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FRAUDES ELECTORALES EN MEXICO

pocoyolooo22 de Noviembre de 2011

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Resumen: a los mexicanos nos está negada la democracia. A la dictadura de Porfirio Díaz, que gobernó por más de treinta años al país, le seguiría la dictadura del partido político que fundara en 1929 Plutarco Elías Calles. Desde su nacimiento el Partido Revolucionario Institucional (PRI), en sus orígenes Partido Nacional Revolucionario (PNR) y con Lázaro Cárdenas convertido en Partido de la Revolución Mexicana (PRM), se reveló como un partido fraudulento, violento y profundamente antidemocrático. El primer fraude en elecciones presidenciales ocurrió en 1929 en contra del político y escritor oaxaqueño José Vasconcelos, al que le seguirían otros tantos: el de 1940 en contra de Juan Andrew Almazán, el de 1952 implementado en contra del general Miguel Henríquez Guzmán, el de 1958 en contra del candidato del PAN, el de 1988 en contra de Cuauhtémoc Cárdenas y, más recientemente, el fraude electoral perpetrado por Acción Nacional en contra del candidato de la oposición Andrés Manuel López Obrador.

Palabras clave: elecciones presidenciales, revolución, partido oficial, fraude electoral, autoritarismo, represión, tentaciones reeleccionistas, antidemocrático.

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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Ramales Osorio, M.C.: México: fraudes electorales, autoritarismo y represión. Del Estado benefactor al Estado neoliberal, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, julio 2009, www.eumed.net/rev/cccss/05/mcro.htm

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1. Antecedentes

A los mexicanos nos está negada la democracia. A la dictadura de Porfirio Díaz, que gobernó por más de treinta años al país favoreciendo a los grandes barones extranjeros del dinero, le seguiría la dictadura del partido político (o “la dictadura perfecta”, tal como la adjetivara el escritor peruano Mario Vargas Llosa) que fundara en 1929 Plutarco Elías Calles, general sonorense que se convirtió en el auténtico poder tras el trono de los presidentes que gobernaron al país (sic) entre 1928 y 1934: Emilio Portes Gil (1928-1930), Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y Abelardo L. Rodríguez (1932-1934), dejando entrever con ello una profunda vocación autoritaria y antidemocrática. (Sin olvidar, por supuesto, que el movimiento armado que inicia en 1910 y culmina en 1920, mismo en el que participara de manera importante el general Plutarco Elías Calles, encuentra su antecedente más inmediato en la intentona de Porfirio Díaz en reelegirse, por enésima ocasión, mediante la vía del fraude electoral en contra de Francisco I. Madero que había sido postulado por el Partido Antirreleccionista, situación ante la cual Madero redactó el Plan de San Luis en el que denunciaba el fraude electoral e incitaba a la población a levantarse en armas contra el dictador.)

Desde su nacimiento el Partido Revolucionario Institucional (PRI), en sus orígenes Partido Nacional Revolucionario (PNR) y con Lázaro Cárdenas convertido en Partido de la Revolución Mexicana (PRM), se reveló como un partido fraudulento, violento y profundamente antidemocrático: ante el arrastre y la enorme popularidad de José Vasconcelos, gracias al brillante desempeño del escritor y político oaxaqueño a su paso por el Ministerio de Instrucción Pública y por la Rectoría de la Universidad Nacional de México, el PNR implementó toda una operación de acoso y hostigamiento en contra de sus seguidores que alcanzó su máxima expresión con el asesinato del estudiante Germán del Campo, luego de un enfrentamiento entre vasconcelistas y seguidores de Pascual Ortiz Rubio; finalmente, las elecciones presidenciales se celebraron el 17 de noviembre de 1929, y el día 28 del mismo mes el Congreso de la Unión anunciaba los resultados que favorecían al candidato del partido oficial: Pascual Ortiz Rubio. Al marchar para Estados Unidos, Vasconcelos declaró “que no había sido derrotado en las elecciones, sino defraudado”. De esa manera, la historia del partido que gobernó por 71 años al país, convertido en PRI hacia el último año de la administración de Manuel Ávila Camacho (1940-1946), comenzaba con un fraude electoral. (Sin desdeñar, por supuesto, que tanto Porfirio Díaz como Plutarco Elías Calles reaccionaron, cada quien a su manera y en su momento, contra las pretensiones reeleccionistas de sus predecesores: Sebastián Lerdo de Tejada y Álvaro Obregón, respectivamente.)

2. Los fraudes electorales de 1940, 1952, 1958 y 1988

Muchos más fraudes sobrevendrían después, acompañados de sus respectivas dosis de autoritarismo y represión. Así lo constatan las elecciones presidenciales de:

1940: ocasión en la que contendieron Manuel Ávila Camacho por el PRM y Juan Andrew Almazán por el recién creado Partido Revolucionario de Unificación Nacional (PRUN); partido este último que cada día aglutinaba mayores adhesiones como las del Partido Acción Nacional, el Partido Antirreeleccionista, el Partido Laborista, viejos revolucionarios de diferentes facciones, jóvenes universitarios, la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) y la Confederación Nacional de Estudiantes, entre otras importantes organizaciones. Los seguidores de Almazán, dispuestos a todo con tal de desafiar las reformas cardenistas, no dudaron en recurrir a las armas. Almazán pidió apoyo al gobierno estadounidense, pero éste no deseaba sufrir los efectos de una nueva guerra civil en México. Con este tumultuoso trasfondo, las urnas se ensangretaron el 7 de julio de 1940. El saldo en la capital del país fue de 30 muertos y 158 heridos. Los resultados oficiales fueron muy poco creíbles: 94% de votos para Ávila Camacho y sólo 5% para Almazán; con Almazán fuera del país y con la mayoría del ejército apoyando a Lázaro Cárdenas, los almazanistas nada pudieron hacer y el 1 de diciembre Ávila Camacho tomó posesión en un ambiente de relativa tranquilidad.

Al respecto, para Martha Beatriz Loyo, historiadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, “a pesar de las promesas reiteradas de Cárdenas de unas elecciones limpias y democráticas, se había regresado a la práctica tradicional; el 7 de julio, la votación fue absolutamente fraudulenta, manipulada e interrumpida por graves disturbios. El enfrentamiento violento entre almazanistas y avilacamachistas fue constante, el ejército y la policía mataron e hirieron a docenas de manifestantes, muchas de las casillas se habían cerrado temprano para evitar problemas de violencia, y muchos votantes no aparecían en las listas y no pudieron votar (…) Los diarios más importantes del país y del extranjero dieron el triunfo a Almazán (…) Sin embargo, los resultados oficiales para la oposición fueron ridículos (…) Pero quedó claro que de aquí en adelante el partido oficial no tomaría jamás el riesgo de unas elecciones libres. La responsabilidad del fraude electoral no fue sólo de Cárdenas, sino en realidad era la consolidación de un sistema iniciado durante los años veinte con el que se habían establecido las reglas del sistema político mexicano, que no tenía nada que ver con la democracia…”.

1952: el 6 de julio de 1952 se llevaron a cabo las elecciones presidenciales para elegir al sucesor de Miguel Alemán, después de que éste intentara reelegirse y de nombrar como su sucesor a Fernando Casas Alemán, regente capitalino, con tal de asegurar la continuidad de su régimen. La elección presidencial de 1952 ha sido, sin lugar a dudas, una de las más competidas en la historia política moderna de México. Contendieron en aquella ocasión, Adolfo Ruiz Cortines por parte del PRI; Miguel Henríquez Guzmán, postulado por la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM), y cuya candidatura era apoyada, en un principio, por Lázaro Cárdenas ante las tentaciones reeleccionistas de Miguel Alemán; Vicente Lombardo Toledano, candidato del Partido Popular (PP); y un tanto a la distancia, Efraín González Luna, candidato del Partido Acción Nacional (PAN), partido que contendía, por primera ocasión desde su nacimiento en 1939, en una elección presidencial.

Como parte del proceso de modernización e industrialización del país iniciado por Ávila Camacho (1940-1946) y profundizado por Miguel Alemán (1946-1952), el régimen alemanista utilizó con bastante insistencia un nuevo discurso en el que las nociones de progreso, desarrollo y democracia jugaban un papel central. Progreso material si lo había, pero el desarrollo y la democracia brillaban por su ausencia: la mayor parte del ingreso nacional tendía a concentrarse en unas cuantas manos; en tanto que en el terreno político Alemán ejerció la censura, la represión y el autoritarismo (Jorge Patiño Sandoval fue despedido de Novedades por sus críticas al alemanismo, a Miguel Palacios Macedo se le “invitó” a no colaborar en El Universal por instrucciones del gobierno, “el cuarto poder” en el teatro Lírico fue clausurado por las “alusiones políticas” de “Palillo” contra el “señor presidente” y los mineros de Nueva Rosita, Coahuila, fueron violentamente reprimidos en el zócalo

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