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Franja amarilla


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2015  •  Ensayos  •  1.546 Palabras (7 Páginas)  •  119 Visitas

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Colombia es un país muy bonito. Los que vivimos aquí, y los que hemos tenido la posibilidad de recorrer sus paisajes dotados de exquisitez, nos damos cuenta de la basta e incontable riqueza hidrográfica y geográfica con la que cuenta esta nación. No son pocos los que tienen la ingenua pretensión de viajar a otros países para encontrar allí lo que no encuentran aquí, pero no se dan cuenta del paraíso al que están siendo esquivos.  

Barichara ( quizá el pueblo más bonito de Colombia) , La playa de Belén ( un pesebre entre esculturas fantásticas), Buga ( la cuna del milagroso), Ciénaga ( Capital del realismo mágico), Girón ( la huellas de la colonia), Honda ( la ciudad de los puentes), Lorica ( una joya cordobesa), Monpox ( la ciudad museo), Monguí ( patrimonio y futbol), Salamina ( el pueblo de los parques), Villa de Leyva, Guaduas ( la casa de la ‘pola’), Jericó ( pueblo de la santa Laura), Aguadas( ciudad de las brumas) y el Socorro ( pueblito viejo) son apenas algunos de los lugares donde se respira progreso.

Pero el progreso de una nación no se mide por sus atributos geográficos ni por su economía estable ni por los avances tecnológicos que estén en auge. El progreso de un país  se mide –me parece- por la calidad de vida de sus ciudadanos, por la organización dinámica de su estructura y tejido social, por la defensa de la democracia, los derechos humanos y la libertad.

La franja Amarilla de William Ospina muestra en detalle la situación problemática que ha vivido Colombia durante más de tres siglos, en temas relacionados con la política, lo social y lo cultural. Expone, a traves de ensayos, la crisis en la que se ha sumergido el país con respecto a la corrupción producida por los dirigentes quienes han impuesto, a lo largo de los años, unas ideologías que solo favorecen sus intereses individuales, sus bolsillos y su vanidad personal azuzada por el poder. Esto con la característica de querer controlarlo todo, limitando las necesidades del pueblo  y dejando, en este sentido, a los ciudadanos con la única posibilidad de seguir un camino inevitable: la resignación.

La imposibilidad de acceder a un trabajo estable lleva a muchos a tomar decisiones erráticas. La democracia consiste en darle importancia a las mayorías, pero sobre todo a las minorías. Esa inestabilidad entre estado-pueblo, y la notable dificultad en creer en quienes dirigen el pueblo,  genera que los ciudadanos se hundan en las olas turbulentas del narcotráfico, la delincuencia común, el contrabando, robo. Buscan una revolución económica que asocian con progreso, pero ignoran que ese supuesto progreso trae consigo muchas víctimas, muchas aristas que bordean cada vez más la presunción de que aun somos un país en subdesarrollo social.

Y no solo la historia de Colombia, sino de la especie humana, ha sido injusta. Una historia repleta de atrocidades e injusticias. Cuando el humano no ha sido una criatura violenta, la tolerancia y el respeto son valores apenas modernos. La libertad y la evolución por ejemplo siguen siendo ideas menores si vemos cuantas personas son hoy libres y cuantas civilizadas (Venezuela, por lo pronto, no es libre, china y áfrica tampoco, y mejor ni hablar de los países árabes), y entonces uno no se conforma con la idea que los seres humanos del presente no son en esencia tan diferentes a los de todos los tiempos. Si bien ahora podemos gozar de más comodidades que antes no existían e interactuamos con unos dispositivos tecnológicos que cada vez más nos sorprenden y que al pasar de los años ya nos resultan obsoletos frente a las nuevas tendencias que se ponen de moda y que facilitan la comunicación y difusión de información de manera más eficaz, lo que permanece y predomina en nosotros sigue siendo el egoísmo, el afán y el deseo por tenerlo todo, ya, ahora mismo, la impaciencia por conseguir unos bienes y ejercer poder sobre los demás,  todos esos aspectos que nos rebajan como personas y que nos remiten a la época draconiana: preocuparse por uno y por nadie más, ignorar los problemas del vecino y ser una bestia que impone violentamente su existencia, aun si para eso es necesario matar.

Y pensaríamos en sociedad que cada uno de los inventos de la modernidad contribuyen a ser de nosotros unas mejores personas, que esa forma de acceder al conocimiento nos haría menos ignorantes, que las personas de este tiempo habitamos el planeta de manera más ética y menos violenta que aquellos que lo poblaron en los siglos precedentes, y ese no es el caso por lo menos cuando leo los periódicos, escucho las noticias en la radio o las veo por la televisión:  la gente sigue matándose en nombre de poder, de la religión, de las cosas que no tienen ningún valor ante una vida humana, como lo es un celular, una bicileta, unos tennis. La gente sigue siendo sátrapa, insensible, salvaje, despiadados, tiranos, explotadores. Parece tan normal como rutinario que medio mundo viva aun en la barbarie y la verdad poco nos importa, no hay señales de que nos interese ayudar en modo alguno. Citaré un párrafo del libro de la Franja Amarilla, escrito en el año 1995, y que parece haya sido escrito por William Ospina en la tarde de ayer o en la mañana de hoy: “ Hoy la principal fuente de delitos en la sociedad colombiana es la delincuencia común; no la delincuencia guerrillera ni la delincuencia del narcotráfico sino la delincuencia común, hija de la ignorancia, del resentimiento, de la pobreza, de las condiciones infrahumanas de vida y, por supuesto, fortalecida y perpetuada por la impunidad”. Cuanta verdad, cuanta sensatez que si la cotejamos con la realidad no encontramos diferencia.

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