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Garcilaso De La Vega

iralvisk8 de Noviembre de 2012

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GARCILASO DE LA VEGA

SU PERSONALIDAD.

GARCILASO personifica el cortesano ideal que se define en la obra de CASTIGLIONE a través de la conversación que sostienen unos personajes en la corte renacentista de Urbino. Activo, valeroso, diestro en las armas, buen conversador, de agradable trato y presencia, culto, poeta y algo músico, nos ha dejado la estela de una acción bélica y una obra bien hecha. Aparentemente la fortuna le fue fácil, la fama, tanto en las armas como en las letras, se le rindió; tuvo muchas y leales amistades; ocupo elevados cargo, pero en la intimidad de su alma presumimos que anduvo siempre aleteando, por razón de su sensibilidad, el infortunio. Acaso, gracias a él, naciera el gran poeta que fue.

Su obra es muy breve. Aparte de algunas obras en latín y varios poemas castellanos compuestos en octosílabos al modo tradicional, la forman: tres églogas, dos elegías, una epístola, cinco canciones y treinta y ocho sonetos.

Se ha dicho repetidas veces que nada hay en sus poemas que nos lleve a pensar que su autor fue un hombre de armas de vida activísima. Efectivamente, como si la poesía le sirviera de evasión o refugio, lo que en ella domina es su delicadeza y un sosiego enormemente distantes del estrépito y fragor de la guerra. La sensibilidad exquisita del poeta se manifiesta en la maestría con que, sin salir del léxico común y sin forzar en ningún caso el juego de metáforas y demás recursos del lenguaje figurado, ha sabido comunicar la emoción poética.

Si los modelos clásicos y la poesía italiana le proporcionaron ideas, temas y fórmulas, su personalidad supo usarlo todo con patente originalidad. Véase, por ejemplo, el siguiente soneto en el que, al mismo tiempo que nos da la descripción física de la mujer ideal de la época, recoge el viejo tema del carpe diem horaciano y de la brevedad de la rosa que se hacen tópicos en el Renacimiento:

En tanto que de rosa y azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

enciende el corazón y lo refrena;

Y en tanto que el cabello, que en la vena

del oro se escogió, con vuelo presto,

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena;

Coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto, antes que el tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre

Marchitará la rosa el viento helado

todo lo mudará la edad ligera,

por no hacer mudanza en su costumbre.

Lo mismo puede decirse de la mitología que, de acuerdo con los gustos de la época, inunda la literatura del Renacimiento. GARCILASO recurre a ella, pero no abusa. Las referencias (véase , por ejemplo, la Canción a la flor de Gnido) no exceden de lo preciso y oportuno. Algunos Temas fueron tratados particularmente en sus sonetos; pero cuando GARCILASO lo hizo no se trataba de un mero virtuosismo literario sino porque encontraba una correspondencia entre el viejo mito y su realidad actual. Así, por ejemplo, el infortunio de Leandro le sirve para detenerse a contemplar una situación espiritual, que como la suya propia, se debate ante lo imposible

Pasando el mar Leandro el animoso,

en amoroso fuego todo ardiendo,

esforzó el viento, y fuese embraveciendo

el agua con un ímpetu furioso.

Vencido del trabajo presuroso,

contrastar a las ondas no pudiendo,

y más del bien que allí perdía muriendo,

que de su propia vida congojoso.

Como pudo esforzó su voz cansada,

y a las ondas habló desta manera,

más nunca fue la voz dellas oída:

• Ondas, pues no os excusa que yo muera,

dejadme allá llegar, y a la tornada

vuestro furor esecutá en mi vida.

Es frecuente que muchos de sus poemas aparezcan descripciones de paisajes. La mirada de

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