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Fragmentos extraídos de "Mi Lucha"


Enviado por   •  29 de Mayo de 2012  •  Trabajos  •  4.335 Palabras (18 Páginas)  •  550 Visitas

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ENSAYO

El texto que presento a continuación contiene algunos fragmentos extraídos de "Mi Lucha", que actualmente es censurado muchos países, durante más de 50 años:

Ya en 1913 este joven descendiente de aldeanos, de 20 años de edad, que de peón había ascendido a acuarelista, había reflexionado en Munich:

Fui a una reunión de marxistas, pero allí se negaba todo. La nación no era otra cosa que una invención de los capitalistas; la patria, un instrumento de la burguesía destinado a explotar a la clase obrera; la autoridad de la ley, un medio de subyugar al proletariado; la escuela, una institución para educar esclavos y también amos; la religión, un recurso para idiotizar a la masa predestinada a la explotación; la moral, signo de estúpida resignación, etc. Nada había, pues, que no fuese arrojado en el lodo más inmundo

Hitler, por su cercanía a la formación obrera y por haber sido él mismo un artesano, era partidario del sindicalismo, pero no bajo la inspiración internacionalista de Marx o de los "sindicatos libres", sino bajo el ideal nacionalista de la Patria y Raza:

Esta necesidad -la de los sindicatos y su lucha- tendrá que considerarse como justificada mientras entre los patrones existan hombres no sólo faltos de todo sentimiento para con los deberes, sino carentes de comprensión hasta para los más elementales derechos humanos... El sindicalismo, en sí, no es sinónimo de antagonismo social; es el marxismo quien ha hecho de él un instrumento para la lucha de clases... La huelga es un recurso que puede o que ha de emplearse mientras no exista un Estado racial, encargado de velar por la protección y el bienestar de todos, en lugar de fomentar la lucha entre los dos grandes grupos -patrones y obreros- y cuya consecuencia, en forma de la disminución de la producción, perjudica siempre los intereses de la comunidad

Decía entonces que en el futuro:

Dejarán de estrellarse los unos contra los otros -obreros y patrones- en la lucha de salarios y tarifas, que daña a ambos, y de común acuerdo arreglarán sus divergencias ante una instancia superior imbuída en la luminosa divisa del bien de la colectividad y del Estado... Es absurdo y falso afirmar que el movimiento sindicalista tiende y logra el mejoramiento de las condiciones de vida de aquella clase y constituye una de las columnas fundamentales de la nación, obra no sólo como no enemiga de la patria o del Estado, sino nacionalmente en el más puro sentido de la palabra. Su razón de ser está, por tanto, totalmente fuera de duda

En algunas de las primeras páginas de "Mi Lucha" escribió sobre su experiencia en las calles de Viena de la siguiente manera:

Viena no sólo era el centro político e intelectual de la antigua monarquía danubiana, sino también el centro administrativo. Aparte del enjambre de altos funcionarios del Estado, artistas y profesores, había allí una muchedumbre aún más numerosa de obreros, codeándose la miseria más increíble con la riqueza de la aristocracia y del comercio.

Poco más adelante, agrega muy seguro:

Ya entonces advertí que el único recurso capaz de mejorar las cosas consistía en emplear un método doble: por una parte, una sensación profunda de la responsabilidad social, a fin de crear mejores principios para nuestro desarrollo; y por otra, una determinación despiadada de destruir todas aquellas excrecencias que no pudieran remediarse.

Hitler ve que para expandir un proceso de nacionalización de su pueblo, real y efectiva, las condiciones sociales deben ser imperiosamente mejoradas:

El problema de "nacionalizar" a un pueblo exige ante todo y consiste principalmente en el problema de crear condiciones sociales sanas, base en que ha de fundarse la posibilidad de educar a un individuo. Porque sólo después que un hombre ha llegado, gracias a la educación y a la escuela, a conocer la grandeza cultural, económica y, sobre todo, la grandeza política de su Patria, podrá sentir aquel íntimo orgullo que fluye del hecho de tener la honra de pertenecer a semejante nación, y lo sentirá. Sólo puedo combatir por lo que amo, amar lo que respeto y, a lo sumo, respetar lo que conozco.

Con la impetuosidad propia de su edad, y además de su carácter, Hitler trataba de persuadir a sus compañeros de que la defensa del proletariado no era la meta del marxismo, ya que si el proletariado llegaba a satisfacer sus propias necesidades, desaparecería como instrumento de lucha de quienes acaudillaban el marxismo. Ahondando en esta hipótesis, Hitler llegó a un punto que habría de ser elemento básico en la génesis del Nacionalsocialismo, el Nazismo Alemán.

Su conciencia sobre el peligro de la presencia del judío se forma ya en esos años de juventud. Pero, por ese entonces, según él mismo posteriormente refirió, creía que los judíos nacidos en Alemania sólo se diferenciaban en la religión:

No diré que la forma en que yo habría de trabar relación con los judíos me resultó agradable. Yo seguía mirando al judaísmo como una religión y, en consecuencia, por razones de humana tolerancia, no odiaba menos la idea de atacar a sus creyentes en el terreno religioso. De suerte pues que, a mi entender, el tono adoptado por la prensa -y en especial el de la prensa antisemítica de Viena- era indigno de las tradiciones culturales de una gran nación. Agobiábame el recuerdo de ciertos sucesos de la Edad Media que por nada del mundo deseaba ver reproducidos. Desde que tales periódicos carecían por lo general de buena reputación (cómo y por qué ocurría así, es cosa que no llegué a conocer entonces con exactitud), y yo los contemplaba como el resultado de una opinión sincera aunque equivocada."

Su descubrimiento sobre el peligro que representaba para Alemania la masiva presencia de judíos en puestos y cargos claves de la administración y la sociedad lo relata así:

El que por eso se persiguiese a los judíos, como creía yo, hacía que muchas veces mi desagrado frente a exclamaciones deprimentes para ellos subiese de punto... Tuve una lucha para rectificar mi criterio... Esta fue sin duda la más trascendental de las transformaciones que experimenté entonces; ella me costó una intensa lucha interior entre la razón y el sentimiento. Se trataba de un gran movimiento que tendía a establecer el carácter racial del judaísmo: el Sionismo... Tropecé con él inesperadamente donde menos lo hubiera podido suponer; judíos eran los dirigentes del Partido Social Demócrata. Con esta revelación debió terminar en mí un proceso de larga lucha interior. Examiné casi todos los nombres de los dirigentes del Partido

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