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Fray Toribio De Motolinia


Enviado por   •  19 de Marzo de 2014  •  2.434 Palabras (10 Páginas)  •  243 Visitas

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Fray Toribio Motolinia: Historia de los Indios de Nueva España

La Historia de los Indios de Nueva España de fray Toribio de Benavente o Toribio Motolinia es la historia de la salvación de los indios. Como tal, la narración no se modela sobre la base de la violencia, sino de la progresión espiritual. Por ello, el año en que llegaron los españoles es [e]l año que vino nuestro Señor; el año que vino la fe (275). Asimismo, la conquista trajo un tiempo de prosperidad:

nunca tanto ha llovido, ni tan buenos temporales han tenido después que se puso el Santísimo Sacramento en esta tierra, porque antes hubo muchos años estériles y trabajosos; por lo cual conocido por los Indios, está esta tierra en tanta serenidad y paz, como si nunca en ella se hubiera involucrado al demonio (230).

Antes de la llegada de los españoles, el demonio estaba “involucrado” y entorpecía la belleza natural. Esta alusión es clave, ya que por una parte Motolinia presenta la naturaleza de México como edénica; pero por otro no puede ocultar que allí prosperó un Estado que se sustentaba en el sacrificio humano.

Ciertamente, es el modelo bíblico el que permite crear la consistencia de la historia: el paraíso fue corrompido por la serpiente diabólica (de hecho, las serpientes son animales que, afirma Motolinia, abundan en la región) y ahora ese pecado es sanado por la gracia de Cristo. Así, pues, que México sea un lugar tan fértil y hermoso, y que esté habitado por indios inocentes y devotos que hace uno años realizaban sacrificios horrendos es explicado por la intervención del demonio en primer lugar y la de Cristo en un momento posterior. Esta estrategia permite construir al indio como un sujeto que no puede ser en principio culpado, ya que ha sido engañado por el gran engañador que es el diablo. Por ello, Motolinia llama a confiar más en la devoción de los indios, a quienes se a sacado de las garras del demonio a quienes no se les debe negar lo que quieren, pues es suyo el reino de Dios (256). Esta llamada de atención tiene que ver con los sacerdotes que se negaban a dar los sacramentos de los indios pretextando su falta de fe y su dudosa comprensión del significado de los sacramentos:

Oído he yo por mis oídos a algunas personas decir que sus veinte años o más de letras no los quieren emplear en gente bestial; en lo cual me parece que no aciertan, porque a mi parecer no se pueden las letras mejor emplear que en mostrar al que no lo sabe el camino por donde se tiene de salvar y conocer a Dios (257).

Motolonia más bien sostiene que esta ingenuidad es un estado de pureza el que permite darle al indio la categoría de bienaventurado y, por tanto, de ser privilegiado para la salvación.

En el desarrollo de aquella estrategia puede detectarse una muy sutil y con seguridad reprimida visión utópica que, sin embargo, aflora en el momento en que Motolinia se refiere a las tres etapas de la historia prehispana de México: a saber, la de los chichimecas, la de los colhua y la de los mexicas. Para explicar esta forma utópica que adquiere la historia, quiero llamar la atención sobre lo que dice de los chichimecas, es decir, de los indios de la etapa más primitiva:

Estos Chichimecas no se halla que tuviesen casas, ni lugares, ni vestidos, ni maíz ni otro género de pan, ni otras semillas. Habitaban en cuevas y en los montes; manteníanse de raíces de campo y de venados, y liebres, y conejos y culebras. Comíanlo todo crudo o puesto a secar al sol; y aun hoy día hay gente que vive de esta manera (194).

Claramente, los chichimecas están relacionados con “lo crudo”; la forma de su existencia apenas se sobrepone a la naturaleza. Por el contrario, sus sucesores, los colhua eran gente de razón, y labraron y cultivaron la tierra, y comenzaron a edificar y hacer casas y pueblos (195). Sin embargo, la vida de los chichimecas se parece más a un mundo utópico y en donde se vive “cristianamente”:

Tenían y reconocían estos Chichimecas a uno por mayor, al cual supremamente obedecían. Tomaban una sola mujer y no había de ser pariente. No tenían sacrificios de sangre, ni ídolos; mas adoraban al Sol y teníanle por Dios (194).

El lector puede entrever la idea de que el Estado es el gran sacrificador y corruptor. Y, en efecto, el sacrificio está vinculado con grandes monumentos y con un orden social muy complejo. El canibalismo no es aquí por tanto “primitivo”, ya que lo “primitivo” está vinculado con la inocencia dentro de la cual no son posibles ni el incesto ni el sacrificio humano. El canibalismo deriva de una sociedad compleja que practica rituales sofisticados. Creo importante anotar que el texto parece expresamente dejar sueltas varias fracturas. Una de ellas es que no hay un relato que dé cuenta de cómo se pasó de este estado paradisiaco a un estado de brutalidad, dentro del cual: [e]ra cosa de gran lástima ver los hombres criados a imagen de Dios vueltos peores que brutos animales; y lo que peor era, mas cometían otros muchos, y se herían y descalabraban unos a otros, aunque fuesen muy amigos y propincuos parientes (207). Así, pues, si bien hay una explicación para este cambio (la obra del demonio), Motolinia no se preocupa en historizar ese cambio; pero este silencio no deja de poner en evidencia que es la civilización la que embrutece. Ello porque la animalidad en Motolinia se entiende como el desgobierno de las pasiones y las pasiones se desbocan dentro de marcos culturales complejos. Es por ello significativo que Motolinia dedique tantas páginas y tantos detalles a los rituales de los mexicas: claramente, no es su fin de declarar una inconmovible brutalidad, ya que la tesis de la historia apunta exactamente a lo contrario: más bien todo parece indicar que el salvajismo se produce dentro de estados avanzados de civilización; de hecho, los rituales de los mexicas son sangrientos y crueles, pero están notoriamente marcados por su condición ritual y su complejidad. Las páginas dedicadas a la manera en que los mexicas contaban el tiempo puede tener que ver con una estrategia destinada a enfatizar su elevada formación cultural. Este acercamiento al pasado prehispánico no se da desde el vacío. Hay un tipo humano que permite comprender a estos indios, a saber, el del pagano. El pagano, en efecto, puede ser un sujeto complejo y sutil, pero ignorante respecto de un aspecto importante como es el de la fe cristiana.

Pero esto genera otra fractura, ya que, en efecto, el pagano repentinamente se convierte en un ser manso e inocente. Así, como ya expliqué, resulta a la vez bastante notorio el hecho de que el franciscano ve en el indio al pobre y al bienaventurado del evangelio en este sentido: la pobreza es un estado

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