Freire
valebianchiInforme11 de Julio de 2013
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El hecho de proponer un perfil de la educadora o educador entrerriano, trae aparejado muchas dificultades. Primero y principal, es que supone una concepción regional, circunscribiendo el rol de los educadores y educadoras a un contexto determinado. Segundo, más allá que la noción moderna de lo universal, que más tarde se describiera simplemente como una posición hegemónica de un determinado pensamiento surgido en las entrañas del mundo helénico; rescato que hay ciertas ventajas, para el mundo globalizado y globalizante de hoy día, en entender que debemos trazar determinados valores universales, y no caer en la segmentación y la consecuente alienación de las culturas en lugar de formar un todo integrador.
Paulo Freire, en este sentido, trabaja sobre un supuesto que es la práctica, y esta práctica está condicionada, aunque no determinada, por el contexto donde se ejerce. Paulo Freire es quizá uno de los precursores de lo que algunos filósofos denominan el “pensamiento situado”. Un pensamiento situado busca legitimarse en su contexto y distinguirse de los pensamientos dominantes (como lo son el pensamiento europeo o norteamericano).
Es clara la posición de Freire en su construcción del perfil del educador y la educadora. Desde el lenguaje mismo busca romper con los paradigmas vigentes y establecer una sociedad más justa. Para ello apela a valores que, si bien están presentes en las sociedades capitalistas (solidaridad, humildad, amorosidad, paciencia, etc), en las sociedades de libre mercado se han reemplazado por otros como competitividad, productividad, ganancia. Es un hecho que no podemos dejar de tener presente. El modelo que presenta Paulo Freire, es poco pragmático en una sociedad consumista. Freire fue un lector del marxismo y a la vez, aunque no parezca lógico, un abiertamente declarado creyente. A diferencia de los marxistas tradicionales, Freire no creía en la revolución armada, sino en un proceso de transición donde ambos, oprimido y opresores, se daban cuenta de que eran prisioneros de un discurso histórico que los atravesaba a ambos. Recuero una frase muy interesante, “en la consciencia del oprimido, vive la consciencia del opresor”; qué bien describe esa frase a los gobiernos comunistas que tomaron el poder en Rusia o Cuba. De ser explotados (por EEUU en Cuba o por los Zares en Rusia) pasaron a ser explotadores de su propio pueblo.
Es interesante como Freire se apropia del juego dialéctico, quizá a través del marxismo, y constituye una parte fundamental en la construcción de su discurso. Freire no habla del enfrentamiento y la victoria de cualquiera de los pares que nos presenta (paciencia-impaciencia; oprimido-opresor), nos habla más bien de una vida que se gesta a medio camino de estos pares, nunca propone una victoria, más bien un continuum que se mueve progresivamente hacia adelante.
Dar con un perfil, entonces, del educador y la educadora entrerriana, creo también debe tomar parte de aquello que es universal. Dichas características aparecen numeradas en la carta cuatro de Freire. Pero también hay otros aspectos políticos y formas de comprender el mundo, que tienen corte universal, y no necesariamente regional. El espíritu crítico, en tanto de lectura del mundo y de los textos, es una condición clave para abordar desde lo científico la educación. Los científicos siempre han pregonado el escepticismo como valor fundamental en la búsqueda de la verdad. La razón crítica (en el sentido de la razón que aprecia), es analítica, deconstrutora y cuestionadora. De este modo, abordo los textos de Freire con la criticidad necesaria para apropiarme del texto y ver cómo me ayuda a establecer un perfil para las educadoras y educadores entrerrianos, de su relación con sus educandos, entre ellos mismos y con el mundo.
Desarrollo
Relación del docente consigo mismo
Hay una historia que ilustra muy bien este punto. Lo hace de forma muy poética, usando adjetivos que hacen de una situación incómoda algo grotesco. Me provoca gracia, porque creo esa es la intención de Freire, ironizar la situación dotándola de un subjetivismo extremo.
“Me recuerdo a mí mismo, adolescente, y lo mal que me hacía presenciar la falta de respeto por sí mismo que uno de nuestros profesores revelaba al ser objeto de burlas de gran parte de los alumnos sin mostrar la menor capacidad para imponer orden. Su clase era la segunda de la mañana y él entraba ya vencido en el salón donde la maldad de algunos adolescentes lo esperaba para fustigarlo, para maltratarlo. Al terminar su remedo de clase, no podía dar la espalda al grupo y encaminarse hacia la puerta. La gritería estrepitosa caería sobre él, pesada y áspera, y eso debía congelarlo. Desde el rincón del salón donde yo me sentaba lo veía pálido, disminuido, retrocediendo hasta la puerta. Abriéndola rápidamente, desaparecía envuelto en su insoportable debilidad.” (Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar)
Es cierto. Nadie que se digne de querer enseñar puede entrar en estas condiciones a trabajar. Es una completa negación del ser. Algunos lo conocen como amor propio, orgullo, autoridad, miles de nombre tiene. Esta situación extrema hace referencia no a una actitud, sino a la completa ausencia de la misma. Un ente, que ocupa un espacio y un tiempo, pero nada más. Es por ello que se requiere, que el docente tenga autoridad, sin llegar al autoritarismo, que es la exaltación del ser, el otro extremo. Para ello, un docente debe estar capacitado, confiado en el conocimiento que posee, en los métodos y en la “lectura” de la realidad y saber operar sobre ella. No debe, ante nada, paralizarse por el miedo. Miedo de los alumnos, miedo de la sociedad, miedo de la realidad. El miedo juega un papel clave, porque si no lo controlamos, corremos el riesgo que nos controle a nosotros.
Relación del docente con sus colegas
Freire no se explaya mucho en este punto, a diferencia de las anécdotas y definiciones que establece en relación a otros puntos. Fundamentalmente habla de la relación profesional que se debe dar, del diálogo, muy propio de su teoría (dialogal) que debe darse entre los pares docentes. Habla de la colaboración mutua, tanto en temas de conocimiento como de trabajo en una institución. Al referirse a las observaciones que los docentes deben hacer de sus clases y trabajos posteriores, dice:
“Cada quince días se haría una especie de seminario de evaluación con ciertas conclusiones que deberían ser profundizadas y puestas en práctica.
Si cuatro maestras de una misma escuela consiguiesen hacer un trabajo como éste en sus clases, podemos imaginar lo que se obtendría en materia de crecimiento en todos los sentidos entre los alumnos y las maestras.” (Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar)
Parece más una crítica que una sugerencia. Sin embargo, de esta forma plantea la necesidad del trabajo colaborativo, en equipo. Esta cita habla de la necesidad de reunirse y discutir las formas en que se observa el aprendizaje y la realidad institucional.
Si bien no habla de la relación entre docentes cuando refiere a la capacitación y al grado de profesionalismo que debe tener todo educador, puede inferirse que un educador bien formado, un profesional de la educación, se relaciona de manera sustancialmente diferente con sus pares que si no fuera un profesional. Esto hablaría de una relación más formal y de trabajo profesional.
Actitudes en relación con sus alumnos
Creo este es el punto en el que más se extiende y es recurrente en varios capítulos. Primero, un docente debe conocer el contexto de sus alumnos y proponerse metas para mejorar la condición de los mismos. Un educador no se debe entregar a la tarea de cumplir su horario. Si tiene un contexto desfavorable, debe hacer todo lo humanamente posible para transformarlo.
“…nuestras relaciones con los educandos, a la vez que nos exigen respeto hacia ellos nos imponen igualmente el conocimiento de las condiciones concretas de su contexto, que los condiciona.” (Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar)
Un educador o educadora debe embarcarse objetivamente en el análisis del contexto y proceder con entendimiento. Es necesario el afecto o las cualidades enunciadas en la cuarta carta como la amorosidad, la humildad, la valentía; pero también se necesita proceder profesionalmente. El docente debe entablar un dialogo no solamente desde lo vertical “hablarle al alumno”, sino que también debe establecer un dialogo horizontal “hablar con el alumno”, conocer sus condiciones, hacerse eco de sus carencias y operar sobre ello. Debe proveerlos con las herramientas que el mismo maestro a veces encuentra difícil de usar, como enciclopedias, diccionarios, en la ardua tarea de enseñar el lenguaje escrito y los contenidos. Hoy día, podemos decir que el avance de la tecnología hace que los chicos manipulen herramientas como diccionarios electrónicos, enciclopedias digitales. Aún así, siguen siendo herramientas, el soporte primordial lo dará el maestro quien lo guiará en el proceso de la enseñanza.
Actitudes en relación con la institución educativa
La relación de los educadores y educadoras está claramente ejemplificada en una pregunta que uno de los estudiantes hace a Freire en una de sus charlas:
“Paulo ¿qué piensas tú de una maestra que pone a un alumno de pie ‘oliendo’ la pared, aun cuando éste haya hecho una cosa equivocada, como reconozco que hizo?”
Y yo le respondí, “creo que la maestra se equivocó”.
“¿Qué harías tú si vieses a una maestra haciendo eso?”
“Espero que tú
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