto I (Infierno), allí se fusionan el yo de la enunciación y el yo anunciado. Dante es el protagonista, el yo poético como elemento efectivo y eficaz de verosimilitud de lo narrado, garantía de veracidad de su viaje a ultratumba.

Los tres mundos, infierno, purgatorio y p[***]araíso reflejan tres modos de ser de la humanidad, a través de la descripción matizada de cambios de escenarios, castigos y personajes se reflejan en ellos, el vicio, el pasaje del vicio a la virtud, y la condición de los hombres perfectos. Es entonces a través de los viciosos, penitentes, y buenos que se revela la vida en todas sus formas, todo como una mezcla agraciada por Dante, que se vuelve arquitecto de lo universal y lo sublime.

En el canto II (infierno) oculta tras el uso de recursos poéticos extraordinarios la falsa humildad de quién sabe que está escribiendo una obra fabulosa, enmascara su sabida soberbia, “…¡Oh musas! ¡Oh alto ingenio! Venid en mi ayuda, ¡Oh memoria que registraste lo que vi!, ahora aparecerá tu nobleza.”[2]

Encontramos también en los primeros cantos la aparición de sus dos guías en este místico viaje, Virgilio en símbolo de la razón, poeta al cuál Dante admiraba, lo presenta de modo elíptico a través de su obra y biografía y Beatriz símbolo de la Teología, mujer que nunca se entregó al amor de Dante.

Virgilio será en su recorrido del infierno y purgatorio, maestro y guía, a través de este camino Dante narrará con una inventiva que no tiene límites, el castigo a los condenados, según la gravedad de los pecados cometidos en vida. Cada castigo se ajusta a la naturaleza de su falta y se repite eternamente. Allí Dante se encuentra con reconocidos personajes que le cuentan su historia, como Paolo y Francesca, amantes adúlteros, el Conde Ugolino, autoridades religiosas como varios Papas, etc.

Aquí es dónde la ingenuidad del lector no debe ser mayor a la genialidad del autor, ya que casi sin darnos cuenta logra introducirnos en un camino de verdad que no es tal, no debemos distraernos en pensar que la Justicia Divina ubicó a esos personajes allí, sino pensar que la misma Justicia Divina fue escrita, creada y juzgada por el mismo Dante, él los ubicó allí, él se compadece de los sufrimientos que genialmente ha ideado, él mide la severidad del castigo, aunque en forma ingeniosa nos haga caer en la credulidad.

Atravesando la puerta del infierno, encontramos un quiebre abrupto en la delegación enunciativa, nos desorienta, ¿quién nos habla?, es la puerta personificada del infierno, estrategia hábilmente utilizada por el autor para aumentar la sensación de horror que provoca en Dante la entrada a ese recinto.

Las almas atormentadas aparecen en multitudes, el autor nos cuenta este encuentro, haciendo uso de las descripciones dinámicas que permiten al lector vivenciar el sentido de aturdimiento y desconcierto por tantas presencias, para evitar que este recorrido sea sólo un listado de nombres, Dante recurre al recorte, del tumulto indiferenciado focaliza en distintas individualidades, otorgando así la palabra a quién, según juicio del autor, merezca ser recordada su historia.

En su encuentro mencionado anteriormente con Francesca, confinada al infierno por su amor adúltero, vemos la pseudo compasión de Dante al responder luego que ella le cuenta su historia: “Francesca, tus palabras me hacen derramar tristes y compasivas lágrimas…”[3], sin olvidar que es según su escala de valores morales digna de ser pecadora y sometida a los sufrimientos infernales, él la colocó allí, por lo tanto su compasión sólo es un disfraz de Dante peregrino.

Borges lo califica en este pasaje con exactitud prodigiosa, a través del oxímoron “el verdugo piadoso”, “Dante (…) tuvo que anticipar las inescrutables decisiones de Dios. Sin otra luz que la de su mente falible, se lanzó a adivinar algunos dictámenes del Juicio Universal. Condenó, siquiera como ficción literaria, a Celestino V y salvó a Siger de Brabante, que defendió la tesis astrológica del Eterno Retorno.”[4]

En cada uno de los nueves círculos que componen el infierno Dante va colocando y ubicando con duro y absoluto juicio, los que él cree merecen distintas intensidades de castigos según las faltas cometidas.

En el cuarto círculo del infierno están los pródigos y avaros, chocando y mofándose unos con otros, están arrastrados por enormes pesos; aquí los clérigos, papas y cardenales están cubiertos por un manantial de aguas oscuras que generan un pantano. En palabras del narrador, allí vio más condenados que en ninguna otra parte, manifiesta y explícita crítica de Dante hacia los personajes religiosos de las altas esferas, ubicándolos en el círculo de avaros y pródigos, en boca de Virgilio explica el porqué están allí: “Todos fueron de tan limitado talento en la primera vida que no supieron gastar razonablemente; así lo manifiestan ellos con claridad cuando llegan a los dos puntos del círculo que los separa de los que siguieron camino opuesto. Estos que no tienen

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